Estas manos necesitan trabajar

El comedor El Salvador sigue siendo el refugio para 152 familias jerezanas que recogen alimentos

Estas manos necesitan trabajar
María Valero

15 de junio 2011 - 07:06

Alfonso cumplió ayer 39 años, pero no tenía ganas de sonreír. A primera hora cogió su mochila negra, se la colocó en el hombro y como cada día desde hace casi un año, salió de casa para ponerse en la cola del comedor El Salvador. Cuenta su historia con una voz que a veces le falla por los nervios, se detiene, toma aire y continúa narrando cómo sobrevive, o mejor dicho, malvive, en estos años en los que la pobreza se ha colado en su familia.

Este fontanero de profesión y auxiliar de primera de albañilería empezó a trabajar a los ocho años en el taller de su padre ordenando las herramientas, siempre después de dar catequesis. Pero ahora la crisis del ladrillo “me ha arrebatado mi vida”. Dejó su casa porque no podía pagar la hipoteca y desde febrero vive en un piso de alquiler que quizás no pueda pagar porque este mes se le acabaron las prestaciones. “He estado tres meses viviendo en la calle, he dormido en la calle. ¿Sabe lo que es? Pero gracias a Dios, mi hija y mi mujer no tuvieron que pasar por eso”, declara este jerezano, quien culpa de esta situación “al Gobierno, que da muchas pagas pero muy poco trabajo. No sé lo que habremos hecho mal, quizás votar a quien no debemos, pero como yo no lo voté...”. Lleva tres años parado y aunque a veces le salen trabajos eventuales de un mes o una semana, “son poca cosa y evidentemente no se puede vivir.Es penoso siendo uno tan joven verse así, es muy duro. Y como yo, mira cuántos somos”.

Ayer Alfonso llevó a su casa leche, pan, azúcar, dos huevos por persona y una comida. Recuerda que la primera vez que se plantó a las puertas del comedor le acompañó su mujer tras dejar a la pequeña en el colegio y es evidente que esa imagen se le ha quedado grabada. “Si no fuera por este sitio no estaríamos aquí, estaríamos matándonos en la calle porque comer hay que comer. Esto – señala la mochila– es lo básico, lo demás es un lujo”, declara. A mitad de junio ya no puede dormir por las noches porque el mes que viene no entrará ni un sólo euro en su casa, pero dice que se consuela pensando que hay personas que “están peor que yo, por ejemplo, porque les falle la salud”, reconoce.

Ya se ha planteado marchar al extranjero, pero no tiene recursos ni para dar el primer paso. Quiere trabajar, esas manos quieren volver a estar entre herramientas porque “es lo único que sé hacer desde hace 30 años. Pero como yo estamos muchos y es una vergüenza que no se ponga una solución”.

En esta cola de la ‘primera necesidad’, Alfonso se cruza todos los días con María Tenorio. Esta jerezana que ha vivido once años en Murcia junto a su marido y sus dos hijos volvió a la ciudad que le vio nacer pensando que aquí encontraría una solución a su crítica situación. Lleva casi dos meses recogiendo la comida en El Salvador para poner la mesa en su casa, “pero tener que hacer esto es duro, muy duro”. El matrimonio está en paro, de nuevo el padre de familia se dedicaba a la construcción, y ambos “nos pateamos la ciudad buscando un empleo. Mi marido está desesperado, pero no hay nada”, señala.

Esta familia sólo percibe 426 euros de la ayuda familiar y pagan de alquiler 275, más un buen pico de un préstamo personal. En definitiva, “así no se puede vivir, es muy difícil. Menos mal que aquí nos dan los alimentos, ¿qué haría si no fuera así?”, pregunta ya con lágrimas en los ojos. La necesidad está tan presente en su hogar que tiene que bañar a sus hijos en la casa de la vecina porque “no tenemos ni para comprar la bombona. ¡Qué más quisiera poder trabajar de lo que sea!”.

Alfonso y María son sólo dos ejemplos de usuarios que acuden diariamente al comedor El Salvador, un dispositivo social que necesita también ayuda para llenar sus almacenes. Toni Guillén, uno de los trabajadores sociales, reconoce que el perfil del usuario que solicita ayuda en estos momentos responde a personas de 20 a 35 años, con uno o dos hijos y que ya no disfrutan de prestaciones por desempleo. Pero éste no es el único cambio que ha visto El Salvador, ya que como indica Guillén el número de usuarios se ha estabilizado, viéndose incluso una bajada en comparación con primero de año. “Ahora mismo hay 152 familias, veinte menos que el 1 de enero. Es normal que ahora baje un poco porque la gente se busca la vida más en verano y hay un aumento de economía sumergida, pero nosotros estamos viendo la crisis desde el 2007”.

Pocas palabras pueden reflejar los auténticos dramas humanos que pasean por las calles de la ciudad, por eso, estas voces víctimas de la crisis son muestras de que la necesidad con mayúsculas puede ser nuestro vecino.

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