Jerez se hace notar en el Vaticano
María José Santiago y Paco Cepero llevan el arte de su tierra ante el papa Francisco en una audiencia al pueblo gitano en la que se vivieron momentos de muchísima emoción.
No se había llegado al mediodía cuando el Vaticano sonó a Jerez. La voz de María José Santiago y la inconfundible guitarra de Paco Cepero captaron de pronto la atención de la sala Pablo VI, donde se estaba celebrando la audiencia pontificia que conmemoraba el cincuenta aniversario de la peregrinación a Roma del pueblo gitano.
Sencilla, tal y como había advertido, con mantón, traje negro alunarado, corales rojos y un flamenquísimo pañuelo, María José Santiago fue poco a poco adueñándose de la escena ante los aplausos de los más de 400 españoles congregados en el acto. Fue el tema dedicado a Ceferino Jiménez el que, al son de las guitarras de Paco Cepero y Juan Diego Santos, consiguió levantar de su asiento al papa Francisco, que en un gesto espontáneo recibió a la cantaora ante la atenta mirada de todos los que le acompañaban, entre ellos muchos familiares e incluso el cantante jerezano Juan Peña.
Tras fundirse en un sentido abrazo al Santo Padre, María José, embargada por la emoción y las lágrimas, exclamó, en medio del griterío de toda la sala, "España lo adora".
"Esta canción de Ceferino la ha compuesto este gran guitarrista como es el señor, Paco Cepero (al que el papa saludaba desde la distancia), que es muy famoso en el mundo. Ahora yo le voy a regalar un trocito de un villancico muy famoso en España y fuera también que habla de la vida de Jesucristo", apuntó mientras el Sumo Pontífice aseveraba con una sonrisa en su rostro la espontaneidad de la jerezana.
Sonó entonces 'Carita divina', ese villancico que la artista ha elevado a categoría mundial. El apabullante rasgueo de Paco Cepero y ese pulgar tan particular introdujo de nuevo a la voz de María José Santiago. Por momentos, parecía que la Navidad y el compás jerezano se había colado en el Vaticano para enamorar al papa, que no perdió en ningún momento la atención. El público rompió con un atronador aplauso para despedir a la 'embajada jerezana'.
Horas después, y ya más relajadamente en el hotel, Paco Cepero contaba a Diario de Jerez la experiencia vivida. "No hay palabras que puedan expresar lo que hemos sentido hoy. Cuando yo he visto al papa levantarse y abrazarse con María José se me han saltado las lágrimas. Es que eso no lo ha hecho nadie", exclamó.
El guitarrista reconocía haberse sentido orgulloso "de que el público haya disfrutado con nuestra música", y se queda "sobre todo con el momento en que María José se refirió a mí y el papa me habló con la mirada, y también con lo que hemos vivido aquí durante varios días, con gente de la India, de Azerbaiyán..., y visitando sitios tan espectaculares como la iglesia de San Pedro". Cepero admitió también que "este papa es para comérselo, es una persona entrañable y del pueblo".
El acto en sí fue uno de los numerosos eventos enmarcados dentro del encuentro que el papa Francisco mantuvo ayer en el Vaticano con 5.000 gitanos provenientes de todas partes del mundo y que sirvió para celebrar que, aunque sean diferentes, todos se sienten, como dijeron sus protagonistas, "gitanos, hermanos". Así lo dijo la directora de la Pastoral Gitana española, Belén Carreras: "Llorábamos de emoción y saltábamos, y al encontrarnos tantos gitanos se puede ver que todavía, aunque estemos en distintas formas, nos sentimos todos gitanos, hermanos".
"Nos hemos sentido más unidos, más familia, hemos revalorizado nuestros valores familiares", añadió al salir de la audiencia con la que se conmemoró el 50 aniversario de la considerada histórica visita de Pablo IV a un campo de gitanos en Pomezia, Roma.
Hubo también una exhibición de bailes tradicionales y relatos de experiencias que recordaron las situaciones de marginación y las dificultades de integración que en algunos casos sufre esta etnia.
El papa en su discurso lanzó un llamamiento a la sociedad para que se eliminen de la convivencia todos los prejuicios que llevan a la discriminación y aconsejó al pueblo gitano que busque la integración sin renunciar a su cultura.
"Ha llegado el tiempo de erradicar los prejuicios seculares, recíprocas desconfianzas que a menudo son las bases de la discriminación, del racismo y de la xenofobia", dijo el papa.
Palabras que fueron recibidas entre aplausos por un público que ondeaba banderas de España, Portugal, Ucrania y muchos otros países. Al concluir la audiencia, Francisco bajó y saludó a los que pudo durante varios minutos, mientras recibía numerosos regalos. En una de las puertas del Aula Pablo VI del Vaticano, donde se celebró el encuentro, se reunieron los gitanos españoles que portaban para diferenciarse un pañuelo de lunares.
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