Jerez
  • La artista japonesa, que cuenta con dos récords Guinness en apnea, busca espacios en Jerez y Cádiz para exponer sus espectaculares e impactantes fotografías subacuáticas

  • La autora, que se considera una mensajera de los océanos, busca concienciar sobre la coexistencia en este planeta y que los humanos no somos los dueños

Ai Futaki, mensajes desde casa

Ai Futaki, de la mano de un cocodrilo, en una de sus inmersiones. Ai Futaki, de la mano de un cocodrilo, en una de sus inmersiones.

Ai Futaki, de la mano de un cocodrilo, en una de sus inmersiones. / Fabrice Dudenhofer

Escrito por

Arantxa Cala

Lleva el mar dentro. Debajo de agua, la vibración viaja cuatro veces más rápida. Las emociones también. Ai Futaki siente más el peligro en mitad de una calle de Tokio que buceando entre ballenas. 

Nacida en Kanazawa, ciudad también llamada el pequeño Kioto, Ai es hija única y vive en una casa frente al mar en Hayama, a una hora de Tokio. Antes de tener memoria, ya nadaba. Así se lo contaba su madre, pero sus primeros recuerdos del mar son jugando en la orilla con los cangrejos. El agua, un medio en el que se siente en casa.

Imágenes de Ai Futaki, durante la entrevista. Imágenes de Ai Futaki, durante la entrevista.

Imágenes de Ai Futaki, durante la entrevista. / Miguel Ángel González (Jerez)

Con 22 años entra en una crisis existencial y decide encerrarse en su cuarto. "Al cabo de dos meses me dije que todavía era joven y que mi vida no podía terminar así. No sé de dónde pero me vino una intuición, algo me dijo que tenía que volver al mar. ¿Qué hago? Me preguntaba".

Se marchó a Honduras y se inició entonces en el buceo con tanque. Era el lugar más barato del mundo en ese momento para hacerlo. Allí fue para practicar además el español que ya sabía y que no quería perder. "Ya debajo de agua sentía que ahí es donde tenía que estar, pero el tanque, con el ruido y las burbujas, puedes observar cosas, filmar y fotografiar, pero me impedía tener interacciones con los animales. Ya hay mucha gente que graba y hace fotografías, así que yo me cuestionaba esto. Sin embargo, un amigo me propuso hacer apnea. Ese fue el momento decisivo. Todo se juntó (y une sus manos con un ¡plaf!). Es mi propio pulmón, igual que las ballenas, los delfines... Pude entrar en su mundo y moverme como uno de ellos, algo que el tanque no me permitía". 

Ai explica que la apnea "no es competitiva, como mucha gente piensa. Al principio, para mis filmaciones, buscaba profesionales que hicieran apnea, los mejores... pero los peces se iban, no veía la conexión. No buscábamos lo mismo: yo quería conexión y esa persona ir más profundo, aguantar más. Así que de nuevo me hice preguntas: ¿Lo tengo que hacer sola? ¿Tengo que estar yo en el escenario?... Para mí, la apnea no es el objetivo, es la manera de estar. Trato de no estar bajo agua el máximo de mi tiempo porque entonces luego en superficie la recuperación es más larga. Bajo menos tiempo, 1,30 o 2 minutos, pero más veces. Y llego a los 20-25 metros, hasta donde alcanza la luz del sol".

Dice que en las inmersiones, "en el momento no recuerdo nada ya que en esos instantes el cerebro usa un 20-30% de oxígeno, así que pensar y actuar es tarde en la naturaleza. Yo dejo mi Ai humana en tierra y cuando bajo me centro en el momento, sin dejarme llevar por las emociones, ni sus vibraciones para que ellos (los habitantes marinos) no las sientan. Estoy en el momento. Es casi como una meditación. Sí.". A veces, Ai baja sola, otras lo hace con un fotógrafo o un cámara. El mar siempre debe estar en calma. "Siento que tengo una gran capacidad de conectar con ellos (mamíferos marinos, sobre todo) y eso es lo que me mueve. No sé por qué, pero siento que es mi misión. Hay una gran conexión. Siento que es algo que tengo que hacer. Soy una más de ellos. Nos hablamos con los movimientos y las miradas". 

"Mi labor, mi mensaje, es la coexistencia en este planeta, los humanos no somos los dueños. Ese es el objetivo de mis trabajos, lo que quiero mostrar". Cuando Ai comenzó no existían tantas redes sociales, "y a la gente le daba un poco igual lo que yo quería hacer". Así que para tener voz, en 2011 registró su nombre en el libro Guinness por ser la mujer que había buceado a pulmón la distancia más larga (90 metros) sin ayuda de aletas, récord que conserva. También, el mismo día logró el récord con aletas (100 metros), pero en ese ha sido superada.

Ai estudió Cine Documental, es embajadora del océano para el Ministerio de Medio Ambiente de Japón, ha colaborado con la fotógrafa Isabel Muñoz y con el diseñador Issey Miyake. Ha trabajado en documentales para canales como Discovery Channel o la televisión pública japonesa NHK. Además, ofrece charlas TED en las que llama a que los humanos “se reconecten con el agua”. 

Ha vivido en México, Cuba, también ha hecho apnea en Tailandia, entre otros muchos países. "La elección de mi destino depende en parte del presupuesto que tenga en ese momento y de dónde están los mamíferos, con los que siento más conexión". En España ha buceado de momento por las Islas Canarias, aunque le gustará probar otras zonas también. 

