Hablando en el desierto

Francisco Bejarano

Los altruistas

18 de octubre 2016 - 01:00

ADMIRO sinceramente a las personas que dedican su vida y a veces su fortuna a un fin altruista, pero nada me impulsa a imitarlos. Entre los británicos está mal visto que un hombre rico no haga algo por los demás, sobre todo si es noble: construir un observatorio astronómico en sus tierras, patrocinar una expedición geográfica o unas excavaciones, fundar un museo o un laboratorio en Cambridge, descubrir un gas o una partícula, pagarle los estudios a los hijos listos de sus colonos y, en fin, equipar barcos para saquear las costas de las colonias americanas de España, todo en beneficio de sus compatriotas más que del propio. Es claro que este tipo de altruismo no está al alcance de cualquiera, pero nunca faltarán toros de lidia que defender, si no acaban con ellos sus defensores, o lenguas y nacionalismos minúsculos que aislar, o camaleones y lobos que salvar, o cambios de clima que detener infructuosamente. Pero estos últimos altruismos no son tales porque les falta humildad. Si el sabio se distingue del ignorante en la manera de ignorar de cada uno, el poderoso y el débil se diferencian en las distintas formas de ser humilde: el poderoso desprendido es humilde voluntario y no forzoso, por convencimiento; el débil que defiende causas caprichosas, es humilde a la fuerza y la soberbia de su cuadriculación mental lo pierde.

Insisto, los admiro de manera alejada e impersonal, como admiro, y puedo ser feliz un instante, a los castaños de Indias en esta época contemplados desde la distancia de un altozano. Tengo dudas sobre este asunto: ¿es altruista quien se indigna por nuestra indiferencia ante la suerte del repelente dragón del Komodo y, si pudiera, nos obligaría a ser solidarios con ellos? ¿Lo es el misántropo que no nos necesita y se basta a sí mismo para intentar descubrir las partículas que completen la gravedad de Newton? Creo que el altruismo pobre busca la propia satisfacción con el dinero de los demás, no el bien común o el avance de los conocimientos. Cuando descubre algo que defender se olvida de todos los necesitados de defensa y se vuelve intolerante con quienes no le aplauden, y acto seguido le da ideología al objeto de su pasión para tener un argumento que esgrimir. Me parece que no debemos ser altruistas sino con la fortuna propia o poniendo la habilidad y la inteligencia particulares en una dedicación constante que concluya en el descubrimiento de un bien. O dedicando tiempo y talento a cosas inútiles, que son bienes de gran valor porque nos hacen la vida llevadera.

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