Notas al margen
David Fernández
Del cinismo de Sánchez a la torpeza de Feijóo
SE ha conmemorado un año más el aniversario de la proclamación, por la pura chamba del desconcierto, de la II República Española. No han faltado instituciones ni personas particulares que aprovechando la fecha hayan pedido el advenimiento de un régimen republicano para España a ver si a la tercera va la vencida. Han optado por una III República y no por la restauración de la segunda, un avance sin duda en el reblandecimiento mental de la izquierda española. No parece que tengamos república por ahora, mientras que quienes la pidan sean los representantes de un pensamiento pobre que hace sinónimos a la fuerza: república, revolución, izquierda. Todavía si se pidiera el retorno al imperio de Carlos V o a la grandeza y prudencia de los reinos de Felipe II, pensaríamos que deseábamos para España lo mejor, pero pedir otra república con la experiencia de las dos pasadas parece esconder un deseo de empeoramiento.
Los psiquiatras le dan un nombre al deseo enfermizo de que todo empeore y vengan desgracias y desastres para diluir en ellos el malestar propio y hallar explicación a la tristeza personal en la desdicha de todos, un estado mental patológico que suele pasar desapercibido pero que no es tan raro. La inmensa mayoría de los Estados del mundo son repúblicas y sabemos que el régimen político no garantiza nada. Hay repúblicas que parecen monarquías, como la francesa, y otras, como la somalí o la chadiana que se acercan bastante a lo que debe ser el caos. Trujillo, los Duvalier y Pinochet fueron presidentes de repúblicas, y Corea del Norte y casi todos los ideales Estados de África son repúblicas. De la II República Española, ejemplo universal de torpeza política y de desgobierno, origen de una guerra fratricida, con sus secuelas de dolor y desastre que llegan hasta hoy, se quiere hacer un mito como el del rey don Sebastián.
Los mitos son mitos y las leyendas, leyendas. Podemos convenir que son formas distintas de contar la historia, pero lo mejor para sucesos recientes es remitirse a la Historia y a los historiadores. Incluso para los acontecimientos remotos: para explicar la guerra de Troya Homero no basta, y para explicar y comprender la guerra de España no sirve cantar En el frente de Gandesa, una hermosa y nostálgica canción de trincheras. Una futura república no es un imposible. De momento no parece que la tendencia vaya por ahí; pero, si lo fuera, se tendría que parecer más a la francesa que a la venezolana y, desde luego, nada a los dos precedentes republicanos españoles. A lo que no se puede aspirar es a vivir en mundos de leyenda. Por lo observado, quienes claman por otra república albergan en la mente una leyenda, un mito, no un periodo histórico. Creo que la Iglesia actuó con ligereza al suprimir el Limbo, otro mito, lugar ideal para los republicanos melancólicos.
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