Tiene una larga lista de destinos en mente, "pero uno de ellos sería bucear con belugas en la región ártica y subártica; y con la ballena azul, el animal más grande del planeta, con los pingüinos grandes... Uno de los países que más me ha impresionado es Dominica (no confundir con República Dominicana) donde viven los cachalotes, el único sitio donde los identificaba por las colas. Digamos que pude tener una 'relación', una conversación, así como que ya nos conocíamos después de bajar varias veces. En una de las ocasiones, las madres se fueron muy profundo (hasta 2.000 metros) para cazar calamares gigantes. Allí permanecen unos 40-45 minutos. Las crías no podían bajar todavía tanto y se quedaron más en la superficie, y yo con ellas. En una de las interacciones, vi que ya se marchaban y pensé: pues mamá ya vuelve. Yo me quedé y uno de ellos se paró, se volvió, me miró e hizo un movimiento con todo el cuerpo como diciéndome: oye, ahí tenemos ya el almuerzo. Te invitamos a calamares gigantes". Me quedé parada como diciendo yo creo que calamares gigantes más bien no voy a comer (ríe). Y ya se fueron pero como diciendo, vale, no vienes, pero nos vemos pronto. Y no fue una 'conversación' que sintiera yo nada más; ahí estaba la cámara. De hecho, yo, que no podía nadar tan rápida como ellos ni estar tanto tiempo debajo de agua, me convertí en alguien a quien tenían que cuidar. Ellos bajaban la velocidad para estar conmigo. Si no hubieran querido se hubieran ido".

Ai insiste en la concienciación "Sí. De hecho, para cambiar algo, hay que hacerlo de corazón, no sólo desde el pensamiento, para que ese cambio perdure. Mis fotografías no tienen título porque quiero que el espectador tenga su propia conversación con las obras y que les mueva algo dentro. Yo no tengo la respuesta, ni la solución, también busco; yo comparto lo que estos animales me transmiten debajo de agua. Por eso digo que soy la mensajera subacuática. Así me considero, yo mando sus mensajes". 

Cree que nuestros orígenes están en el agua. Se toca la barriga para recordarnos que venimos de "la madre-océano. Quizás yo en una vida anterior viví bajo el mar. Hay que recordar además que nuestro cuerpo es más de un 60% líquido... Y aunque no podemos vivir debajo del agua, todos estamos conectados ya que sin el mar no podríamos respirar, comer... Creo que el mar lo llevamos dentro". Cree firmemente que todo tiene su espíritu.

Ai, buceando junto a una ballena. Ai, buceando junto a una ballena.

Ai, buceando junto a una ballena. / Darren Jew

La imagen de Ai cogida 'de la mano' de un cocodrilo es fruto de un trabajo de varias semanas. "Fui poco a poco acercándome a él. Al principio toqué su cola, no hizo nada. Otro día le di masajes en las patas, por encima, por debajo... Se quedó muy relajado y así pude cogerle la mano'", cuenta. ¿No le dio miedo? "A mí me da más miedo estar en medio de Tokio, Barcelona, Madrid... En la naturaleza, siempre hay una señal antes de que suceda cualquier cosa. Por las vibraciones, ellos notarían antes que yo misma si tengo miedo o cualquier otra emoción. Los animales no comen todo el rato, como nosotros podemos hacer por placer. Ellos lo hacen para ganar energía. Obviamente, si veo peligro, me voy. Yo nunca pensaré que a mí no me va a pasar nada porque yo haga apnea desde hace años. Si fuera con esa actitud, con ese ego, yo no estaría aquí ahora. Yo voy a casa de quien sea que vive ahí abajo y nunca les pierdo el respeto porque quiero que ellos me respeten también. Si quiero algo, yo haré primero". 

Ai reconoce que para no perder el centro hay que volver siempre a los orígenes o, no olvidar nunca de dónde vienes. La naturaleza es uno de esos lugares en los que reencontrarse. "Y si no tienes la posibilidad de ir, pues a través de las fotos también puedes tener esa conexión", comenta Ai. "Todo está conectado, pero antes cada uno tiene que conectar consigo mismo". 

"Yo no soy fotógrafa de naturaleza. Lo que me interesa son las conexiones con los animales. No busco un enfoque perfecto. Cuando saco la foto es porque algo me dice que haga clic en ese momento, es algo que siento. Quiero mostrar esa conexión, porque la gente sabe que existen esos animales, pero no conectan con ellos. Por eso entro en escena, no para que la gente me vea o quiera ser famosa, sino para que se vea que hay un humano que bucea con ellos emocionalmente". 

Futuras exposiciones en Cádiz y Jerez

La artista japonesa, invitada por una amiga, ha visitado Jerez y Cádiz, localidades en las que ha tenido entrevistas con Diputación y la Delegación de Cultura del ayuntamiento jerezano con la intención de exponer sus obras en la provincia, en la sala Rivadavia en Cádiz y en los Claustros en Jerez. Exposiciones que serían benéficas, ya que las piezas serían donadas después a asociaciones de niños con enfermedades. 

Las imágenes que se podrán ver son fotografías realizadas tanto por la propia Ai, como por otros fotógrafos profesionales en algunas de las inmersiones de ella. "Estoy muy emocionada por poder traer mi trabajo aquí. Es todo un placer". 

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