Jerez se reencontró con su Cristo vivo

Tiempo de Cuaresma

Gran jornada cofrade con la celebración del Vía-Crucis de las hermandades en la Catedral. Muchos hermanos y devotos acompañaron a la cofradía de San Telmo.

El Cristo de la Expiración presidió el Vía-Crucis de las hermandades jerezanas en una jornada que nos regaló estampas históricas. / José Contreras
Manuel Sotelino

Jerez, 07 de marzo 2017 - 08:23

A las seis en punto de la tarde, las puertas de la iglesia conventual de San Francisco era un brocal por donde surgía un río de hermanos y cofrades que formaban un cortejo que tuvo alrededor de quinientos cirios acompañando al Cristo de Jerez. Se trataba de unos de los actos cuaresmales con más raigambre en el mundo cofrade de la ciudad: el Vía-Crucis de las hermandades, presidido este año por el Santísimo Cristo de la Expiración. Ahí es nada. Quiso el Señor acercarse más al centro de la ciudad para este acto de reflexión y recogimiento. Son los reglones torcidos con el que el Cristo escribe derecho la historia de una devoción centenaria. Cuatro siglos y medio de tradición en las playas de San Telmo que parecía haber querido acercarse al centro de la ciudad para celebrar este lunes de las tradiciones.

Muchos devotos ya quisieron acompañar el Cristo hasta las inmediaciones de la Catedral, lugar donde se celebró el Vía-Crucis, este año, con buen tino por parte del consejo y de la hermandad, con un libro conmemorativo con el que se podían seguir las catorce estaciones. El Señor iba en su paso de salida, flanqueado por cuatro hachones que cedieron los cofrades de la Defensión, y con un monte calvario sobrio pero esplendoroso. Pocas flores para esta jornada de reflexión cuaresmal. Cofrades de la Coronación, Salud de San Rafael, Prendimiento, Cinco Llagas, Santo Crucifijo, Amor y Sacrificio, Esperanza de la Yedra o el Rocío, tuvieron el honor de llevar sobre sus hombros algo así como cuatro siglos y medio de tradición jerezana. La corona del Rey de Reyes era uno de los estrenos de esta jornada. Una corona salida de las manos envidiables del imaginero Fernando Aguado. Y todo ello para hacer, aún más grande si cabe, la imagen que es el reflejo fiel del Jerez más genuino.

Una vez acabada la celebración del acto piadoso, que tuvo el refrendo de las hermanas franciscanas del convento de San José de la calle Barja, el Santísimo Cristo volvió al templo de San Francisco. Saltaron algunas saetas que sonaron a negras alabanzas desde Pedro Alonso. Es la forma de expresarse un barrio enamorado. Una vecindad que ya ansía poder volver a ver al Santísimo Cristo entre ellos. Aunque Cerrofuerte o Martín Fernández tendrán que esperar algunos meses. Magnífica jornada con un colofón con sabor a Campillo y mar. Y una vuelta, de nuevo, a San Francisco, hasta el Viernes Santo. Iglesia de San Francisco que durante todo el día permaneció cerrada a la espera de la salida del Cristo. Quizá, la única mella de una jornada histórica que privó a muchos devotos de poder entrar a dirigir sus oraciones como cada mañana. Pero si tiene una disculpa, es por tener claro que no todos los días, el Cristo de Jerez, sale en una jornada tan histórica, tan cofrade y tan jerezana.

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