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antón costas. catedrático y presidente saliente del círculo de economía de cataluña

"Por fin ha llegado el momento de subir los salarios en España"

  • Afirma que "el único antídoto contra el populismo es pegar crecimiento y progreso social", si no estamos abocados a "la decadencia y la barbarie".

El catedrático y ex presidente del Círculo de Economía catalán (2013-2016), Antón Costas, en su visita a Sevilla.

El catedrático y ex presidente del Círculo de Economía catalán (2013-2016), Antón Costas, en su visita a Sevilla. / mj lópez

Antón Costas es gallego de nacimiento (San Pedro de Matamá, Vigo, 1949) y catalán de adopción. Ingeniero industrial y catedrático de Política Económica en la Universidad de Barcelona, ha sido el primer académico en presidir el Círculo de Economía (de 2013 a 2016), el prestigioso e influyente lobby empresarial catalán. Prolífico articulista y escritor de numerosos libros, ha visitado Sevilla invitado por el Observatorio Económico de Andalucía. Sacrifica la siesta para atendernos largamente antes de su intervención ante un público ávido por conocer sus reflexiones.

-¿Hemos superado la crisis en España?

-Va por barrios. Desde la óptica de la actividad económica, sí: España ha demostrado que cuenta con mejores fundamentos para crecer a largo plazo de lo que se pensó durante muchos años y, por ello, tiene perspectivas más prometedoras que el resto de países de la UE. Pero desde el punto de vista social, no ha acabado: mucha gente se ha quedado en la cuneta y tiene dificultades para integrarse en la vida laboral; aún hay un esfuerzo muy importante que hacer ahí.

-¿Esta recuperación va a ser un espejismo o algo prolongado?

-No quiero plantear una especie de optimismo tonto, pero no somos los parias europeos, ese país que se dibujó desde Berlín y Bruselas de despilfarradores e improductivos. Hemos crecido un 3,2% anual, tasa que, si se mantiene en el tiempo, permitirá que se doble la riqueza nacional en diez años.

"El populismo ganará en más países: mucha gente ha perdido la fe en el sistema y los líderes actuales"

-¿Qué parte de responsabilidad han tenido en esta remontada las políticas de ajustes?

-Ninguna. Las políticas de austeridad han sido una barbaridad. Yo intenté muchas veces convencer a mis amigos ministros y altos funcionarios europeos de que eran un error. De hecho, la recuperación de la economía tiene que ver más con el hecho de que, en 2015 y 2016, hayamos suavizado esa austeridad, reduciendo a menor velocidad el déficit público. La austeridad no cumplida nos ha beneficiado en los últimos años.

-Entonces, ¿cuáles han sido los motores del cambio?

-Ni los vientos de cola de Europa ni la reforma laboral de 2014. La clave ha estado en la productividad de las empresas medianas y grandes, mucho más elevada de lo que creemos. Desde 2001, hace 16 años, España es el país de la OCDE que mejor ha conservado su cuota de exportación en un escenario muy duro de globalización, con un euro fuerte y caída del comercio internacional. Algo habremos hecho bien, no podemos estar continuamente mortificándonos. Es más, en 2008 no ingresábamos nada por exportar servicios no turísticos (ingeniería, finanzas, consultoría, I+D), pero en 2016 alcanzamos 170.000 millones de euros.

-Este año se tienen que recortar otros 7.700 millones para cumplir con el déficit, ¿de dónde saldrán?

-Este año la economía española será de nuevo la de mayor crecimiento de PIB y empleo de la UE. Y a Bruselas no le quedará más remedio que ser flexible. España en lo que se tiene que centrar es en dos cosas: fortalecer su productividad y mantener el clima social y laboral actual. Lo primero debe hacerlo mejorando el tamaño medio de las empresas. Si fuésemos capaces en los próximos años de mejorar su dimensión media tendríamos una mina de productividad. Además, si logramos prolongar el clima social y laboral que hemos mantenido estos años difíciles, esto será un maná del cielo. Somos el único país europeo donde no ha aparecido una derecha xenófoba y donde el populismo de izquierdas es democrático y europeo. Y eso no es algo menor.

-¿Ha llegado el momento de subir los sueldos?

-Claramente sí. Por fin hay espacio para una mejora de los salarios mínimos. Hay que decir con rotundidad a las empresas que el camino es la mejora de la productividad, no los salarios bajos.

-¿El Estado debe dar un empujón a las empresas para que crezcan?

