Jerez

El primer venenciador invidente

  • Diego Fernández tuvo que cambiar la venencia por los cupones · Venenció por España y medio mundo durante diez años · Ahora lo hace por pura afición

"No fui un trabajador cualquiera. Yo fui un venenciador. Y los venenciadores somos artistas, grandes artistas en nuestro trabajo". Hace tres años se disponía a viajar a Argentina. Venía de venenciar en Hungría. El trajín del venenciador, de aquí para allá, entre aeropuertos, sin pausa, infinidad de anécdotas. Pero la irritación y el picor en los ojos le impidieron tomar ese avión. El especialista le diagnosticó retina arrugada en ambos ojos. Era el 2 de octubre de hace tres años. Diego comenzó a perder la vista. Pasó de inmediato por quirófano y, por más que se hizo, salió con una pérdida de visión del setenta y ocho por ciento.

El 2 de octubre se hundió Diego. Diego Fernández Pérez, 39 años, hoy vendedor de cupones antes venenciador, hijo de Sebastián y Juana. A la venencia llegó por el campo, por la viña, las de Harveys en Cuartillo, allí donde se dejaron la salud Sebastián y Juana. El campo le forjó y Diego se apasionó por el mundo de la viña y el vino. Sería venenciador, debió pensar, el juego infantil que convirtió con el tiempo en oficio. Luego llegaron las clases de formación en la hostelería y en la venencia. En la hostelería estudió junto a Santi, Santiago Flores Cabral, ese incansable hostelero al que mil millones en los cupones se lo llevó Dios sabe dónde. "Se lo merece, ha un gran currante".

El Consejo Regulador del jerez prepara a conciencia a estos que llaman 'embajadores del jerez', en la teoría y en la práctica. Diego es hombre entendido en vinos. Sus viajes por medio mundo, las ferias de turismo y una interminable lista de eventos se lo han permitido. Entró en la compañía de Jesús Delgado Rey, Venencia & Imagen, legado de su padre Julio Delgado, el más grande venenciador que ha tenido Jerez. Allí trabajó Diego durante diez años. Venenciando y cortando jamón. Hasta que llegó ese infame 2 de octubre. Todo éso ocurrió, como se ha dicho, hace tres años, los mismos que lleva como afiliado a la organización de ciegos. Éso fue cosa de Mercedes, su mujer, su más grande apoyo. Mercedes le sacó del pozo. Diego se sobrepuso y comenzó a formarse como vendedor en la organización. Hoy día es un vendedor novel, lleva tan sólo seis meses en la calle, poco tiempo aún para repartir un gran premio.

Cuando desde la organización de ciegos y del Consejo animaron a Diego para que volviera a coger la venencia, Mercedes se ofreció a hacer de ayudante. Ha practicado durante meses y ahora es el momento de demostrarlo. "Le contaré algo: Durante la feria de Fitur, en Madrid, podría venenciar al día unas tres mil o cuatro mil copas. Imagínese, toda esa cantidad diaria. Al final de la tarde, lo hacíamos ya casi a ciegas, de manera casi automática. Después de algo así, ¿podré entonces, si no, volver a venenciar?"

¿Cómo venencia un invidente? Así lo explica Diego: "Hay diferencias con la forma convencional, en donde vino y copa se buscan y encuentran. Se trata de coger la distancia. Debo de fijarme en el cubilete, es mi referencia, su destello me dice dónde está. El oído. El oído es entonces importantísimo. Adivinar la caída del chorro a la copa para, a continuación, hacer la firma".

Diego es hombre agradecido. Cree que, como el actual Consejo Regulador, "no ha habido ninguno. Jorge Pascual, Blanca... todos me han ayudado a mí y a la organización. He vuelto a venenciar, pero lo seguiré haciendo como afición, nunca profesionalmente. Pero me gustaría hacerlo públicamente, la próxima festividad de Santa Lucía, en el mismo Consejo Regulador. ¿Por qué no?"

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