Miércoles de Feria

Al sol que más calienta

  • Uno de los días álgidos de la fiesta llega con la temperatura a punto de ebullición en el más amplio sentido de la palabra

“¡Quillo Israel, anda ligero que nos quedamos sin hielo!” Esta era la advertencia que le hacía una joven ayer a su compañero que llevaba en una bolsa el ‘kit’ para prepararse unos ‘rebujitos’ o lo que fuera. Lo que estaba claro es, que como no se dieran prisa iban a tener que enfriar la bebida a soplidos, porque CALOR, así, con mayúsculas, era la palabra que estaba ayer en boca de todos  en el Real. Parece mentira que hace sólo dos días estuviéramos aún con ropa de abrigo y, tras el primer aviso que ya no dio la jornada del martes, ayer el mercurio por poco se sale del termómetro. Y este incremento de la temperatura hay que tomarlo además en el más amplio sentido de la palabra, porque es a partir de este punto de la fiesta cuando la cosa se pone a punto de ebullición.

Porque, a pesar de la crisis, mira que había ayer gente en el Real, pero también me gustaría hacer una serie de apuntes. Primero: a las dos y media de la tarde el parque González Hontoria estaba todavía relativamente tranquilo, se podía encontrar sitio en alguna terraza sin demasiados problemas y también era relativamente fácil cruzar de un lugar a otro del Real sin tener que andar esquivando a jinetes y enganches. Lo que está claro es que la hora punta en las casetas cada año se está atrasando más, y en esta ocasión podría situarse alrededor de las cuatro de la tarde.

Un poco tarde para comer, la verdad, pero sociólogos habrá que estudien los motivos de este retraso. Se nos ocurren un par de ellos: Uno es que si los privilegiados que tienen trabajo salen a las tres de la tarde, entre pitos y flautas pueden tardar una hora más en llegar al Real: que si voy a casa, que si me cambio y me visto de gitana, que si espero al autobús o me llevo un buen rato buscando aparcamiento... La segunda razón es que los no tan privilegiados quieren disfrutar de la fiesta pero sin hacer demasiado gasto, así que se van comidos de casa. Esta segunda me ofrece alguna que otra duda, porque ya les digo que a las cuatro estaba todo a rebosar, aunque quizás las consumiciones hayan sido menores. En La Crujía por ejemplo estaban pasándoselo en grande los alumnos de quinto curso del Aula de Mayores de la Universidad de Cádiz, que habían concertado ayer su comida y no les faltaba ni gloria. Porque las casetas estaban llenas, pero parece que los caseteros han tenido miedo a los efectos de la crisis, y en muchas de las fachadas había una pizarra anunciando sus atractivos: “Tenemos aire acondicionado”, “Hoy, actuación”, “Hablamos alemán” (escrito en alemán, claro)...

Tampoco vamos a olvidar el tópico de que ayer era el día de las mujeres, tópico no exento de realidad pero, ¿es que no había ayer hombres en el Real? ¿es que no había niños a pesar de que, en teoría, aún había colegio? ¿Es que no había caballistas y enganches? Pues claro que sí, a mogollón. Es más. Casi les podríamos decir si nos apuran que este año hemos visto menos corros grandes de mujeres cantando y bailando en medio del Real, pero claro, quizás estaban resguardándose del sol y el calor.

Eso sí, nos encontramos con un grupo que hacía por muchos porque nada menos que veintidós mujeres del  Centro de Día de Mayores de la zona Sur se plantaron ayer en el parque González Hontoria todas con idéntico traje de gitana, de lunares, confeccionado por ellas mismas.

Estas mujeres además habían seguido a pies juntillas los dictados de la moda flamenca para este año: el vestido con manga larga, para estar aún más ‘calentitas’. ¿Es que no se dan cuenta los diseñadores de que esta no es la Feria de Sevilla, que normalmente permite ir más abrigado? Aunque, en cuanto a moda flamenca se refiere, hemos podido ver de todo, con y sin mangas, largos y cortos, con zapatos de esparto o con tacones y plataforma. Chapó por aquellas que se atreven a afrontar toda una jornada de Feria subidas a una especie de pedestales. Al menos la cara de ninguna delataba sufrimiento. Pero ya que estamos hablando de flamencas, ¿donde se quedó la costumbre de, al menos el día de las mujeres, de no cobrarles el billete de autobús a aquellas que fueran a la Feria vestidas de gitana? “¡ay hijo, ¿pero este año tenemos que pagar!” Se quejaba una señora con sus volantes reglamentarios plantada en jarras ante el chófer. “Lo siento señora -le respondía este-, pero este año el Ayuntamiento no nos ha dicho nada”. La crisis, que está presente en cualquier sitio, y aún podemos darnos con un canto en los dientes de haber podido coger un autobús hasta la Feria tal y como estaba la cosa hace tan sólo unos días. Eso sí: a más de uno y de dos  no les funcionaba el aire acondicionado y sólo cuando lograban coger algo de velocidad se colaba una ligera brisilla por las ventanas abiertas.

Así las cosas, no vean lo que se agradecían los abanicos publicitarios de cartón que se repartían a la entrada de la Feria. Prácticamente todo el mundo llevaba uno moviéndolo a diestro y siniestro. Lo raro es que no se levantara en el parque González Hontoria un verdadero ventarrón a causa de tanto abaniqueo colectivo.   

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