-La filosofía de las políticas públicas fiscales, financieras y laborales favorecen el liliputismo empresarial. No tiene sentido. Tenemos que conceder las ayudas públicas a aquéllos que quieren crecer.

-¿Cómo se puede lograr que crecimiento económico y progreso social vayan de la mano?

-Contra la pobreza, la exclusión y el desempleo hay que luchar por tierra, mar y aire. La primera arma es romper con la austeridad. Y la segunda mirar hacia sectores con gran capacidad de creación de empleo para personas que no tienen una gran cualificación: el turismo, el sector inmobiliario -que no debería volver a tasas de crecimiento alocadas, pero sí mantener un porcentaje del 7% sobre el PIB-, y las industrias de retail (consumo y distribución minoritaria). Con un millón adicional de facturación en una empresa como Google se crean 0,6 puestos de trabajo, mientras que en otra como Mercadona se generan seis o siete. Nuestro país debe saber combinar una educación para los jóvenes que mire al futuro y que fomente capacidades elevadas, pero en el corto plazo buscar salidas para los desempleados que tienen un nivel de habilidades y de conocimientos no muy elevado.

-¿En qué se deben formar los jóvenes mirando a ese futuro?

-No lo sabemos, pero sí le puedo decir que un papel muy importante lo debería jugar la Formación Profesional (FP), que es una las debilidades de nuestro país al tener un 97% de empresas pequeñísimas y sin capacidad para absorber a estos jóvenes. Los que tienen bachillerato, FP de segundo grado o un grado universitario tienen menos desempleo y mayores ingresos (un 25-30% más) que personas de la misma edad sin esa formación.

-¿Qué hacemos con los que no pueden encontrar trabajo en su país y tienen que hacer la maleta?

-Yo tengo tres hijas y todas han salido fuera, en parte porque les gustaba, en parte porque aquí no encontraban nada. Pero yo a eso no lo llamo emigración. Emigrar emigró mi padre, que se fue a Brasil con un desgarro tremendo para poder darle de comer a la familia.

-Pero es distinto irse por falta de oportunidades que para seguir formándose, estudiar idiomas...

-Salir de España es bueno para ellos y para el país. Se van por falta de oportunidades, lo acepto, pero la mayor parte retornará. Mis hijas ya están de nuevo aquí y empleadas las tres. Los que se queden fuera serán el puente para apoyarnos en ellos y que nuestras empresas vendan más en otros países.

-El Brexit, Trump, Le Pen... ¿hacia dónde camina el mundo?

-El péndulo de la historia tenía que girar de sentido. Desde los 80 han prevalecido políticas basadas en la idea de que la globalización era una cosa buena en sí misma que beneficiaría a todos. Los gobiernos liberales se han quedado en la comodidad de ese pensamiento. Pero este cosmopolitismo dogmático optimista, sin embargo, no tenía mucho fundamento y ha dejado durante 30 años a mucha gente en la cuneta. En algún momento estas personas tenían que hacerse oír. Qué sucede. Que, desgraciadamente, quienes mejor huelen los vientos de cambio de la historia son los populistas. Pero las soluciones que ofrecen son peligrosas, como ocurrió en los años 30. Los líderes de esta nueva era son personas con un tipo de razonamiento muy limitado que creen que el retorno al nacionalismo económico, al proteccionismo comercial y al cierre de las sociedades son la panacea. Estas soluciones serán tan perturbadoras como lo fue aquel cosmopolitismo globalizador tonto.

-¿Asistiremos al contagio de este populismo a muchos más países?

-Sí, porque los problemas en los que se fija son reales. Veremos más casos porque mucha gente se ha quedado al margen de la prosperidad y ha perdido la fe en el progreso. En un escenario de este tipo, la idea populista tiene mucho gancho. El pesimismo es lo que está alimentando el apoyo electoral a estas ideas. Pero debemos decir a nuestras sociedades que la solución a los problemas reales no pasa por las propuestas populistas, sino por apostar por tres cosas: mantener una economía de mercado razonable, un control de las finanzas exigente -como el que hubo desde los años 30 hasta 1998 cuando Clinton desregularizó las finanzas internacionales- y un papel importante del Estado, tanto en el fomento de una economía competitiva y dinámica como en el mantenimiento de unos programas y seguros sociales que permitan al conjunto de la sociedad beneficiarse del avance del PIB. Como dijimos antes, tenemos que volver a pegar crecimiento económico y progreso social. El gran esfuerzo de las próximas décadas será volver a reconstruir ese contrato social.

