Programación Guía de la Feria de Jerez 2024

El perfil de Manuel Á. González Fustegueras

Cabezas llenas de pájaros

  • Breve repaso por la trayectoria de Manuel Ángel González Fustegueras, el urbanista que colaboró con Pacheco mientras la ciudad crecía contenida y que se marchó cuando la ciudad se desparramó

Recibo una llamada: “Oye, ¿qué es eso de lo de Fustegueras?”. Me llama la atención porque a mi interlocutor, profesor universitario, le ha importado siempre un pepino la política local.  “Lo que lees”. “Qué raro, ¿no?”. “Sí, es raro”. Y es raro, aunque no debería serlo. Un partido se dirige a un profesional con experiencia en la gestión, con curriculum contrastado, y le dice que qué le parece pasar a la esfera pública. Lo público acude al mercado privado. Tarde, es verdad. ¿Y? Una empresa que tiene problemas con las nóminas, el suministro y los proveedores y no arroja beneficios tendría derecho a prescindir de su ejecutivo por mucho que este dijera que la culpa no es suya, sino de una nefasta gestión anterior. Y tendría razón o no, pero la empresa buscaría en el mercado otro perfil. En política eso es raro. Continúa la conversación: “Pero  es un tipo listo, ¿qué pinta ahí?”. Y esa frase me hace reír. Es verdad: entrar en política es de tontos si eres listo, pero, a su vez, es de listos si eres tonto.

En esa confusión semántica, Manuel Ángel González Fustegueras, uno de los urbanistas más prestigiosos de Andalucía, es un perfecto tonto. Fustegueras es una persona inteligente que adapta su oficio a un modelo que haga más fácil la vida de la gente. Es de los que considera que la función en cualquier trabajo no consiste en hacer feliz a los demás, pero sí en no  hacerla infeliz. Ese ideario, no necesariamente de la izquierda, a la que Fustegueras siempre perteneció, es la que genera ‘tontos’, según estos tiempos. 

Pacheco se topa con Fustegueras a finales de los 80. Se encuentra a un joven arquitecto dispuesto a cambiar las cosas en una ciudad tenebrosa en su viejo esplendor, recogida sobre sí misma. Y Fustegueras piensa en una ciudad luminosa, en una ciudad a escala humana. Pacheco cree en él.  Con su inseparable amigo Andrés Luque, Fustegueras se hace cargo del urbanismo con un plan de trabajo que consiste en gestionar por las mañanas y dibujar por las tardes. En lo que luego sería la Gerencia de Urbanismo, un instrumento modélico de creación de ciudad, copiado hasta la desfiguración en otras localidades, dos chavales pintan una ciudad. Es  en esas tardes en las que con un lapicero se eleva el tren y se diseña un electroshock al centro que nunca se verá realizado. El impacto de Fustegueras con la realidad se produce en el 95. Hasta ahí, la ciudad había crecido con impecable contención. Cada pastilla urbanística se rodeaba de servicios, zonas verdes. Trabajo arduo compactar un mapa disperso, donde los crecimientos dejaban islas de vaquerizas y autoconstrucción ilegal. Cuando ese modelo cambió, cuando los unifamiliares pasaron a ser  bloques tumbaítos y  dejaron de ser zonas residenciales asequibles, cuando el pulso lo ganó un promotor cercano a Pacheco, Fustegueras dio un portazo. Los ‘listos’ se callan y miran a otro lado. El no. Fue una reacción ideológica y también un gesto de amistad, lo que ahora no viene a cuento contar. La amistad es de tontos, porque los listos dejan amigos en la cuneta sin volver a mirar el cadáver, justificándose en que en esta jungla no hay amigos. Fustegueras tampoco es de esos. Un tonto, ya digo.

Inició una carrera profesional de éxito. Tenía ideas y sus ideas se compraban por originales y prácticas. Sevilla compró y, pese a las críticas habituales, Sevilla se volvió más racional. Pero, sobre todo compró, y aquello fue el momento más deslumbrante, los momentos que hacen felices a los tontos, Montevideo. Era un plan social de equilibrios imposibles. Ricos en el pantano y pobres en los cerros en un ejemplo integrador, sin guetos. El periodista Manuel Muñoz Fossati describe Montevideo, una ciudad de la se enamoró, como una ciudad feliz (partiendo de lo absurdo del término como hecho global).

Como buen tonto, Fustegueras, puro éxito, no buscó ático en un rascacielos con ventanales a un hormiguero, sino un refugio, reconstruido por él y su equipo, en la calle Santa María, un despacho amplio, en falso desorden, alfombrado de planos. Fustegueras te recibía con un whisky para hablar de formas y lógicas.

Hasta el tipo más tonto de los tontos sabe que si te ofrecen no planear, sino hacer un mecano en un agujero negro como Marbella, lo mejor es decir mira, no. Pero ampliando el arco del concepto de la tontería, Fustegueras dijo sí,  ordenaría esa cacharrería. Y lo hizo con dignidad. Marbella nunca será una ciudad modelo, pero se dibujó oxígeno en el cemento.

Se llegó a ilusionar de nuevo con Jerez cuando fue  llama para asesorar el nuevo PGMO, el Jerez definitivo. No podía ser de otro modo que Fustegueras dijera una tontería: “Jerez tiene que mirar al río”. Pero el plan se desarrollaba y Jerez sólo miraba rendimientos de suelo. Jerez enloquecía, crecía sin ton ni son, recaudaba hoy para generar innumerables gastos mañana. Y él se salió. Otra vez.

Fustegueras es un idealista con la cabeza llena de pájaros. Y realista, porque sabe que los pájaros de la cabeza deben volar fuera. Es por eso que cuando le proponen alguna  idea para su ciudad, que  si estádispuesto a sumergirse en el caos, dice que sí, pero nada de broncas políticas, solo ciudad. No, no, esas no son las reglas. Así que cuando mi interlocutor dice “pero este tío es listo, ¿no?”, yo pienso no, muy listo no es. A estos tontos se los rifan en otras ligas

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