"Le debo todo a la basura"

Un trabajador recuerda cómo hace 30 años se recogían las bolsas de puerta en puerta, un empleo "mal visto" solicitado ahora por cientos de jerezanos

"Le debo todo a la basura"
María Valero / Jerez

11 de noviembre 2012 - 01:00

El reloj marca las nueve de la noche. Toca sacar la basura a la calle. Las puertas de las casas comienzan a abrirse una tras otra para dejar el cubo junto a la entrada. El caldo del guiso de pescao del mediodía hace de las suyas y la fruta pasada atrae a esas incómodas mosquitas que revolotean con tanta rapidez que apenas uno es capaz de cazarlas. Pero bueno, en poco pasará el basurero y volverá a la normalidad la calle..., o al menos, se irá el olor.

Sólo hay que hacer un poco de memoria para recordar esta estampa en la ciudad. El trabajo del basurero ha sufrido una radical transformación en apenas 30 años, pasando de la 'puerta en puerta', a un moderno camión que vuelca sin ayuda del operario el contenedor en su interior. "Esto ha cambiado al 100%. Tú antes salías de casa, dejabas la bolsa y nosotros íbamos a recogerla. Y bueno, eso cuando había bolsas, porque antes era el cubito y teníamos que vaciarlo y volverlo a dejar en la entrada. Había hasta vecinas que se quedaban mirando por la ventana para comprobar que su cubo volvía a su sitio", recuerda un trabajador de Urbaser, que prefiere no identificarse y al que llamaremos en estas líneas Juan. Lo peor, recuerda este jerezano que entró a trabajar en Urbaser en 1979, era cuando en lugar del cubo, la buena familia depositaba en la calle "esas cajas de las papas con rajitas" de la que casi a diario "salía el liquidillo de la comida que te ponía vestido de limpio".

Con un uniforme "pobre", o mejor dicho, con sólo el pantalón y camiseta que daba la empresa en aquel momento, el trabajador recorría las calles para encontrarse "cualquier cosa". En barriadas como La Granja, Las Torres, San Valentín y San Juan de Dios, por ejemplo, Juan y sus compañeros tenían que sacar de los patios las espuertas apoyadas en sus cabezas para aliviar su peso. ¿Resultado? Obligada limpieza diaria, sí, diaria, de pantalón y camiseta. "Uy, eso había que lavarlo todos los días, aunque fuera con agua para quitarle la pringue. Las camisetas al final de verano eran papel de fumar de tanto lavado. Y en invierno, si tenías suerte, podías pillar dos pantalones, y al menos, era más cómodo", apunta Juan entre risas.

Con camiones de batea y de portalones altos, los basureros iniciaban su jornada laboral a las nueve y media de la noche. Uno de los empleados permanecía en el interior del camión (vamos, sobre la basura) para vaciar las espuertas que sus compañeros buenamente le acercaban. El ritmo de trabajo no sólo lo marcaba las ganas de irse antes a casa ni la cantidad de basura acumulada, a veces, el conductor prefería pisar un poco más el acelerador cuando tocaba el turno en ciertas barriadas 'problemáticas': "Anda que no hemos corrido en ciertas zonas de Jerez...".

En aquellos años el basurero 'escaseaba', trabajaba más y además, "había más compañerismo. Esa ha sido siempre nuestra base principal". Cuando Juan pisó por primera vez la empresa, la plantilla la formaba unos cincuenta empleados que veían en la basura el mejor empleo para llevar dinero a casa. Un buen sueldo -Juan recuerda que al principio cobraba alrededor de 26.000 pesetas- pero de cara a los demás, ser basurero no estaba bien visto. "Nadie lo quería. Mis amigos me decían que si estaba loco, pero yo siempre decía una cosa, que al menos llegaba fin de mes y cobraba. Después ellos se arrepintieron. Ahora la gente se da codazos por entrar", reconoce Juan.

Ahora el colectivo de Urbaser disfruta de un gran convenio ganado a base de negociación, y por qué no decirlo, también a base de huelga. "Nuestro objetivo siempre ha sido negociar con la empresa, creo que el Ayuntamiento es algo aparte. Todo lo que se ha conseguido ha sido poco a poco", remarca Juan, quien dice además que tal y como está la cosa hoy día "no queremos partir ese convenio. Son 50 años ya y hemos hecho un convenio en condiciones al tiempo que vivimos". "Pero Juan, ¿tú cuánto cobras?". "Mira, si a la nómina le quitas antigüedad y la parte proporcional de las pagas extras, el salario se queda en unos 1.200 euros. Igual que cualquier trabajador, ¿cuánto ganan los del Ayuntamiento?", responde Juan.

Otro de los rumores que siempre han rondado a la plantilla de la recogida de basura y limpieza viaria ha sido la 'facilidad' con la que los familiares de los empleados han accedido a un puesto de trabajo. La mayoría se muestra reticente a confirmarlo, pero Juan es claro. "Antes si estaba aquí el padre, pues mira, vamos a meter al hijo. Pero la cosa se ha complicado más, ahora nos cuesta trabajo dejar a nuestros niños", reconoce el empleado. Algo normal cuando a diario, Urbaser ha tenido en la puerta a decenas de jerezanos esperando formar parte de la plantilla y llevar comida a casa. A medida que ha pasado el tiempo y las puertas de la empresa han permanecido cerradas, los desempleados han abandonado la 'lucha' "porque saben que aquí ya no hay trabajo". "Yo he visto en la oficina montañas y montañas de currículum. Cuando estaba el otro encargado, un día me acerqué y había un cerro así -se pone de pie y se señala su cintura- y me decía el compañero 'la gente no tiene otra cosa que hacer'. Pero vamos que esos papeles no sirven para nada. Aquí no hay trabajo ni por pesao".

No sólo no hay trabajo, sino que la concesionaria presentó el pasado lunes un Expediente de Regulación de Empleo que afecta a 125 empleados. El recorte del 20% en el presupuesto de la empresa, impuesto por el Ayuntamiento dentro de su Plan de Ajuste, encendió la mecha de una huelga indefinida que hoy cumple su décimo día de paros. Sin visos de una pronta solución al conflicto, sólo el 50% de servicios salen a una ciudad en la que se genera al día unos 300.000 kilos de basura orgánica. "La huelga es nuestra única solución para evitar el ERE. Para parar esto es así, con huelga", dicen.

Lejos del conflicto y de la incertidumbre por los empleos, Juan reconoce que la basura es un trabajo "muy agradecido" y que ahora, y a pesar de la huelga, es cuando se está mejor. "Nunca me he arrepentido de coger una bolsa de basura. Era dinero que entraba en casa y de eso estoy muy orgulloso. Todo lo que tengo es gracias a la basura, tengo mi casa, mi mujer, mis niños y ahora mi nieto. Lo que tengo se lo debo a la basura".

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