Don Juan, nuevo guía espiritual de las Fuerzas Armadas Españolas
El arzobispo castrense toma posesión ante la presencia de la ministra Carme Chacón y la cúpula militar y con el respaldo de los cuatro cardenales españoles, 33 obispos y más de cien sacerdotes
Con un brindis por el Rey y por España ante la cúpula militar, monseñor Del Río escenificaba, al término de los actos celebrados ayer en Madrid, su nueva posición al frente del arzobispado castrense tras una celebración religiosa en la que el nuncio, monseñor Manuel Monteiro de Castro, le hizo entrega de las 'letras apostólicas' y del báculo como símbolos de su nueva condición en la jerarquía eclesiástica española.
Fue una eucaristía que supo a despedida definitiva para Jerez y una entrada en la prelatura militar con un explícito apoyo institucional merced a la presencia de la ministra de Defensa, Carme Chacón; el Infante de España, don Carlos de Borbón -en representación de la Casa Real-; el jefe del Estado Mayor de la Defensa, el general del Aire José Julio Rodríguez Fernández; y el embajador de España en la Santa Sede, Francisco Vázquez, entre otras autoridades.
También se evidenció un absoluto respaldo de la Iglesia con la presencia de 33 obispos y los cuatro cardenales españoles, entre ellos el presidente de la Conferencia Episcopal Española, Rouco Varela y el cardenal Amigo.
Con puntualidad, a las diez de la mañana, en una mañana fresca entre nubosa y soleada, se inició la pontifical con una larga procesión de entrada compuesta por los más de 150 presbíteros concelebrantes, entre ellos una veintena de sacerdotes asidonenses, que entraron en la Catedral de las Fuerzas Armadas completamente llena por cerca de medio millar de invitados. El factor diferencial de ese escenario estuvo en los numerosos altos mandos de los ejércitos, todos con uniformes de gala, así como del Cuerpo Nacional de Policía y Guardia Civil.
Para completar el protocolo, seis suboficiales de la Guardia Real dieron escolta al nuevo arzobispo desde el inicio de la ceremonia. Ocupaban una lateral de la nave del templo mientras que el otro se reservó para la familia del arzobispo, en primera fila junto a amigos y relaciones de Don Juan llegados desde Ayamonte y Sevilla, además del centenar de jerezanos y jerezanas que le acompañaron en tan trascendental día.
La nutrida representación de la ciudad la encabezó la alcaldesa, Pilar Sánchez, que ocupó sitio tras la ministra y junto al embajador en el Vaticano. También se vieron muchos rostros conocidos como los de la Unión de Hermandades, con su presidente al frente, Manuel Muñoz Natera; una representación del CNP de Jerez con el inspector Antonio Padillo; varios delegados diocesanos; Felipe Morenés como hermano mayor del Rocío, luciendo su medalla; Manuel Domecq Zurita y señora; Santiago Zurita; Francisco Garrido Arcas; Carlos González Rivero; Manuel Fernández García-Figueras; el hermano mayor del Soberano Poder, Iván Cote, integrado en el grupo de seminaristas diocesanos; José Castaño y José Torreglosa, entre otros.
Fue a las 10,25 minutos de la mañana cuando se produjo el momento en el que el nuncio entregaba a Del Río el báculo, instante que simbolizó su toma de posesión. La misa fue cantada magníficamente por el coro de la Catedral Castrense que eligió un repertorio litúrgico intercalado con algunas piezas clásicas.
La organización fue perfecta desde los primeros momentos con la recepción de los invitados y autoridades como en el desarrollo de la eucaristía para la que se ocuparon todos los rincones disponibles de la iglesia, incluidos aquellos que no tenían visión directa al altar lo que se salvó con una realización televisiva que se pudo seguir en varias pantallas.
No cabe duda que el maestro de ceremonias de la Catedral superó ayer con sobresaliente la difícil prueba de ordenar una celebración altamente complicada desde los puntos de vista litúrgico y protocolario.
Entretanto, en el exterior, el público se fue acumulando con el interés de saber qué estaba sucediendo ante tanto despliegue de seguridad, coches oficiales y tanta gala militar, no sin pasar por alto lo sorprendente que fue ver la procesión de entrada y salida con más de una treintena de mitrados caminando por la calle Mayor en dirección a la capitanía General de Madrid, cercana a la Catedral y que sirvió para que los cardenales, obispos y sacerdotes se cambiaran.
La pontifical se prolongó por espacio de casi dos horas abriéndose con una intervención del nuncio que ordenó la lectura del nombramiento después de que un acólito mostrara el documento. La siguiente intervención fue la del vicario general Castrense que había venido actuando como obispo accidental hasta la llegada del prelado jerezano.
Tras la entrega del báculo y tomar Del Río la Cátedra, el protocolo siguió con una acto de obediencia y reverencia que consistió en el saludo directo al nuevo arzobispo por parte de una representación de la curia del Arzobispado, miembros del servicio, seminaristas y un representante de cada ejército, Guardia Civil y Cuerpo Nacional de Policía. Monseñor Del Río leyó la homilía, a diferencia de la improvisación preparada que le gusta practicar. La circunstancia obligaba a ello.
Tras la liturgia de la palabra, cuya primera lectura fue leída por José Castaño, se llegó a la eucarística, la bendición y el canto de la Salve. A su término, el arzobispo, escoltado por la Guardia Real, abandonó la Catedral con dirección a Capitanía . Poco después se acercó a un salón adjunto donde se ofreció una copa. Allí departió con casi todos y sobre todo con su familia. Sin darse tregua, marchó en dirección al seminario castrense donde le esperaban los sacerdotes a su cargo desde ayer, seminaristas y algunos obispos. Eso sí, marchó junto con un Guardia Real de gala que le escoltó en todo instante donde quiera que fuera.
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