Cruz Vieja: unos vinos con solera
El rebusco
Bodega fundada por el médico Faustino González
Sus hijos han preservado su legado
Si hace unas semanas valorábamos positivamente la recuperación de las antiguas bodegas de los Fernández-Gao por parte de la familia Sánchez-Gago, en esta ocasión trataremos de otra familia bodeguera que, con menos tradición en el sector, han conseguido situar su marca en una posición destacada, bien valorada por los especialistas. Sus propietarios pueden presumir de su fino, con 93 puntos Parker sobre 100, como de su oloroso, amontillado y palo cortado, que no bajan de los 92 puntos. Unos vinos están en la carta de restaurantes con estrella Michelín como Aponiente, Avantal, Dani García o Quique Dacosta. Nos referimos a las bodegas de Faustino González, y a su gama denominada Cruz Vieja.
Aunque nacida en el corazón de Jerez pocos conocen su historia.
Un médico entre botas
El origen de esta compañía fue, se puede decir, un capricho. O más bien la vuelta a las raíces de su fundador, a las suyas, y a la de su familia política.
Vamos por parte, nos referimos a D. Faustino González Aparicio, este conocido médico, nacido en Zamora en 1918, se trasladó a Jerez en los años 40 del pasado siglo, teniendo como destino la remonta militar.
Por allí iba de vez en cuando la joven Carmen García-Mier y Zorrilla, cuyo padre, afamado ganadero jerezano, llegaría a ser el representante de la casa Domecq en México.
La pareja se casó en 1947, y fruto de esa unión nacieron 16 hijos. En ese tiempo, Faustino, obtuvo plaza como médico de cabecera en la Seguridad Social, lo que le granjeó el aprecio de muchos jerezanos durante los años que ejerció esas funciones.
Pero además de atender a sus obligaciones profesionales, y a su numerosa prole, a D. Faustino le atrajo la idea de tener su propia bodega. Dicho y hecho. Era una manera de reencontrarse con esas labores agrícolas de su infancia, ya que su familia paterna tenía viñas en Toro.
Por otra parte, a mediados de los años 50, la gran familia se mudaría al amplio caserón existente en calle San Juan Grande nº7, que fuera propiedad del bodeguero Félix Ruiz y Ruiz, y anteriormente de un Domecq.
Un sueño hecho realidad
En 1970 compraría a Mercedes Aranda de Paúl una partida de 220 botas, conteniendo viejas soleras, algunas centenarias.
Los antepasados de Mercedes Aranda eran José Paúl Pasquín e Inés Angulo y Núñez de Villavicencio, miembros ilustres de la sociedad jerezana y vinatera, aunque uno de sus hijos, José Paúl y Angulo, les salió algo radical de ideas.
Esta importante remesa de vino la hizo trasladar desde las dependencias de la calle Paúl a unas antiguas caballerizas, que antes fueron bodegas, situadas en la calle Barja, propiedad de su esposa, y donde actualmente se encuentran, en pleno barrio de San Miguel.
Dos años más tarde, y para mantener refrescados estos vinos añejos. adquiere la finca El Carmen, en el Pago de Montealegre, que tiene clasificación de jerez superior.
Se embarca en replantarlo con viñas, después de haber estado dedicado a otros cultivos. Con la tradicional poda de 'vara y pulgar' hacen la vendimia manual y pisan la uva. El mosto llega a la bodega donde fermenta en madera y sigue el sistema del Marco del Jerez de envejecimiento en criaderas y solera.
Primero se iniciaron en las labores de cosecheros, criadores y almacenistas, vendiendo los vinos jóvenes a otras bodegas, como Lustau, Wisdom&Warter, Álvaro Domecq entre otras, pero desde hace unos cuatro años decidieron, según cuenta Jame González (Jerez, 1961), embotellarlo bajo la marca de Cruz Vieja.
Una producción artesanal con apenas 8.000 botellas entre fino, oloroso, amontillado y palo cortado que salen anualmente de esta pequeña bodega, con capacidad para 500 botas, para el mercado nacional, así como para Francia, Inglaterra, Escocia, Estados Unidos y Japón.
Manos expertas estuvieron, desde los inicios, al cuidado de estos exquisitos caldos. Al veterano capataz, Juan Sánchez, 'el manoplas', le sustituyó Joaquín Eslava 'barrigola'. En la actualidad ejerce estas funciones Rafael Navarro.
El fallecimiento de D. Faustino, en el 2002 y de Dña Carmen, el pasado año, ha unido, aún más, a todos los hermanos en torno a este capricho que tuvo el padre hace más de cuarenta años, convirtiéndolo en una realidad con futuro para la familia, y para el jerez.
De Japón a Jerez
Del país del sol naciente vino a Jerez, en 2014, Momoko Izumi, que un tiempo antes había obtenido con méritos la distinción de venenciadora oficial por el Consejo Regulador. Su estancia contaba con el apoyo de la propietaria del Sherry Club de Tokio, Michiko Takahashi. Este selecto local cumplirá en el 2017 sus treinta años de existencia.
Su trabajo durante este tiempo consistió en coordinar la edición del que será el mejor libro sobre los vinos de Jerez en japonés, y que verá la luz a finales de este año.
Las bodegas de Faustino González le sirvió de base para tener un conocimiento directo de todo el proceso de elaboración de los vinos, desde la vendimia hasta el embotellado, además de ejercer una eficaz labor como embajadora de la casa, venenciando sus vinos y atendiendo a todo compatriota que visitaba Jerez para conocer el vino de la tierra.
En la primavera del 2017 volvió a su país de origen, donde continua con su labor incansable en la promoción del jerez, y soñando con volver algún día a su añorado Jerez, y a 'su bodega' de acogida.
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