De nuevo esa pintura convincente
Diario de las artes
Borja Cantos
Hotel María Luisa
JEREZ
LA acuarela es una de las técnicas artísticas que presentan mayor complejidad. Es una técnica por la que se sienten atraídos los que se acercan por primera vez al hacho artístico; incluso, a los niños que se ven con ciertas inclinaciones, sus papás les compran cajitas de acuarela o los llevan a ciertos centros donde ofrecen enseñanzas de arte – muchas veces sólo en la propaganda-; también personas mayores se inician en la pintura a través de ala acuarela para, muy pronto, desistir por ser técnica dificultosa y a la que no todos pueden llegar; menos lo que acceden sólo mezclando colores y esperar a ver qué pasa. Hay mucho desconocimiento con respecto a esta técnica difícil, dispuesta sólo para los que de verdad poseen entusiasmo y un poco de sabiduría en la materia. Pero ya sabemos que lo artístico no tiene puestas y a él accede cualquiera, sin base alguna y con infinita osadía. Pidamos el máximo respeto para una realidad que es mucho más que un entretenimiento, una terapia para aburridos o el deseo inconsciente de algunas mamás que ven en sus hijos poco menos que herederos de Velázquez y Picasso juntos.
El buen acuarelista debe estar formado plásticamente, debe tener ciertos conocimientos de pintura y estar muy seguro de sus posibilidades y de sus limitaciones. Además, la acuarela es difícil en contenido y en continente, requiere cualidades que la mayoría de los que a ella acuden ni tiene, y duran muy poco en su ejercicio para buscar otros derroteros. Porque la acuarela es un medio muy complejo, de intensidad práctica manifiesta, muy exigente, descubre a los pocos preparados y engrandece a los que a ella dominan porque son artistas grandes, sensatos, experimentados y con amplias fórmulas resolutivas. En definitiva, la acuarela es una novia díscola y complicada pero que sabe darte las mayores satisfacciones y hacerte infinitamente feliz. Que se lo diga, si no, por estos lugares, a tan buenos acuarelistas como Roberto Barba, Pilar Estrade o María Luisa Pemán, por citar sólo tres. O al gran Antonio Agudo, el gran pintor sevillano, maestro de maestros, que ha dejado para la posteridad especialísimas acuarelas que son testimonios de absoluta verdad en una técnica que, como venimos diciendo, es difícil, trabajosa, compleja y no está hecha para los pobres de espíritu artístico y de escasa conciencia plástica.
Borja Cantos es un artista de Jerez que no hace mucho tiempo estuvo ocupando los espacios expositivos de la sala del DIARIO DE JEREZ; era, prácticamente, artista nuevo en esta plaza, con pocas comparecencias en Jerez pero que demostró una solvencia técnica aplastante, un patrimonio colorista de altos vuelos, un dominio de los azules sin fisuras y una versatilidad para componer cualquier escena que llamaron poderosamente la atención. Todo ello sirvió para encontrarnos con un pintor muy a tener en cuenta; un pintor en quien confiar y al que seguir detenidamente. Ahora, nos ha cambiado de registro, de la potencia visual del paisaje cercano de las playas del entorno y de los espacios nevados de la Antártida, con la pintura al óleo manifestando todo su esplendor compositivo, técnico y, sobre todo, de honda expresividad, Borja Cantos nos ha situado en los inquietantes y expectantes parámetros de la acuarela. Acuarela que lejos de ofertar ese, restrictivo, medido y escueto sentido plástico que tienen los que afrontan esta técnica; en él se nota un dominio apasionado y apasionante del medio; con un vehemente desarrollo de la pincelada y del gesto, que abre los caminos para un poderoso expresionismo figurativo que aumenta la realidad representada y suscribe un contundente caudal ilustrativo.
Borja Cantos domina la situación, maneja la acuarela sin cortapisas; estructura la composición en pinceladas fuertes y apasionadas que sustrae el propio desenlace representativo y acentúa la extrema potencialidad de la pincelada para acusar una disminución de lo real y acrecentar una fortaleza espacial que nos acerca casi a posiciones abstractas. Carreras de Caballos o partidos de polo; paisajes industriales con astilleros que acentúan la expresividad del medio y potencia esa fortaleza que se expande en tales estancias fabriles; estaciones de trenes con su deambulante vorágine humana; paisajes de una Venecia condicionada por su propia expresividad; estructuras industriales que magnifican la fuerza de sus espacios, así como varias imágenes de nuestro Gallo Azul, realizado con una gran contención representativa y una sobriedad absoluta el tratamiento del color y de la propia estructura ilustrada. Todo en una vista pictórica sugestiva, preclara, vehemente y llena de dimensión artística.
De nuevo, Borja Cantos nos convence con una pintura que surge del que tiene conciencia artística y sabe cómo hacerla vibrar. Vuelvo a decir que estamos ante un artista que hay que seguir de cerca. Su obra bien lo vale.
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