Diario de las artes

Esa justa y sensata fotografía

Una de las obras de Inés Gontad.

Una de las obras de Inés Gontad.

No es nada fácil adentrarse por la fotografía moderna -tampoco por la fotografía habitual-; han existido demasiados desajustes a lo largo de estos años en un modo de expresión excesivamente manipulados por los intereses artísticos que imponían las circunstancias de una creación con muchos registros, no siempre claros y diáfanos.

En los últimos años de la anterior centuria y principios del nuevo siglo, a la fotografía -a la no excesivamente buena fotografía- se le concedió infinitos valores, se le abrieron las máximas perspectivas, se le dio patente de corso, se la posicionó en unos estamentos que no se merecía y, con muchísima gratuidad, se aceptaron planteamientos pobres que diferían absolutamente de lo que debía ser un arte riguroso y con solvencia creativa. Muchos ejemplos tuvimos de pobreza absoluta en una fotografía que, sin embargo, era magnificada por los embaucadores de lo artístico. Todo esto hizo un daño impresionante a la fotografía -a la buena fotografía-. Los realizadores de ésta tuvieron que observar cómo asuntos muy escasos, llevados a cabo por mediocres y advenedizos, eran presentados como algo superior. El arte estaba pasando por momentos de absoluta indefensión. No había manera de saber a qué atenerse. Los espectadores se encontraban en un mar de dudas. ¿Qué era lo bueno y qué, simples, asuntos de mínima trascendencia? El tiempo, sabio y generoso, otorgó sensatez y puso a cada cual en su sitio. Los buenos hacedores perduraron y sobrevivieron en un mar encrespado de poca justicia creativa. Las galerías que se plegaron a los esquivos planteamientos de una fotografía mediocre y sin sentido, pagaron su inconsciencia y les costó sacudirse sus equivocadas actuaciones. Muchas lo pagaron cruelmente y, con el propio discurrir de un arte que, cada vez menos, contaban con ellas, así como con la crisis económica, tuvieron que echar las persianas y acabar con su participación en lo artístico.

En líneas generales, la fotografía que ha quedado en este paisaje de la plástica contemporánea con muchos registros, se encuentra muy al margen de aquella pobre y desilusionante. La sensatez es un hecho y sólo nos queda lo que interesa y la que presenta los postulados de lo auténtico.

Las galerías serias permanecieron al margen de todo aquel batiburrillo inconsciente. Rafael Benot fue uno de ellos. A pesar de las modas y de los intereses generales de muchos, su galería no se vio infectada de la gratuita efervescencia fotográfica. Y eso que ganó. Cuando la normalidad es un hecho y las espurias circunstancias en torno a la misma se han desterrado del paisaje artístico, una exposición de buena fotografía llena los espacios de la galería de la Avenida Ramón de Carranza. Su autora, Inés Gontad, artista gallega afincada en Chiclana que realiza una fotografía portadora de poderosos valores artísticos. Lo que se ofrece en Benot es una buena lección de fotografía sensata; una fotografía bien concebida, bien estructurada y bien ejecutada. Es decir, con todos los buenos argumentos de un arte sensato, sin exuberancias, justamente concebida desde una idea con postulados conceptuales correctos, serios y adecuados. Una fotografía que aporta, que abre perspectivas, que encierra argumentaciones claras y que formaliza una realidad estética superior.

Otra obra de Inés Gontad. Otra obra de Inés Gontad.

Otra obra de Inés Gontad.

La exposición nos conduce por una fotografía fotografía; nada de experiencias burdas ni ejercicios buscadores de empatías con pobres resultados. Además es una fotografía alejada de los planteamientos repetidos, de esos mínimos relatos que descubren pocos asuntos de verdadera enjundia artística. La autora no ofrece una fotografía narrativa; quizás eso sería lo más fácil. Ella hace posible una realidad mediata; un compromiso estético que conlleva algo más de lo que la mirada descubre. Con elementos del entorno crea un universo de presunciones, de fórmulas mediatas, de sucintas escenas de fuerte carga distópica. Lo real se saca de su contexto habitual. La fotografía manifiesta una realidad que vela nuevos desenlaces. Porque tras esas concreciones de aplastante realismo, la autora gallega deja muchas puertas abiertas para que por ellas transiten situaciones que mediatizan lo más inmediato.

La fotografía de Inés Gontad es clásica y moderna, aglutina lo real y lo ficticio, hace posible lo imposible, argumenta testimonios contrarios; a fuerza de plantear lo más real abre una ventana a un ejercicio de nuevas posibilidades. Atrapa la mirada de lo más concreto pero le impone un nuevo estamento que descubre otras circunstancias. Es; en definitiva, una fotografía llena de muy buenos planteamientos estéticos. Un justo ejercicio de absoluta dimensión artística.

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