El arte de 'Recovero'

Desbravador de caballos, domador y cochero, ejercía de 'guía turístico' en el Gallo Azul

Retrato de José Román, con su inseparable sombrero.
R.d. Jerez

20 de abril 2014 - 01:00

Muy pocos conocieron a José Román, 'Recovero', ese gran apasionado de los caballos que exhibía su fina estampa de jerezano de pro, allá en el Gallo Azul de los sesenta, con sombrero de ala ancha calado con mucho arte y unas hechuras que nos son propias a los de aquí. Su hijo Paco Román, el restaurador 'don Paco', parada obligada en la Gran Vía madrileña, lo recuerda de la siguiente manera.

"Mi padre Recovero fue desbravador y domador de caballos, cochero y picaor. Le encantaba el mundo del caballo, luego como cochero. Le gustaba mucho utilizar el látigo. Y la gente... 'mira, ahí viene Recovero'. Siempre con muy buen arte, buen compás y son, llamaba la atención en la calle Larga. Y corría mucho, por lo que se iba al parque. Disfrutaba con eso. Le salió entonces una colocación con doña Petra de la Riva. Él tenía buena presencia, era muy atractivo. Vestía sombrero de ala ancha, su sombrero, su pelliza y sus botos, porque en la vida se puso una corbata ni zapatos. Sus botos y un clavel que se ponía después de cogerlo en la 'puerta del señor' de la Puerta Real. Algunos le decían que era un ratero. Él contestaba: '¿Ratero yo? Yo voy, cojo un clavel y dejo en la alcancía una chica o una gorda'. A doña Petra le gustaron las formas de mi padre. Al día siguiente, doña Petra le manda al sastre para que le hagan una chaquetilla corta de botones gordos y una gorra. Tardaron una semana en hacerle el uniforme y lo mandaron a casa de doña Petra. 'Ahí tiene usted, don José, para que se lo ponga mañana'. Y él, que decía a mi madre: 'Dolores, que yo no quiero esta gorra. Y el primer día le llaman: ¡'Recoverooo…!' Hizo un paseo con la señora y, al verle, la gente se cachondeaba con él. Tras el paseo, dejó la gorra ahí.

Por eso, al día siguiente fue a recoger a la señora con el sombrero de ala ancha. Le vio y le dijo: 'Don José, ¿y la gorra?' 'Señora, dijo, que se me ha olvidado allí'. 'Bueno, pues que no se olvide más'. Al final, se lo confesó: 'Señora, yo no me pongo la gorra'. Aquello no gustó a doña Petra. 'Entonces tendré que despedirle'. Y perdió la colocación por la gorra.

Vestido como siempre y con sus guantes y su pañuelo, muy gitano porque él era gitano, se fue con su compadre Romualdo, que le dijo: '¿Quieres picar?' 'No sé, compadre'. 'Que sí, hombre, que sí'. Total, que entrenó en la plaza de toros. Le salió una novillada en El Puerto y allí fueron. Iba de segundo pero no le hizo falta actuar. Un alivio para Recovero.

Pero luego en Jerez, tuvo que actuar. Con la vara... ¡Ejeeeee!, a su forma y manera... Y después me dijo: 'Paco de mi alma, ¿tú sabes la fatiga que he pasado yo cuando cojo esa vara y estoy en lo alto del caballo y el toro me miraba con esos dos pitones? A mí me daba un jindo'. Le daban diez duros, o cinco duros, muy poco... Y él: 'Yo no voy a poder con eso... Ay, Paco mío, yo no". Era muy cagón, muy cagón, como buen gitano.

Osea, que toreó muy poco... Le daban diez duros, o cinco duros, muy poco, aunque era un dinero entonces. Los trajes de torear se los prestaba Romualdo y así no tenía que alquilarlos. Total, que allí tampoco siguió. Acabó la temporada y comenzó a buscarse la vida con los caballos, la venta de burros, poner las herraduras... En fin, que él se iba todos los días a un tabanco de la calle Bizcocheros. Al tabanco de Eloy, que era gallego, que creo que es el más antiguo de Jerez, junto a una botica que había y la casa de los Coiras. El tabanco estaba frente a calle Doctrina, muy grande, con barriles en tercera. Yo iba allí en busca de mi padre a la hora del almuerzo cuando era un chavea con los amigos; me daba una una gorda, otro dos gordas... Allí no ponían tapa ninguna. No se servía el vino más que en vasos, unos vasos que tenían un precio. Decíamos 'dános un vaso, un diez, un quince, un veinte...' Un diez que era una gorda; un quince, tres chicas, un veinte, que son dos gordas... Los tabancos nunca usaban los catavinos.

¿Pero sabe quién los tenía siempre? Las casas que vendían manzanilla. Había uno que está todavía, en Correos, y otro que estaba en la plaza del banco. El encargado se metía en la mano diez o catorce catavinos.

Frente al tabanco de Eloy, uno compraba en un almacén que llevaba un cura en San Pedro y vendía de todo. Compraba dos o tres gordas de algo y lo ponían sobre un papel en el tabanco. Eloy te ponía altramuces... Era muy chivato, que quiere decir que no daba nada, que nunca convidaba. Y ponía altramuces y ponía tres altramuces al que se bebía un treinta, eso era un vasuco casi lleno, tenía un vino muy bueno, muy bueno el gallego. Tenía un oloroso... pero siempre en vaso. Mi padre paraba por allí. Allí empezaron a ir unos vascos que fueron los que hicieron los bidones de gas junto a la estación. Los vascos convidaban a mi padre.

Pero el trono de mi padre era el Gallo Azul. Era como un monumento, como el reloj que está ahí, el de Domecq. Todos le conocían: 'Ahí esta Recovero, ahí está Recovero...' Ese sombrero de ala ancha, ese bastón, ese pañuelo que se ponía tan gitano y con tanto arte... tenía hechuras, sí, tenía hechuras. Y allí, observando, hacía muestras de una exquisita educación y finos modales. A él se acercaban todos los extranjeros y Recovero, como cicerón d lujo, los llevaba hasta tal bodega o tal sitio. Tuvo que ser el primer guía turístico de Jerez".

Pepe Román falleció en 1976 a los 76 años. Iba con el siglo. El Recovero, apodo con el que fue bautizado por el puesto de recova que su abuela tenía en 'la plaza', casó con Dolores Arévalo, que le dio cinco hijos 'cuarterones': Enrique, Pepe, Lola, Ana y Paco, el único de los hermanos que sobrevive actualmente.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último