Lunes de Feria

Para comenzar, un día de tanteo antes de ir al ataque

  • Exquisita tranquilidad en el Real del Hontoria en el primer día 'en serio' de la fiesta. Los cruceros 'desembarcaron' varios autobuses en la fiesta del parque para delicia de los visitantes.

CON el viento de levante dando lo mejor de sí mismo en algunos momentos la decisión más correcta que se podía adoptar era resguardarse en las casetas y buscar su embriagador refugio de entoldados, vinos y frituras varias. Y eso fue justamente lo que hicieron los pocos que ayer se decidieron a inaugurar en serio la Feria del Caballo. Tomarse una copita tras el alumbrado, no nos engañemos, no deja de ser una ceremonia similar a una declaración de intenciones pero ni mucho menos una ‘puesta de largo’.

El lunes de Feria es un huérfano, un día del que todo se puede esperar pero que si no lo da tampoco pasa nada. Eso fue justamente lo que acaeció ayer: se trató de una jornada de rodaje donde todo comenzó a ajustarse para que a partir de hoy ruede en consecuencia sin que el motor de la fiesta se gripe. 

Fue una jornada de echar aceite en los rodamientos de las rodillas, en los de los tobillos  y en los de los gaznates... Un día, a fin de cuentas, de ir haciendo cuerpo en una de esas jornadas que tanto gustan a los feriantes más exclusivos: ver y dejarse ver, aunque por los Paseos, tal y como fue el caso, pocas personas pasaran.

No fue extraño, ni mucho menos, contemplar a camareros mano sobre mano a eso de las cinco de la tarde, ni mucho menos resultó descabellado contemplar a las gitanas portuguesas dejarse los ojos buscando solapas en las que encasquetar un clavel y cocheros dejando los carruajes como los chorros del oro trapo en mano (y todo ello en mitad de un erial de polvo y albero). La tranquilidad incluso fue gratamente rota por cuestadores de Cruz Roja Española pidiendo donativos para acciones solidarias que, como todos sabemos, algún día podrían tenernos como beneficiarios.  

Por los suelos aún se podían ver restos de alambres y algún tornillo perdido durante las tareas de montaje de las casetas. 

Quienes no faltan son los turistas. Los touroperadores, ágiles donde los haya, no dudaron a la hora de mandar a Jerez varias lanchas de desembarco con forma de autobús para que sus pacíficos soldados hollaran las playas del Hontoria. Por las caras de asombro tiene uno la certeza de que se lo pasaron bien.

Más que un día de transición fue la transición de un día, aquella que va del ambiente sereno del mediodía al ajetreo noctámbulo del botellón, donde las bolsas con licores, refrescos y hielos van inundando los alrededores del Real, alredores que casi valdría llamar ya arrabales.

Esa caldera que es el González Hontoria comenzará hoy a subir la temperatura. Y lo hará porque el de ayer fue un día de tanteo y de tonteo. Quien más y quien menos llegó, tanteó, actuó enconsecuencia y, minutos más tarde, bajo los efluvios de ese Dios Baco disfrazado de burbijas que es el rebujito terminó... tonteando.

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