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La página ecuestre

Caballos sin techo

  • El refugio malagueño CYD Santa María acoge a los equinos moribundos que han sido maltratados y abandonados

"Algo debe cambiar para que todo siga igual". La célebre frase la pronunció Frabrizio Corbera, príncipe de Salinas, protagonista de la gran obra literaria El Gatopardo, de Giuseppe Tomasi de Lampedusa. Esto ocurría hace más de cien años en la Italia de mitad del XIX. La cita sigue en pleno vigor y sirve para adaptarla al guión de una historia tan real como el crudo pasado que han escrito sobre su lomo la treintena de caballos, yeguas y ponis que ahora descansan en paz en el refugio equino malagueño CYD Santa María.

Todo comenzó hace ahora una década. Una amazona valenciana, Concordia Márquez, circulaba en su vehículo hacia un concurso ecuestre por la Costa del Sol cuando se encontró con un caballo desnutrido y en lamentable estado físico en la cuneta de la carretera. El frenazo sobrevino desde el subconsciente. En el remolque donde viajaba su caballo de concurso había sitio para otro más. Así que como pudo embarcó a aquel desconocido que pedía ayuda desde el asfalto. Más tarde pensaría en cómo resolver la papeleta. "Llegaré al concurso y allí intentaré regalar el caballo a alguien", recuerda su hermana Virgina.

Poco tiempo después, Concordia y su marido decidieron comprar una finca en la Costa del Sol en la que albergar a la importante cantidad de caballos maltratados y/o abandonados que sobreviven como pueden en el sur de España. "Cuando se encontraron con aquel primer caballo no supieron qué hacer, dónde llamar ni dónde acudir. Había un vacío administrativo y legal tremendo; eso fue el origen de esta aventura". En la actualidad son 30 los ejemplares que descansan en el refugio malagueño. Algunos encuentran una nueva familia, solo aquellos a los que su pasado no los ha dejado marcados para siempre. "La mayoría de los caballos y yeguas que llegan lo hace para terminar sus días aquí, pues es imposible darlos en adopción", explica Concordia. De hecho, cuando Concordia adquirió el terreno se propuso sustituir cada vida equina que expiraba en su casa por un árbol conmemorativo. Hoy, el refugio es un frondoso panorama. "Aquí no había nada cuando llegamos", explica Virginia mientras señala alrededor del picadero, cuajado de jóvenes árboles.

Todos los animales que tienen la suerte de entrar en el refugio malagueño lo hacen en las peores condiciones físicas y psíquicas Las propietarias han establecido tres patrones distintos en un primer diagnóstico. Por un lado, está el grupo de caballos, yeguas y ponis accidentados en la vía pública. Los siniestros en los que se ven envueltos equinos y vehículos es una constante en las carreteras españolas, sobre todo en las comarcales. Por otra parte, se encuentra el grupo de caballos terminales a los que sus propietarios han abandonado porque ya no son útiles y solo requieren alimento y agua y eso se traduce en dinero. Solución: a la calle. En tercer y último lugar, hay que destacar el grupo de animales que arrastran lesiones y enfermedades crónicas y que los propietarios no están dispuestos a soportar. Caballos de salto, de doma, de clase de equitación… Animales desahuciados a los que la mala pata, y nunca mejor dicho, les ha privado de una muerte digna.

El refugio contesta una media de veinte llamadas telefónicas al mes, una cifra que se dispara en época estival registrando índices vergonzosos. El albergue está en estrecha comunicación con las fuerzas de seguridad y de conservación de la naturaleza (Guardia Civil y Seprona), que de alguna manera celebran y agradecen la existencia de un centro de estas características, ya que las competencias, que recaen sobre los ayuntamientos se disipan como una nube de humo en la atmósfera. "Hoy, por fin, tenemos una ley que hace responsables a los ayuntamientos de la guarda y custodia de los equinos. El problema es que ningún municipio tiene instalaciones ni medios necesarios para acoger animales abandonados de tamaño superior al de perros y gatos, por lo que se desentienden". El refugio se 'come' al año una media de 72.000 euros en mantenimiento, manutención, sanidad y administración, es decir, unos doce millones de pesetas. Si este importe se dividiera entre los ayuntamientos de los municipios a los que da cobertura el remolque del refugio, se podría reducir hasta unos diez mil euros por localidad, una cifra que es capaz de asumir hasta el consistorio con menos recursos. "Estoy acostumbrada a que me digan que estoy loca, pero quiero vivir en esta locura. Yo estaré aquí hasta que me arruine", sentencia Concordia, que observa orgullosa a los caballos a los que les ha reservado una muerte digna. Para más información, se puede consultar el número de enero de la revista Trofeo Caballo (www.trofeocaballo.com).

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