Un embarque lleno de tensión por las normas de la Guardia Civil

Impidió que los peregrinos subieran a la barcaza para acompañar al Simpecado

Un embarque lleno de tensión por las normas de la Guardia Civil
Francisco Abuin

20 de mayo 2010 - 06:59

Indignación en los peregrinos en el momento del embarque. Por decisión no se sabe muy bien de quién -la hermandad dice que de la Guardia Civil por cuestiones de seguridad-, la mayor parte de los peregrinos que acompañaban al Simpecado no pudieron hacerlo en el embarque de la carreta. La situación escenificó muchos momentos de tensión frente a un cordón montado por la Benemérita con más de una decena de efectivos, algo totalmente exagerado porque el tema no era para tanto. La excusa es por cuestiones de seguridad, los que van andando no pueden embarcar junto a los mulos y los caballos. El hermano mayor aludió al mismo argumento, pero los que se quedaron en Bajo de Guía con la cara totalmente partida y con más de un empujón en el cuerpo además del mal sabor de boca después de haber andado junto al Simpecado más de una veintena de kilómetros, no entendían de cuestiones de seguridad y menos las forma empleadas. Y mucho menos que nadie de la hermandad, incluido el hermano mayor que tampoco hizo mucho por paliar la situación pese a que algún miembro de la junta de gobierno mostró sus más airadas protestas, quedándose con los peregrinos y viendo alejarse el Simpecado al que estuvieron unidos todo el día. El sentido común manda sobre todo en asuntos de seguridad, que es para lo que están las fuerzas de seguridad del Estado. Otra cosa es el corazón y los sentimientos, que no se tuvieron en cuenta para nada ni por la Guardia Civil -que está a lo que le manden–, ni por la hermandad que es la que pudo y no quiso remediar el mal rato que pasaron muchos devotos. También hubo otras incidencias: dos ataques de ansiedad que felizmente pasaron y un peregrino al que pisó un caballo y tuvo que ser evacuado porque se rompió el pie.

Calor para dar y regalar y, ciertamente, menos ambiente que años precedentes. O el Plan Romero funciona de maravilla o la cosa ha bajado ostensiblemente, tanto que a la hora en la que la hermandad debía estar en Bajo de Guía el camino estaba totalmente expedito para los rocieros jerezanos, sin vehículos de otras hermandades y sin los clásicos parones. Ese es el panorama que se encontraron la gente de Jerez cuando arribaron a la ribera de la desembocadura del Guadalquivir a las cinco y media de la tarde. La tarde era de Rocío, la cita en Sanlúcar en las vísperas del Pentecostés.

Casi las mismas caras de siempre, algunas que ya forman parte de la historia rociera de siempre y que la viven en lo que nos gusta llamar como las marismas eternas. Reiteramos ese dicho siempre repetido, que llegar a Sanlúcar y cruzar el río significa dejar atrás lo cotidiano, la rutina de todos los días y adentrarse en un entorno que más allá de su valor ecológico tiene el sabor a la Virgen, a Rocío y a todo lo que evoca la grandeza de la creación de Dios en su más pura esencia. El rito del embarque es el de todos los años, la hermandad llegó a Bajo de Guía a las 17,55, más tarde de lo previsto.

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