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Estupor, sorpresa. Nadie lo hubiera imaginado. Así se encontraban, horas después de conocerse la noticia, los alrededores de la parroquia de San Rafael. No era un hervidero porque en Federico Mayo no se suele visitar mucho la iglesia. Pero a nadie parecía haberle pasado desapercibida la noticia del cura sudamericano, como se le conoce entre muchos parroquianos.
Por la zona de la puerta principal de la iglesia, alguien comenta que “las madres de los niños de catequesis están preocupadas porque estábamos en plena organización de las Comuniones”. Era un integrante del equipo de catequistas.
El sacerdote, según los comentarios de los feligreses, era un poco huraño. Parecía incluso arisco en algunas ocasiones. Distante y poco hablador. “Pero me cuesta creer lo ocurrido. No me lo esperaba”, afirmaba un vecino cercano a la iglesia. La parroquia y toda la feligresía vive la noticia de la presunta autoría de un delito de pederastia por parte del cura del barrio con cierta perplejidad. “Este barrio ha sufrido siempre mucho. Y ya se sabe, a perro flaco…”, sentenciaba finalmente un vecino del popular barrio de “El Chicle”.
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