La última confesión de la princesa Amalia de Holanda sobre sus visitas al psicólogo desde que era niña, ha destapado que los miembros de la realeza también sufren trastornos mentales.
Es más, la presión de su papel público y de los medios de comunicación les hace más propensos a padecerlos. La hija de los reyes Guillermo y Máxima no es la primera que ha puesto el foco sobre el problema.
El príncipe Enrique, nieto de Isabel II, lleva años señalando la importancia de cuidar la salud mental. El ejemplo de su madre, la recordada Diana de Gales, pudo ser el detonante de que renunciara a su estatus real cuando vio que la historia del acoso mediático se repetía en su esposa, Meghan Markle.
Ya en el siglo XVI la hija de los Reyes Católicos, Juana de Castilla, sería conocida para siempre en la Historia como Juana la Loca. Por un lado existe la teoría de que Juana nunca padeció una enfermedad mental, sino que fue una víctima de su padre, Fernando, quien al encerrarla en Tordesillas convirtió una enajenación transitoria –su peregrinación fúnebre en plena epidemia de peste– en un trastorno crónico. Otra interpretación atribuye el estado mental de la reina a las continuas infidelidades de su marido, Felipe el Hermoso, lo que magnificó sus celos hasta enloquecerla. Aunque la visión más verosímil es que sufría una psicosis acrecentada en los momentos más turbulentos de su vida.
Menos conocidos son los cambios de humor de Felipe V, el primer rey de España de la dinastía Borbón. De la euforia a la depresión con preocupante rapidez, sufría trastorno bipolar y poco a poco sus comportamientos extraños fueron derivando a la locura extrema. Como su antojo de no cortarse las uñas de manos y pies hasta que le crecieron tanto que no podía ni andar.
Pese a que la única que confesó sus trastornos alimenticios y su depresión fue Lady Di, la familia real británica tiene un largo historial de miembros con enfermedades mentales.
En la serie The Crown, de hecho, se relata cómo la princesa Margarita, hermana de Isabel II, al acudir a recibir tratamiento psicológico, investiga los antecedentes de su familia y descubre que cinco primas suyas fueron internadas en secreto en un hospital psiquiátrico en 1941 y declaradas públicamente muertas. En la realidad se tiene constancia, al menos, de dos: Katherine y Nerissa Bowes-Lyon, quienes tenían un gran retraso mental.
También a la madre de Felipe de Edimburgo, Alicia de Battenberg, le diagnosticaron esquizofrenia en 1930 y por ello fue repudiada por su marido, el príncipe Andrés de Grecia y Dinamarca, e internada a la fuerza en un psiquiátrico. Cuando logró controlar su enfermedad, se dedicó a labores de caridad en Grecia. Sarah Ferguson y el mismísimo príncipe Carlos han reconocido, además, que en su vida han tenido que recurrir a ayuda especializada para superar sus problemas y miedos.
La heredera Victoria de Suecia también sufrió anorexia en su juventud y Mako de Japón, hace unas semanas, desarrolló un cuadro de estrés postraumático debido al intenso escrutinio mediático y a las críticas hacia ella y su ya marido, Kei Komuro, con el que logró casarse superando los impedimentos de la arraigada tradición de la familia imperial.
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