Un oasis de nueve millones de euros
Turismo
El holandés Bas Zwartendijk proyectó el Palmera Plaza sin perspectiva empresarial. Un año después del cierre definitivo se ha convertido en paradigma de tiempos de exceso inversor.
Los Juegos Ecuestres Mundiales que albergó Jerez a comienzos del milenio llegaron en plena alegría crediticia. Fue así como la ciudad vivió su gran 'boom hotelero' en 2002. El turismo no paraba de crecer y había que estar a la altura. Eran años en los que 'no nos faltaba de ná'. Así fue como el Grand Hotel Palmera Plaza obtuvo la más noble calificación, de cinco estrellas-gran lujo. Se trataba de medio centenar de habitaciones construidas sobre la que había sido la finca 'El Buen Consejo', en la esquinas de las calles Pizarro y Pozo del Olivar. El proyecto se correspondió con la mente del propietario, el holandés Bastian Zwartendijk, conocido simplemente en la industria local como 'Bas'. Era un hombre sin experiencia en el sector. Las obras se fueron aplazando y la apertura se produjo semanas después de que finalizaran los juegos ecuestres.
Hijo de un exportador de sherry, Bas presumía de haber construido el hotel con las mejores calidades. "La inversión realizada, según fuentes del propio establecimiento, supera los 1.500 millones de pesetas -9 millones de euros-", recogía Diario de Jerez un 10 de marzo de 2002. Además, Zwartendijk apuntaba más alto. Quería convertir a la sociedad 'Grand Hotel' en referente del entorno tras instalar más adelante nuevos establecimientos.
Sólo dos años más tarde, un deprimido Bas se vería obligado a vender el Palmera a la compañía catalana 'Prestige'. "Coincidí con él en el traspaso y la auditoría del hotel. Cuando llegamos, no sorprendió la altísima calidad de todos los materiales empleados", cuenta Miguel Ángel Monterde, primer director con 'Prestige'. No sólo se había disparado la inversión en gastos como el del mobiliario, sino que además se habían cometido graves traspiés en la gestión. "Por ejemplo, cuando llegué al hotel, la toma de agua era la de la obra, no la general, tuvimos que ponernos al día administrativamente", explica Monterde. "No se rentabilizaba, porque el anterior gestor no lo proyectó con perspectivas de flotación".
¿En qué se traducía esto? "No puedo dar un precio aproximado de en cuánto se valoraban los materiales que había en aquella habitación. Pero sí te digo que muchas cosas eran importadas de Alemania, todos los edredones eran de pluma natural, los muebles de roble... Esto en otros lados no se encontraba". Todo ello obligó a Monterde a ajustarse el cinturón nada más aterrizar. "Ni siquiera en plena ocupación aquello salía adelante. ¿Cómo salen las cuentas de un hotel de 52 habitaciones con un coste tan alto por el servicio cuando además existen otros trece establecimientos de cinco estrellas? Jerez es una ciudad que no pudo soportar aquello, no es una ciudad tan grande", lamenta el ex director.
Hoy, las perspectivas de los que recibieron la última patada, la definitiva, en octubre de 2014, acuden a los juicios sin esperanza. El delegado de los trabajadores nos pone en contacto con su representante, el laboralista Antonio Ortega: "La única opción para cobrar es el Fondo de Garantía Salarial, el Fogasa. En los juicios, las últimas sociedades propietarias del hotel han sido declaradas insolventes". Por si fuera poco, 'Prestige' se fue a pique durante la crisis: "En 2012, y fruto de los problemas económicos que arrastraba la firma, todos los hoteles de la cadena se traspasaron a Kross Hotels SL, una sociedad creada meses antes en Murcia pero con sede comercial en Barcelona. Según los datos que obran en el Registro Mercantil, el administrador único de esta sociedad en la actualidad es Joaquín Dillet Cases, un conocido liquidador de empresas en Cataluña", recogía Diario de Jerez en la primavera del pasado año. El hotel sería conocido en los últimos tiempos como Vita Palmera Plaza y cerraría con cuatro estrellas.
La sospecha de que los últimos propietarios tenían poco interés en reflotar el hotel parece factible y veraz. Después de cerrar unos meses desde finales de 2013 y abril de 2014 y volver a cerrarlo definitivamente hace casi un año, a los juicios en materia laboral nunca acudían defensores de la parte denunciada. "Sólo una vez vino un abogado representando a la sociedad Cymar", cuenta Antonio Ortega.
Para esclarecer el entramado de sociedades gestoras de la última etapa, el abogado de los trabajadores encontró hasta nueve inmuebles propiedad de las sociedades. La mayoría, fincas diferente sobre el mismo terreno del hotel. Destacan las tres viviendas de la calle Luis Pérez, paralela a Pizarro que corta Pozo del Olivar, donde estaba prevista una ampliación que nunca se remató. El cartel que avisa a los clientes de que se lamentan las molestias por la presencia de obras y una malla verde en la trasera del jardín y la piscina continúa colocado.
"Cada inmueble tiene una media de cuatro o cinco hipotecas que son anteriores y, por eso, preferentes a las cargas que suponen las deudas de las sociedades con los empleados", especifica Ortega. Por eso, la única alternativa es el Fogasa. "El último año han estado pendientes de que llegara algún nuevo empresario para reflotar aquello. Durante el primer año tras un despido por cierre, como este caso, los nuevos propietarios tienen la obligación de contratar al antiguo personal. Esa preferencia se extinguió el 9 de octubre de 2015, cuando pasó ese año".
¿Tiene sentido que, habiendo materiales de valor dentro del hotel, los trabajadores no pudieran amortizar la deuda por un embargo? "Hoy los juzgados no se preocupan de esos materiales. Siempre van a por los inmuebles. A nosotros no nos afecta ya lo que pase dentro", dice el laboralista. Uno de los trabajadores consultados matiza ese extremo: "Nos preocupa por los vecinos. Sabemos que no es agradable ver que pueden expoliar aquello y que sufran problemas al estilo de las ratas que se cuelan por el mal estado del jardín". Se trasluce algo más. Una pena relacionada con el compromiso con un lugar al que ni los acreedores principales parece preocupar, bancos que ni siquiera han ejecutado las hipotecas.
Bas Zwaartendijk siguió viviendo en Jerez bastante tiempo. Impulsó el negocio 'Laserspace' hasta que lo traspasó hace pocos años. Algún trabajador apunta a que habría vuelto a Holanda. Su sueño hoy está a expensas de que el tiempo trate bien un tesoro que en su día se cifró en nueve millones de euros. "Esta crisis se ha llevado a muchos grandes hoteles, que no han aguantado ni en Jerez ni en el entorno. Sólo algunos resisten", atestigua el presidente de Horeca, Antonio De María. El ex director Monterde cree que "todos aprendimos de aquello, aquel era un momento de euforia". Son historias de tragedia empresarial que han convertido a esta palmera en un oasis en la calle Pizarro.
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