Hípica

Los caballos de extramuros

  • El programa hípico de la Feria del Caballo hunde sus raíces en los juegos de toros y cañas del Arenal musulmán. El alcalde Álvaro Domecq diseñó el actual calendario y Miguel Primo de Rivera lo unificó e internacionalizó en los años sesenta.

Hubo un momento en la historia local en el que la feria de Jerez se convirtió en Feria del Caballo. El monarca medieval Alfonso X El Sabio concedió al municipio en el siglo XIII el permiso para la celebración de una muestra de ganado que atraía a traperos ingleses, lenceros bretones o mercaderes de Flandes que venían a comprar vinos y cambistas españoles y extranjeros de orígenes distintos, según relatan los libros de historia de Jerez.

Estos primeros encuentros de comerciantes en el sur del sur estaban localizados en la calle Feria y hasta allí llegaban en carro, mulos o caballos desde sus lugares de origen. Pero la feria fue buscando ubicación a lo largo y ancho del municipio hasta establecerse de manera definitiva en el punto que hoy conocemos, el parque González Hontoria, en nombre del alcalde de entonces, Julio González Hontoria, cerrando así el recinto de Caulina a principios del siglo XX. La de Caulina ya era una feria que empezaba a parecerse a la que entendemos hoy. Fue la primera en disponer de alumbrado eléctrico y había vino, casetas, trajes de gitana y actividades ecuestres heredadas de aquellos juegos de toros y cañas que la plaza del Arenal acogió durante épocas musulmanas, pues fueron los árabes quienes convirtieron al caballo en un símbolo local mucho antes que el vino o el flamenco.

En los años treinta, cuarenta y cincuenta del siglo XX había más coches de motor en el recinto ferial que carruajes y jinetes y muy pocos lucían el atrezo ecuestre que hoy inmortalizan guiris de toda procedencia. Vehículos, enganches y caballistas compartían un paseo todavía pobre, gris y desigual, como la España de la época.

Una fecha admitida por todos para considerar el origen de la actual Feria del Caballo son los años sesenta, cuando el joven vasco Miguel Primo de Rivera agrupó e incorporó a la semana del caballo creada anteriormente por Álvaro Domecq actos hípicos adicionales alrededor de la feria de primavera, que hasta entonces era el espacio en el que intercambiar ganado y maquinaría. El alcalde del régimen no era un apasionado de los caballos pero tenía "responsabilidad de alcalde", dice su hijo Michi, altura de miras para envolver la feria de mayo en un calendario ecuestre que heredó la democracia y que se mantiene vivo a pesar de él mismo.

El programa hípico de la Feria del Caballo tuvo un momento de gloria. En las décadas de los setenta y los ochenta, Jerez era uno de los principales puntos de encuentros de la familia hípica internacional. La semana de mayo celebraba un raid internacional por los duros caminos rurales de la viña jerezana, un concurso de saltos en la pradera de Chapín o un concurso completo de enganches, además del acoso y derribo, de la doma vaquera, de la exhibición de enganches, del Caballo de Oro y, por supuesto, de Equisur, una de las muestras ganaderas más antiguas de España.

Sin embargo, y a pesar de los esfuerzos locales por atraer más participación, el programa ecuestre paralelo al paseo de caballos de la feria ha ido adelgazando en los últimos treinta años de manera proporcional al esplendor que ha ido incorporando el paseo de caballos del Hontoria, donde desfilan los mejores carruajes, jinetes y amazonas de Andalucía.

En estas fechas, con una democracia recién estrenada, la Feria de Jerez era la mejor feria del mundo. El corredero del Cortijo de Vicos se quedaba pequeño para garrochistas, vacas, público y vehículos. La disciplina ecuestre perdió su carácter federativo hace pocos años, y ahora es la propia asociación de garrochistas local la encargada de organizar una de las citas más icónicas de la Feria de Jerez.

Una dura prueba de maratón atraía hasta los caminos rurales de la campiña jerezana a los mejores caballos de España de la disciplina, la mayoría cruzados con sangre árabe, la mejor adaptada para la disciplina más extrema y exigente del abanico ecuestre.

A Jerez también se le escaparon tres días de competición en carruaje. En Chapín y Vicos se concentraba la reducida familia andaluza que había reconvertido el coche de paseo en un coche de deporte. En la pradera municipal se disputaban las pruebas de doma y manejabilidad y en las praderas militares, la exigente prueba de maratón.

Concurso Internacional de Salto de Obstáculos "Derby de Chapín" De herencia británica, el salto de obstáculos se instala en Andalucía por los siglos de los siglos, amén. El de Jerez además fue uno de los concursos más importantes del momento y aquí coincidían la infanta Elena con Luis Astolfi, con la saga Whitaker o con la saga Maldonado. De todo aquewllo no queda nada. Bueno sí, el recuerdo, el mal recuerdo de los Juegos Ecuestres Mundiales.

También importado de tierras británicas, el concurso de polo fue uno de los primeros en caer. Su sede natural era Chapín, donde de hecho se encontraba el club de polo de la ciudad hasta la apertura de la escuela municipal de equitación en los años ochenta.

Otra de las fotografías más internacionales de la Feria del Caballo. El caballo haciendo una parada a raya en la cara del presidente del jurado. Cubriendo su propia imagen en una nube de arena que es el vivo retrato de las faenas de campo. La doma de trabajo se convirtió en doma de salón, hoy admirada y protegida por la Federación Hípica Española. Los mejores jinetes de doma vaquera de hoy siguen rodeando en rojo la fecha de Jerez en el calendario que cuelga en la pared del guadarnés. Y el Depósito de Sementales sigue siendo el sancta sanctorum de la modalidad desde hace más de cuarenta años.

No es el mejor encuentro de coches de época. La plaza de toros de la Maestranza de Sevilla custodia el título. Pero el de Jerez tiene su interés por ser la ciudad que alberga las colecciones más antiguas y geniales de la Andalucía más profunda. Las piezas de Yeguada Militar, del Depósito de Sementales o de familias de figurón como la de Petra Domecq han dado a Jerez un caché que nunca ha tenido Sevilla

El premio que se sacó de la alforja el alcalde Miguel Primo de Rivera allá por los años sesenta para reconocer la labor de toda aquella persona o institución que haya trabajado vivamente por la divulgación de Jerez y su feria es hoy un galardón que sólo tiene cierto peso en cierto sector social de Jerez. Es un premio cada vez más cerrado y con menos repercusión en la vida hípica nacional e internacional. En esta ocasión, el mérito es para el ganadero y escultor jerezano Nicolás Domecq, propietario de un chorro de caballos considerados campeón de campeones en Equisur e hijo, primo y hermano de otros tantos caballos de Oro.

Posiblemente, sea la esencia del programa ecuestre de la Feria. El concurso morfológico de Pura Raza Española sigue estando considerado por los ganaderos como una de las citas con más prestigio de España, a pesar de no ser la cita más importante del año. Pero sí, en esencia es lo mismo porque hasta Jerez llegan curiosos e interesados en la sangre más noble y bella de la raza, que aún está en Jerez.

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