Sábado de Feria

Un western a la jerezana

  • Calor, remolinos de albero y menos público pintan una recta final en el Hontoria a prueba de 'tipos duros' Hoy, el broche lo ponen la bajada de precios en las casetas y en los cacharritos

Clint no vino a la Feria. No encontré la figura de Eastwood a caballo entre el resto de los jinetes, mascando tabaco y escupiendo después, justo antes de disparar. No hallé su alargada sombra mordiendo el albero. "Qué extraño", pensé, "si aquí se puede rodar una renovada versión de 'El Bueno, El Feo y El Malo'". Sí, en un González Hontoria bajo una nube de polvo en suspensión, un paseo de caballos acalorado y caluroso, mientras el viento te regala un remolino de partículas. Una Feria que parece patrocinada por Ventolín. Albero en el ambiente. Días grandes para los alérgicos. Los cantaores, que estos días ofrecen sus recitales en el Real, 'entusiasmados', quejosos de que el albero "no nos deja trabajar".

Un sábado atípico, con un descarado descenso de asistentes respecto a otros años. Se notaba incluso antes de entrar porque era "bastante fácil aparcar" en los alrededores, comentaban algunos visitantes. Ya en el Real, el movimiento de coches de caballos sí era el habitual de tiempos atrás, aunque con menos coordinación. El calor invitaba al transeúnte a rascarse el bolsillo en las casetas, que lucían la mayoría de ellas con las terrazas llenas. En algunas, ciertos caseteros avispados incrementaban el precio de la carta un 10% por sentarse fuera. Y si podía, redondeaba ese porcentaje al alza sin ningún tipo de vergüenza. "Allí hay aire acondicionado", decía una señora con la boca seca, dirección a la calle de la Paquera de Jerez. E hizo bien. Hasta cierta hora lo más indicado era ponerse a resguardo de los elementos meteorológico adversos que azotaban en el exterior. Sol, calor, algo de aire, y el protagonista de las crónicas de Feria de este año, el albero. El concepto más mencionado de los últimos seis días. De tanto repetirlo, lo mismo algunos responsables aprenden la lección para mejorar las condiciones del Real el próximo año. Aunque la memoria, a veces, peca de cortita.

Un dato destacable, el elevado número de visitantes de otras localidades de la provincia y extranjeros presentes en el González Hontoria. Desde el 'guiri' en bermudas y chanclas, hasta el gentleman inglés, con su tradicional chalequito. Ninguno de ellos pasaron desapercibidos, aunque sí bien recibidos en cada caseta. Otro dato, las despedidas de soltero, y solteras (como les gusta subrayar a los políticos). ¿Vestidos de qué? Pues de gitana, de qué va a ser.

Un número de ciudadanos que se fue incrementando con el paso de las horas. Se llenan las calles y a la par la zona de cacharritos, que a media tarde era la bien denominada 'calle del infierno'. Sergio Leone pensó en ella para sus películas.

Pero, después de una semana contando la fiesta, ¿es acaso cada Feria diferente a la del año anterior? Todos saben lo que allí se cuece, pero habría que hablar de lo que no tiene o de lo que le sobra a la Feria. Para algunos caseteros a la Feria le sobran días, a pesar de que ya está recortada en uno. Para otros les falta vigilancia policial, aunque según el Ayuntamiento este año se ha ampliado. Se ve en los carteles que anuncian algo así como 'Zona controlada por cámaras', aunque, ¿graban de verdad o son intimidatorias? Si hacen su efecto... Para los feriantes (ciudadanos que acuden al Real con asiduidad) les falta días y dinero para vivirla. También sobra picaresca, como las peticiones de firma para ciertas y dudosas asociaciones de sordos (lenguaje, a propósito, que algunos de los que hacen estas peticiones desconocen), la venta insistente de gafas de sol, collares, tabaco... No sobraba alegría, y faltó tiempo para empaparse de ella.

Hoy, último día de Feria, los cacharritos bajan de precio y las casetas también. Un día de rebajas para ponerle un broche a la fiesta. Domingo de resaca. Pero hay vida después de la Feria. Muchos agradecen ese regreso a la rutina. No hay bolsillo, ni cuerpo que aguante casi siete días de Feria. Ni el tipo más duro del spaghetti western se atreve a tanto. Hay que ser de aquí para entenderlo.

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