"El ataúd de Li Wei no se abre"
La familia, por tradición, quiso vestir a la mujer china asesinada en Los Pinos y cortarle pelo, pero el juez no lo consintió
La familia más cercana de Li Wei Zhaoquin Pan, la mujer de 43 años que fue asesinada la madrugada del martes 22 de octubre en la barriada de Los Pinos, asistió ayer a su entierro en el cementerio de Jerez. No fue ni mucho menos un entierro multitudinario. Tan sólo el ex marido de la fallecida y dos de sus hermanos (ayudados por un amigo que hizo las veces de intérprete) acudieron al cementerio municipal para dar el último adiós a esta víctima de la violencia de género. Como es sabido, al tratarse de una muerte violenta el cadáver fue sometido a autopsia tal y como marca la ley. Además, el cuerpo quedó desde entonces bajo responsabilidad judicial. Todo esto viene a colación de lo siguiente: para sorpresa de enterradores y trabajadores de la funeraria Servisa la familia pidió en la misma puerta del cementerio que abrieran el ataúd. Contra lo que pudiera pensarse en un principio no se trataba de un intento de reconocimiento de la víctima a posteriori, sino para dar cumplimiento a una tradición china. ¿Cuál era tal tradición? Y fue ahí donde llegó el choque de culturas: vestir a la fallecida con sus mejores galas y cortarle un mechón de cabello para que una parte de la mujer descanse por el resto de los tiempos en su China natal. Uno de los hermanos portaba una pequeña bolsa de deportes en la que guardaba toda la indumentaria que la mujer iba a vestir para su último viaje.
Tras conocer la petición, tanto los trabajadores del cementerio como de la funeraria mostraban su extrañeza por la misma, pues era algo que a todos ellos jamás les habían solicitado en sus años de servicio. Mientras tanto, las intenciones de los súbditos chinos corrían de boca en boca por el camposanto como si de pólvora ardiendo se tratase. Todos saben que los denominados 'cadáveres judiciales' son absolutamente intocables. La insistencia del ex marido y los dos hermanos de Li Wei provocó que se realizara una llamada al Ayuntamiento donde con el mejor criterio se informó de lo siguiente: "Ese ataúd sólo se abre si el juez da su consentimiento y remite un fax comunicándolo al Ayuntamiento". A esas alturas ya había quien se preguntaba en voz alta en el cementerio "¿Pero Dios mío dónde vamos a abrir ese ataúd si el juez les da el permiso? ¡Esa pobre mujer ya lleva dos semanas muerta...!". El entierro, previsto para las 12 del mediodía ya llevaba en esos momentos casi media hora de retraso. Fue exactamente un cuarto de hora después, a las 12,48 horas exactamente, cuando el encargado del cementerio salió de su despacho señalando que el juez había denegado la posibilidad de que el ataúd fuera abierto y mucho menos que el cadáver pudiera ser manipulado. Nadie sabe si dentro de semanas o meses pudiera ser solicitada la exhumación para la realización de pruebas forenses.
El conductor del coche funerario, una vez concluido el entierro, no podía menos que señalar que "tocar cadáveres judiciales es una cosa muy delicada que sólo hacen los forenses. ¡Vamos, abrimos ese ataúd y la que nos cae encima es de las buenas!". En ese momento, los familiares de Li Wei Zhaoquin Pan se despedían de ella en un nicho del bloque 16 del patio 3, donde en una tapa con el cemento aún fresco se leía ayer: "L.W.Z.P. 43 años". Descanse en paz.
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