Uno de los padres de la Constitución, Roca Junyent, ha contado alguna vez una inquietante anécdota con militares. En diciembre de 1977, cuando la ponencia constitucional había redactado su primer borrador, en vísperas de la Navidad explicó de manera informal las grandes líneas a la cúpula del Ejército. Al final, un alto mando le acompañó a la salida y le dijo como despedida: “si ganamos nosotros, tendremos que fusilarle”. Roca, alarmado, fue directamente a La Moncloa para contárselo a Adolfo Suárez. Quienes entonces estaban en contra de la Constitución simulan ahora que son sus guardianes: 54 militares retirados han firmado un manifiesto pidiendo la destitución del presidente del Gobierno y la convocatoria de elecciones. Hace tres años, en un grupo de WhatsApp de antiguos jefes y oficiales del Aire, un general retirado escribió que se quedaría corto fusilando a 26 millones de españoles, niños incluidos.

El martes, en La Vanguardia, Miquel Roca sostenía que la discrepancia no gana en autenticidad por expresarse desde el exabrupto o la descalificación y menos aún desde los alborotos. El mensaje fue desoído en el debate de investidura por los dos grandes partidos, que presumen de defender a ultranza la Constitución o de su cumplimiento estricto. Roca afirmaba que esta es la etapa potencialmente más conflictiva de la España democrática desde la transición, pero añadía que salir de la dictadura fue mucho más complicado. Añadamos otros peligros; como ETA asesinando a 100 personas al año o un golpe de estado con tanques en la calle y acorazados tomando Prado del Rey. En todo caso, el ponente constitucional pedía serenidad. Pero, ni caso; en el enfrentamiento entre los principales partidos nacionales la dureza y la inflamación está en máximos.

Una mayoría de españoles está en contra de la amnistía prometida al independentismo catalán. Esta decisión olvida los años de acoso en Cataluña hacia la mitad de la población por parte de los hinchas del procés. Un borrón y cuenta nueva, sin pedir disculpas ni admitir responsabilidad, refuerza la posición de los rebeldes y sus seguidores más radicales.

Ahora, el futuro de la legislatura está condicionado por la pugna entre los dos partidos ultranacionalistas, Junts y Esquerra, que no parecen cambiar de actitud. La contestación en las calles es tremenda. En El País José María Lassalle, secretario de Estado con Rajoy, se ha dirigido a Núñez Feijóo. Le señala como un activo de moderación que puede perderse si cede a los cantos de sirena que polarizan el país. Lassalle le recomienda que aísle su relato del ruido mediático y la turbidez madrileña. Difícil. Las trincheras de cada bloque son cada vez más profundas y Sánchez no tiene quien le enmiende. Los decibelios aumentan. Hay mucho, mucho ruido.

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