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La dura vida de Ángel

Cincuenta años de trabajo entre el campo y la ciudad

La dura vida de Ángel
J.p.s. Jerez

08 de noviembre 2015 - 01:00

A las once. No falla. Como un 'Tissot'. Todos los días, a las once coge ese hombre carrerilla para cubrir desde la calle Doctor Arruga los pocos metros que le separan de El Almendral. Pocos pasos son. Y eso que el doctor Pérez Muñoz no hace más que reñirle para que ande, que salga, que se mueva.

Claro que en esos pocos trescientos metros don Ángel Ramos Fernández se luce. Gitano hasta el tuétano. Nieto del Gloria y una legión atrás, sus hermanas La Pompi y La Sorda, 'El Guapo', Antonio El Pipa.... Tiene 72 años pero aparenta 65, es hombre supereducado, saluda y regala salud por donde va. Siete hijos, siete, que le han dado seis nietos. La santa se llama María Blanco. Y además es hombre elegante, de buena planta, siempre hecho un pincel y en perfecto estado de revista. Fijáos después en su eterno pañuelo en el bolsillo izquierdo, su acicalado cabello permanente, pañuelo al cuello y calzado lustroso. Categoría. Un extranjero de la 'parroquia', el papá Teddy, le ha bautizado como 'el príncipe gitano'. Algo habrá descubierto este hombre en nuestro Fernández, el clan caló más numeroso de Jerez.

La vida es como viene. La de Ángel comienza en el campo, entre viñas, algodón, el maíz y los caballos. Era en 'Romanito', de don Manuel Soto Domecq, duque de Puerto Hermoso, a cuya hacienda acudían ocasionalmente los militares de Pineda a seleccionar las yeguas. Llegó un buen día y Ángel mandó al garete a las yeguas; no las lavó más. Volvió a su casa de toda la vida, en la calle Sangre; de calle Sangre a Taxdirt, a Cartonajes Tempul, por consejo de su madre. Cuatro duros al día. Y se dijo: "Pues, comparado con el campo, esto no suena malamente". Y de cuatro a cuarenta y de cuarenta a... una fortuna comparada con el piadoso jornal del campo. Luego, Sebastián Peña le recomendó para meter cabeza en 'Litografías Hurtado', cuando andaba por la calle Arcos. "Hemos observado que es usted un muchacho formal...", le repetía Peña.

La verdad es que Ángel resultó ser un hombre muy habilidoso con el etiquetado y el troquelado, roneando día tras día entre ¡nueve! mujeres. Su compañero Juan Luis Rincón perdía los huesos por una de ellas y cuando le propuso salir al cine, observó su vestimenta y consideró que aquello debía de cambiar.

Administró tan bien el dinerillo Ángel que, meses después, el sastre Andrés Sevilla le atendía puntualmente. Hizo otros trabajillos, con los que pudo pagarse una 'Orbea', al final de Larga. Y no descuidó el buen vestir, que cubría con letras en Rianal.

Después hay una alocada sucesión de trabajos que pasa por Jerez Industrial, hasta que su sede acabó ardiendo en octubre de 1973, arrumbador de Sandeman, 'Ponche Español' , la bolera de San Francisco, la Aserradora Jerezana, vuelta a Sandeman como eventual, repartidor de tónica Shweppes y, por fin... taxista.

Aquello no duró un rato. Fueron cerca de treinta años. Ángel para arriba, Ángel para abajo. Ángel ya loco... No le desagradaba aquello, como cuando estuvo en la bodega, que estaba feliz. Ahora le puede razonar por qué bebemos un jerez de peor calidad al de aquellos setenta. En fin, entre una cosa y otra, cincuenta años dando el callo... hasta cuando dijo el corazón 'aquí estoy yo'. Varios días estuvo el hombre en coma hasta que al octavo... despertó. Y dijo entonces que Ángel había para rato.

Lo curioso de Ángel es su fidelidad: Su equipo es el Madrid, su fino es 'La Ina' -que dice que es el fino que beben los calós- su barrio es Santiago - "la ciudad de todo el mundo"- y su Cristo es, por supuesto, el Prendi.

Al Prendi mentó cuando el doctor le dijo:

- Don Ángel, tendrá usted que dejar el taxi después del achuchón.

A Ángel se le quedó la cara tan blanca como un papel. Notó un nudo en la garganta. Tenía 63 años, le sobraban las fuerzas, pero...

¡Qué le vamos a hacer, don Ángel! Toca retirada. Nada malo para un hombre que no necesitó nunca de una aspirina y al que el médico le dijo un día: 'Está usted tan sano tan sano, que parece que ¡Dios le haya puesto la mano encima!"

Y ahora todo es cuidarse. El paseíllo de la mañana. Y que no se preocupe el señor que uno de los niños le recogerá puntualmente en el taxi y le llevará a su casa alrededor de las dos y media. Comerá con toda la tranquilidad del mundo y, después, verá 'los leones' hasta caer como un bendito, redondo, durmiendo como un niño chico. Se repondrá horas después y, si no se tercia el salir o el compromiso inesperado, Ángel dejará pasar el tiempo en su casa de Doctor Arruga. Y mañana volverá a levantarse temprano, muy temprano, y volverá -si el tiempo lo permite- a las once a su lugar de siempre en 'Los Corales'. Se sentará, observando el paso del tiempo y pensando para sus adentros 'que, a mí, me quiten lo bailao'.

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