Esmerada formación
Coeducación
Elena Quiroga de Abarca, defensora de la libertad creativa
Elena Quiroga de Abarca nació en Santander el 26 de octubre de 1921. Hija de los condes de San Martín de Quiroga, tuvo una infancia y una adolescencia tranquila y acomodada, en la localidad gallega de Villoria, en la que aprendió mucho de la lectura y de la esmerada formación académica e intelectual que le dieron sus padres. Estaba integrada en los círculos de la cultura local, donde conoció a su futuro marido, Dálmiro de Válgoma. Una vez casados se trasladaron a Madrid, donde ella frecuentó los foros y cenáculos literarios y se incorporaría a ese nutrido grupo de narradores que renovaría la novela española contemporánea a mediados del siglo XX. Algunas de sus obras son La Soledad sonora (1949), La Sangre (1952), La careta (1955), La enferma (1955) y La última corrida (1958).
Con la obra Viento del norte (1950) consiguió el Premio Nadal. Ésta es la novela que tenemos en la Biblioteca Municipal de Jerez de la Frontera, y en ella cuenta las relaciones entre una joven sirvienta y su anciano señor. También le concedieron el Premio de la Crítica Catalana por su obra Tristura (1960). Otras obras de la década de los 60 y posteriores, ya que a partir de entonces sus publicaciones fueron más espaciadas son, Escribo tu nombre (1965), Presente profundo (1973), Trayecto uno (1953), El pájaro de oro, La otra ciudad y Grandes soledades (1983). El ambiente gallego impregna la mayoría de sus obras y se pueden observar ciertas resonancias en sus novelas con las de Emilia Pardo Bazán.
Fue una de las voces femeninas más relevantes de la generación de mediados del siglo XX y presenta los rasgos comunes de la preocupación por el hombre sujeto a las injusticias de la vida y la explotación temática de la experiencia vivida, como otros escritores de la época (Ana María Matute, Carmen Martín Gaite y Juan García Hortelano, entre otros). La palabra libertad tenía una gran significación para la autora, ya que dijo en algunas ocasiones: "Creo que todos [los de esta generación] nos caracterizábamos por la sensación de incomunicación, insolidaridad y soledad. Más exactamente: falta de libertad" y "Yo he escrito siempre con libertad y no hubiera permitido que me la quitaran". En reconocimiento a la extraordinaria producción novelesca, en enero de 1983, Elena Quiroga de Abarca fue elegida miembro de la Real Academia Española, siendo la tercera mujer tras María Isidra de Guzmán y la poetisa murciana Carmen Conde. Ella comenzó su discurso de agradecimiento elogiando a Pío Baroja y a Juan Antonio de Zunzunegui, antecesores que ocuparon el sillón "a" que ahora pasaría a ocupar ella misma. También habló muy bien de su buen amigo Álvaro Cunqueiro, tanto literariamente como personalmente. Dicho discurso fue calificado por la propia académica como más que un "retrato imaginario", una "evocación de su y de mi memoria" (refiriéndose a Cunqueiro).
Sus últimos años los vivió a caballo entre el pazo de San Nigrán (Pontevedra) y Madrid donde no solía faltar a las reuniones de la Academia. El 31 de agosto de 1995 sufrió una caída en su residencia del pazo y se fracturó la cadera. La muerte le sobrevino el 3 de octubre de ese mismo año y sus restos fueron trasladados a Villafranca del Bierzo, donde fue enterrada en el mismo panteón que su esposo.
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