-Hoy por hoy, ¿hay alguna opción política que defienda esta visión?

-Desgraciadamente en este momento no. Pero éste es el antídoto contra el populismo. Hay que reinventar el liberalismo, necesitamos un liberalismo progresista, ya sea de derechas o de izquierdas. Nos hace falta ese pegamento que se pudo crear tras la Segunda Guerra Mundial cuando la llamada socialdemocracia y la democracia cristiana coincidieron en ese tipo de contrato social. Eso hay que volver a rehacerlo porque si no la alternativa es la decadencia o la barbarie.

-Si actualmente no existe esa alternativa, ¿pasarán décadas hasta que todo se reconduzca?

-La lucha de hoy y de la próxima década no será tanto de reformas o políticas específicas como de ideas. Hay que convencer a la sociedad de que hay un camino distinto: que se puede mantener la confianza en la economía de mercado para generar riqueza, pero también en el Estado y en la sociedad para repartirla. Éste es el gran reto. Y eso no nos va a venir ni del cosmopolitismo del que estamos saliendo ni del populismo de izquierdas ni de derechas. ¡Progresistas a las trincheras! porque la lucha será titánica.

-Empiezan a oírse voces que relacionan lo que está pasando hoy en el mundo con el caldo de cultivo de los años 30 cuando se fraguaba el ascenso de Hitler al poder...

-Eso es exagerado. Ese temor es bueno tenerlo por razones pedagógicas porque es un gran incentivo para hacer las cosas de otra manera. Pero no veo a las sociedades actuales occidentales como las de los años 20 ó 30. Hoy hay muchos mecanismos que impedirían que los Gobiernos hicieran las políticas de entonces. Dos ejemplos. Trump se ha encontrado con muchos obstáculos a su veto a los inmigrantes musulmanes. Y Teresa May creía que el Gobierno solo podría declarar el Brexit, pero ha tenido que pasar por el Parlamento.

-¿Las resistencia cívica que se está produciendo en EEUU contra Trump derivará en algo grave?

-Si se refiere a una guerra en el país, me cuesta pensarlo. Tenemos muchos mecanismos de freno de las injusticias. Esto no significa banalizar ni despreciar los riesgos.

-Hablemos de Cataluña. ¿Es cierto que los empresarios estén huyendo de allí "como de la peste"?

-Yo creo que mi amigo Javier Vega de Seoane, presidente del Círculo de Empresarios, no se expresó bien. Más que a una realidad, creo que se refirió a un temor. La economía catalana no se está viendo afectada, de momento, por el tema independentista: en 2016 creció un 3,5%, tres décimas más que España.

-La Generalitat ha dicho que necesitará la colaboración de las empresas para recaudar el IRPF, ¿estarían dispuestas a hacerlo?

-Cualquier decisión unilateral sería ilegal y eso pondría a las empresas en la encrucijada. Los catalanes somos gente muy legal, no haremos nada que esté fuera de la legalidad ni en el ámbito de los impuestos ni en el de la consulta. Nada se hará por las bravas en Cataluña.

-¿Entonces no cree que vaya a haber una convocatoria de un referéndum por parte del Govern?

-En Cataluña no habrá consulta si no es legal y acordada. No habrá una convocatoria ilegal, eso ya se hizo el 9-N. Hacerlo de nuevo deslegitimaría la estrategia soberanista de Convergencia y de ERC, los dos partidos que protagonizan una lucha fraticida por el poder.

-Tras la escalada de tensión de los últimos años, coronada esta semana con el juicio a Mas y sus consejeros por el 9-N, ¿hemos llegado a un punto de no retorno?

-Las encuestas indican que, si se realizase un referéndum independentista, habría un empate técnico, por lo que deberíamos tener sosiego. Unos deberían evitar la tentación de la ruptura y otros poner encima de la mesa propuestas que den una respuesta satisfactoria al malestar de la sociedad catalana.

-¿Se conformaría la Generalitat a estas alturas con una mejora del autogobierno y la financiación?

-Espero que en los próximos meses los dos grandes partidos, PP y PSOE, junto a C's, hagan una propuesta razonable. Ello implicaría tres cosas: un avance en el autogobierno para enmendar el sentimiento de amargura y humillación que dejó la sentencia del Constitucional contra el Estatuto de Cataluña en 2010; más financiación para mejorar la educación o la sanidad; e incluir el catalán como lengua oficial del Estado español.

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