Salvada por las mascarillas
Reinventados por el Covid en Jerez
Los diseños de Rocío Íñigo, Mimuchi Complementos, y buena mano con la costura le han permitido mantener un negocio ‘tocado’ por la suspensión de las celebraciones
El estallido de la crisis sanitaria se produjo un año justo después del traslado de su taller en Bizcocheros a la calle Honda, donde Rocío Íñigo regenta Mimuchi Complementos, una tienda-taller a pie de calle enfocada a la venta de bolsos, pendientes... que ella misma confecciona, aunque el grueso de sus ingresos provienen del alquiler de tocados para celebraciones–. Pero el negocio se vino abajo con la suspensión o limitación de aforo en bodas, bautizos, comuniones, y también de la Feria.
El salto de Bizcocheros a Honda funcionó muy bien, le dio visibilidad e incluso se disponía a alquilar un local más grande en la misma calle cuando saltó la pandemia. Los clientes comenzaron a llamar durante el confinamiento para retrasar alquileres de tocados y otros pedidos, primero para verano, luego para Navidad y después sine die, explica esta joven emprendedora, quien asegura que “las mascarillas me han salvado”.
Al principio de la crisis sanitaria ni se lo planteó, es más, le chocó cuando algunas marcas de moda comenzaron a comercializar mascarillas. A la postre, sin embargo, entendió que la mascarilla y todo lo que la rodea –fundas, también para los geles, colgantes, salvaorejas, que personaliza con iniciales, muñecos infantiles, escudos de equipos de fútbol, a juego con vestidos de y todo lo imaginable– podían ser una oportunidad de reinventarse, y así fue.
Durante el confinamiento empezó a hacer las mascarillas
que Acoje repartió entre sus asociados y luego se animó a hacerlas de diseño para familiares y amigos, hasta que se corrió la voz y comenzó a recibir llamadas preguntándole si las vendía. El empujón definitivo se lo dio la asociación de comerciantes a través de su puesto en el mercadillo del Arenal, que le ha servido de escaparate para dar a conocer su buena maña con el diseño y la confección, así como la gran variedad de artículos en torno al mundo de la mascarilla que comercializa en su tienda.
Gracias a las mascarillas, y al arrendador que tuvo a bien bajarle el alquiler e incluso condonárselo durante el confinamiento, Rocío Íñigo ha podido mantener su negocio, y aunque la demanda en las últimas semanas ha caído, “sigo reinventándome”, para lo que primero compró una bordadora para incorporar las iniciales a las mascarillas y ahora una máquina que le permite personalizarlas con abalorios.
“Estoy contenta de poder seguir tirando y sigo pensando en trasladarme a un local más grande cuando el virus lo permita para tener un taller más cómodo”, apostilla.
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