La primera, a oscuras

El sábado de 'preferia' es un reloj de arena. Los granos van cayendo sin remisión. El tiempo se agota y la gente empieza a beber a oscuras. El inicio oficial se acerca y hay que paladear estos instantes previos entre camiones de caterings lebrijanos, fábricas de cubitos de hielo de Utrera y repartidores de Cruzcampo. Sevilla ha tomado el recinto ferial jerezano. Las cajas y cajas de cartón de todos los finos del mundo se apilan sobre los postes de un alumbrado que sueña ya con encenderse. En esas estamos cuando aparece El Moli, que sigue cinco años después en el Rincón Libertario de CGT, para prepararle a su gente la tradicional paella del día antes, con sus cigalas y todo. Glorioso Fernando en la cocina. Para chuparse los dedos. Y está Pepe el del Rody dando las últimas puntadas en la caseta de Holcim. Y Fermín Plata y compañía en El Alboroto, en frente de los amigos del Cristo de la Viga, que disponen una ración de vigazos delante de la Virgen del Socorro y antes de que la caseta se empete. Nadie habla de la crisis aunque flota en el ambiente.

La fina capa de lluvia con que ha arrancado el sábado no invita al optimismo, pero la Feria aún no ha comenzado. Al menos de forma oficial. Hay tiempo de que el cielo abra y se llenen las mesas y el albero se asiente. En Kung-fu ya no se cabe. Allí todo el mundo baila la segunda... y la tercera, mientras muchos trabajadores sudan jugando a equilibristas sobre un andamio para repintar lo que quede por retocar en la fachada.

"¿Aquí está la cosa completa para trabajar?", pregunta un chaval con su currículo en la mano. "Pregúntale al jefe, que está ahí dentro", le replican. En la calle, rodillos impregnados de pintura rematan exteriores repetidos de años anteriores, al tiempo que sobre los peldaños de las escaleras hay mujeres empeñadas en colgar farolillos y ajustar todos los telones que cubren los techos de las casetas. Alfileres de colores. "Pedazo de caseta que nos vamos a montar...". Suenan las primeras sevillanas. "Qué no nos falte de ná...", canturrea otro. Un plato de jamón del que se pega en la traquea pasa de largo sin prisa pero sin pausa. Viene hidratado. "A ver si con tanto hablar de tortilla, al final van a cobrar por una 15 euros...", advierte un casetero.

El tiempo se agota. Todo tiene que estar a punto para esta noche, cuando se encienda el interruptor que activa el millón largo de bombillas que abriga el Real del González Hontoria. "Sólo nos quedan los rematitos", dice un amigo de la caseta de Onda Cero, mientras el trenecito de la comunión de Alba colapsa el tráfico de una de las rotondas entre el paseo de Las Palmeras y el paseo Nuevo. "¿Ya está el vino frío?", pregunta alguien en el templete de González Byass. ¿Entonces? "Está el día hoy pa estar acostao o pa ponerse a jugar al parchís..." Sigue la fina lluvia y el cielo encapotado. "Como encima nos llueva... Menuda ruina". Comentarios aislados. La gente curra como si la Feria se aislara plenamente de las coyunturas, de las recesiones económicas. Como si la crisis fuera una leyenda urbana de la que todo el mundo habla pero que nadie ha padecido nunca en sus carnes. Junto al Motoclub Xispas hay varios módulos de casetas sin montar. Cosas del poco dinero, probablemente. Otras casetas de las conocidas como 'discotecas' ya tienen su carteles con cubatas a precios muy competitivos y la música a toda pastilla. La Feria se engalana contra el reloj. Se pone guapa para romper definitivamente esta misma noche. Para algunos, habrá más días que ollas. Fijo. "Convía picha, qué tiene menos detalles que el salpicadero de un Land-Rover..." La juerga está armada. Disfruten.