Vicasa es ya historia de Jerez

El apagón ayer del horno acaba en apenas dos horas con 114 años de actividad ininterrumpida en la planta jerezana

Vicasa es ya historia de Jerez
Ángel Espejo / Jerez

27 de noviembre 2009 - 01:00

En las paredes de la fábrica de botellas no queda un solo hueco libre. Las pintadas lo ocupan todo. Llenan cada rincón de la fábrica con frases, en muchos casos irreproducibles, dirigidas en su mayoría contra los responsables de Vicasa en Madrid y en Jerez. Las más ofensivas han sido tachadas. Es la huella de los 83 largos días de lucha de los trabajadores, la secuela del inevitable cierre que se decidió en un despacho de París, a casi dos mil kilómetros de distancia y contra el que aún hay quien trata de convencerse de que no había nada que hacer.

A las siete de la mañana de ayer se cortó el gas y media hora más tarde dejó de alimentarse el horno con la mezcla de arena, sosa, cal... la 'composición' de materias primas de la que se nutre el vidrio. Sobre las nueve y media, por la bocana de la línea 21, el último de los tres lineales de producción del único horno que quedaba en funcionamiento en la planta jerezana, salía la última botella fabricada en Jerez. No era diferente del resto del lote, pero era la última de la larga serie de más de un siglo de actividad ininterrumpida, la última de los millones y millones de frascos que han salido de Jerez para ocupar un pequeño hueco en las estanterías y vitrinas de todo el mundo.

Apenas dos horas bastaron para enterrar 114 años de historia, la de una fábrica que nació y creció a la sombra de la boyante industria bodeguera del Marco de Jerez, pero que empezó a extinguirse hace más de dos décadas con la desconexión del primero de los tres hornos, al que siguió en el 2003 la interrupción del segundo.

Aún con un único horno, la fábrica de Jerez supo adaptarse a las difíciles circunstancias del mercado para mantener la rentabilidad, pero la empresa no ha tenido en cuenta la profesionalidad de la plantilla, que ayer enmudeció en el momento en el que dejó de funcionar la maquinaria, un silencio únicamente interrumpido por el traqueteo del vidrio fundido depositado en la tolva y que aún tardará unos días en enfriarse.

Tras el apagón del tercer y último horno, sólo unos pocos trabajadores, los del equipo de mantenimiento y alguno más disperso, tenían faena; el resto deambulaba por la fábrica sin saber muy bien qué hacer. Pocos lograron conciliar el sueño la noche anterior, la del miércoles, en la que el presidente del comité de empresa, Antonio Alba, no pegó ojo pensando en el cierre de la fábrica.

"Es un día triste, un día aciago, que piensas que nunca va a llegar, pero cuando llega, es cómo cuando sabes que alguien a quien quieres mucho se te va y no puedes hacer nada por evitarlo; es la impotencia que te deja paralizado, esa rabia contenida que te nubla", explicó Alba minutos después del parón.

Paradójicamente, el día del cierre de las puertas de la fábrica se convirtió en jornada de puertas abiertas para los medios de comunicación, que hasta ayer tenían vetado el acceso al interior del recinto. Algunos trabajadores se ofrecieron a hacer de guías improvisados; otros, permanecieron durante minutos con la mirada perdida aguantando las lágrimas, quien sabe si pensando en que no han podido cumplir con el lema que reza en una cartel colgado de una cristalera: "Nuestros abuelos la fundaron, nuestros padres la mantuvieron y nosotros la defenderemos para garantizar el futuro de nuestros hijos. La fábrica de botellas".

La respuesta la daba uno de los trabajadores del turno, que se repetía una y otra vez: "Qué más podíamos hacer, nos hemos dejado el alma en el empeño y no ha sido suficiente porque es un cierre caprichoso".

Nuestro guía particular en el recorrido ayer por las entrañas de la fábrica, José Antonio Ríos -feederman -acondicionamiento del vidrio, refractarios y tratamientos superficiales- con 17 años de antigüedad en Vicasa y uno de los 40 trabajadores que permanecerá como mecánico en el centro logístico o taller de moldes que sustituirá a la producción de botellas a partir de enero-, coincide con este trabajador cuando asegura que "lo más difícil ha sido explicarle a la gente que la fábrica cierra dando beneficios; normal que no lo entiendan".

Ríos recuerda que la planta jerezana llegó a tener más de 1.200 trabajadores a mediados del siglo pasado, plantilla que se ha visto reducida paulatinamente, primero por la incorporación de la maquinaria a todo el proceso que antes era prácticamente manual, luego por los sucesivos recortes vinculados a los expedientes de regulación de empleo (EREs) que acompañaron a la eliminación de los dos primeros hornos.

Antes del apagón del segundo horno, a principios de los noventa, que fue cuando se incorporó este trabajador a Vicasa, en la fábrica había del orden de 330 trabajadores, el doble de los que se han visto afectados por el ERE extintivo que firmaron la empresa y el comité el pasado martes.

Ríos intercala en el recorrido por las instalaciones explicaciones sobre el funcionamiento de la maquinaria con algunas pinceladas del prestigio que tenía Jerez dentro del grupo. "En los últimos años se llevaron algunos modelos que sólo se fabricaban en Jerez a otras plantas del grupo y los tuvieron que traer de vuelta porque no sabían hacerlos".

El ejemplo más significativo fue el de la botella azul del Bristol Cream, que llevó su tiempo dar con la clave, hasta que se consiguió, pero se lo llevaron a Zaragoza y la empresa -Beam Global- ha devuelto los pedidos porque llegan defectuosos, explica otro trabajador de la fábrica, que en sus dos años de contrato no ha parado de escuchar que la empresa iba a cerrar.

Cristales hechos añicos se amontonan en los bajos de la maquinaria mientras los operarios encargados del mantenimiento desconectan algunas piezas del horno, como los calentadores, que permiten alcanzar en el interior de la tolva temperaturas superiores a los 1.200 grados.

"En estas condiciones hubiera sido imposible trabajar con normalidad por el riesgo de resbalones y cortes de los cristales dispersos", explica el feederman, que no pierde de vista a sus 'invitados' por el riesgo que implica la simple estancia cerca del horno aún después de apagado.

Y eso que la fábrica de Jerez tiene un historial impoluto de siniestralidad laboral, lo que no significa que no se haya producido algún accidente grave, pero sí que estos han sido esporádicos. Que Ríos recuerde, mortal no se ha registrado ninguno, mientras que los leves son el pan de cada día, algo normal teniendo en cuenta la fragilidad y peligrosidad del material con el que se trabajaba en la fábrica.

Minutos antes del mediodía, el presidente del comité de empresa enfiló la puerta acompañado de los periodistas para simbolizar el cierre de la planta en la portería. "No tengo palabras para describir lo que es esto", sentenció.

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