Ana Barriga, autora del cartel anunciador del Festival de Ópera de Sevilla
Diario de las artes
Una obra de la artista jerezana ilustra el evento que tendrá lugar entre el 25 de septiembre y el 12 de octubre de este año
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Descubrir a estas alturas a Ana Barriga es no estar en el actual universo artístico. Ella es, sin duda alguna, de nuestras artistas más internacionales y de las pocas españolas que han entrado de lleno y con pie firme en el difícil paisaje del arte americano y en el complejo sistema de los países orientales. Su acusada personalidad artística, su lenguaje diferente que desentraña particulares posiciones de un pop nuevo y con un sello indiscutible, la han llevado a ser artista imprescindible y necesaria en el panorama artístico nacional. Hoy, solo los envidiosos equivocados y pobres de espíritu, la ponen en duda y discuten de su espectacular y trascendente significación en el arte español de este momento.
A nadie, por tanto, le puede parecer extraño que a sus múltiples reconocimientos, a sus comparecencias en los centros de arte y galerías de todo el mundo, a su pertenencia a las mejores colecciones, el encargo de un importante cartel anunciador de un evento significativo sea añadido a su currículum: el del Festival de Ópera de Sevilla a celebrar en la capital hispalense entre el 25 de septiembre y el 12 de octubre de este año.
La ópera es una suerte de teatralización musical; la pintura es, asimismo, la teatralización de la representación existencial en varios actos. Desde el viejo, entrañable, Rigoletto, la especial costurera enamoradiza Mimi (de la Boheme), la voluptuosa Brunilda (de el Anillo de los Nibelungos), el inocentón Papageno (de la Flauta Mágica), el trotaconventos Fígaro (de El Barbero de Sevilla), la eterna enamorada Violetta Valery (de la Traviata) o mi querida y equivocada Madame Butterfly (de Madame Butterfly), por citar solo algunos, los personajes de las grandes óperas testifican la realidad de una sociedad que da para mucho y son modelos arquetípicos profundamente reconocibles.
Además, la ópera es ficción y realidad a la vez; es como la vida misma, el propio teatro de la vida; la representación fiel, exagerada, serena, desorbitada, apasionada, desapasionada, previsible, imprevista, cercana, remota, indiscutible, desaforada, entusiasta, ilimitada, justa, creíble, imposible…expresiva de lo real.
Ana Barriga es pintora de todo eso; pinta como vive, como es: tierna, mesurada, volcánica, cercana, mediata, sosegada, impetuosa, reflexiva… artista. Por eso, es capaz de aglutinar todos los infinitos caracteres de la representación; entrañable como Rigoletto, queridísima como la Butterfly, enamorada de todo como Violetta… Y quien mejor que ella para pintar el cartel de un Festival de Ópera, sumo teatro del existir, trasunto ficticio de lo que representa esa sociedad tan acomodaticia, distinta, veleidosa, suspicaz, cainita y madrastra.
El cartel de Ana Barriga es Ana barriga; es su excelsa pintura, su modo actuante, su indiscutible iconografía de acción; es argumentario único que funde oriente y occidente, lo real y lo ficticio, lo creíble y lo imposible; es un guiño a lo teatral, a la representación, a la comedia, al sentido trágico de la vida y al espíritu bufo que difumina lo que existe con un rictus forzoso y elegante. El cartel de Ana Barriga abre el telón a la magia de la ópera. Ella, con su infinita y personal capacidad creativa nos conduce por los entresijos de esa teatralización universal que es la ópera y que, en la Sevilla de Fígaro, de Carmen y de don Juan, será eterna.
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