De tener un negocio, una casa... a un sin techo

Cruz Roja atiende cada noche entre 30 y 40 personas con su dispositivo de emergencia en la calle. Luis Carballar es uno de los rostros del nuevo perfil de 'sin techo': lo tuvo todo y con la crisis, se quedó sin nada

De tener un negocio, una casa... a un sin techo
De tener un negocio, una casa... a un sin techo
María Valero

Jerez, 30 de noviembre 2014 - 01:00

Artículo 47 de la Constitución: Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada.

Así. Tan claro, tan sencillo, tan necesario, tan difícil, tan irreal, tan lejos. A diario caminamos junto a personas sin hogar, que malviven bajo un techo con goteras o entre cartones en los arcos de la plaza del Arenal. Están ahí aunque en ocasiones no se vean, no los veamos. Pero no son invisibles. Como no lo es Luis. Un joven de 34 años que lo tuvo todo y se quedó sin nada.

Luis terminó a los 18 años Bachillerato, realizó varios cursos de formación profesional y comenzó a trabajar como soldador de estructuras metálicas. Un día, y tras otros muchos accidentes, cayó desde demasiados metros de altura sujeto por un arnés, rompiéndose el esternón. Fue el último aviso. Su abuela le había dejado un piso a su nombre y decidió venderlo para montar un herbolario junto a su hermano. "Es mejor que se te caiga una bolsa de valeriana que una viga de hierro. No lo monté con idea de hacerme millonario, pero sí de vivir bien y con mejor calidad de vida que en la construcción", dice.

De familia de empresarios, Luis reconoce ahora que "eso de ser autónomo se ve muy fácil desde fuera, pero cuando tú lo eres, ay amigo... Al principio el negocio fue bien, pero en febrero de 2008, cuando Zapatero confirmó que estábamos en crisis, la gente entró en un estado de psicosis y de miedo a no gastar. Y hay que ser franco, los productos de herbolario no son de primera necesidad". Los números rojos aparecieron en la tienda, y "cometí el error no de vivir por encima de mis posibilidades, pero sí vivir de las posibilidades que me ofrecía el banco. Rehipotequé mi piso para comprar género. Tenía una hipoteca pequeña, de 312 euros, pero no era sólo eso. Era la hipoteca, el autónomo, la mercancía, la luz, el agua... Se hizo un mundo y tuve que cerrar".

Tras echar el cerrojazo a su negocio, Luis trabajó de camarero y repartiendo publicidad de una de las primeras tiendas de 'compro oro'. "Tenía letras atrasadas, pero el banco estaba callado. El problema vino cuando me quedé en paro. Estuve dos meses sin ingresos mientras me llegaba el desempleo y al final me quitaron el piso. Abandoné mi casa de manera amistosa, no quise llamar a los grupos estos... ¿Cómo se llaman? Ah, la plataforma de desahucios, porque allí hubiera habido bofetadas, estoy seguro", relata. Se fue de alquiler y pudo ir tirando, primero trabajando en un locutorio y luego como comercial. Pero volvió a verse en la cola del Servicio Andaluz de Empleo. "Mi hermano conoció a su novia y se fue a vivir con ella. Me quedé poco tiempo en el alquiler porque no podía pagarlo. Dejé el piso. Estuve una temporada con mi hermano en su casa, pero eso no podía ser eterno, así que me vi durmiendo en el albergue".

Era un 'sin hogar' bajo el techo del albergue durante cuatro meses. "De tener tu casa y tu negocio a estar allí metido. El albergue..., que me disculpen la expresión, pero eso parece un psiquiátrico. Es un sitio que psicológicamente te desgasta mucho. Convives con personas que tienen vidas aún más duras que la tuya, con problemas emocionales, mentales, que han estado en cárceles... Es un ambiente bastante nocivo para el que no está acostumbrado a eso, pero yo no tenía otro sitio a donde ir", cuenta Luis.

La primera noche la pasó en la 'sala de la tele', durmiendo en el suelo porque "los sillones son peores que los del hospital". Al día siguiente, la dirección del albergue le dio una cama en una habitación a compartir con otros cuatro compañeros. "Dentro de todo el caos, estuve en la zona más tranquila. Se portaron bien conmigo", reconoce, añadiendo luego que "en el albergue hay inmigrantes, personas que han tenido un estatus social muy alto y lo han perdido todo, gente que tiene problemas con el alcohol, drogas, problemas de salud mental... Había gente integrada en la sociedad que por 'h o por b' se ha visto en la calle. Ya no tienes que venir de una favela para verte así".

Luis sabía que tenía que saltar este nuevo obstáculo de su vida y llamó a las puertas de Cáritas. Gracias a esta institución, ahora duerme en una vivienda social mientras se prepara para volver a valerse por sí mismo. "Aquí la gente te acompaña, no te saca las castañas del fuego. Comparto piso con gente de fuera, pero hemos llegado a ser todos españoles. No hace falta ya irse muy lejos, aquí tenemos una buena cantera de personas sin hogar", afirma.

No es el único que ha vivido sin un techo. Cruz Roja atiende, con su dispositivo de emergencias en la calle, entre 30 y 40 personas cada día. El año pasado, esta organización llegó a cubrir las necesidades de 259 personas 'sin techo', y lamentablemente, desde enero hasta el 31 de octubre de 2014, ya se han atendido a 247.

El proyecto de Atención Integral a Personas Sin Hogar, a través de las llamadas Unidades de Emergencia Social, son equipos de voluntarios que tres veces a la semana recorren las calles de Jerez para prestar asistencia a las personas "en situación de calle". Suelen salir a última hora de la tarde, y recorren diversos puntos de la ciudad, donde ya tienen identificadas a personas que precisan esta atención.

Aunque los usuarios más habituales son hombres, con edades entre los 40 y 50 años, el perfil de personas que se encuentra sin hogar es muy heterogéneo, siendo el 80% hombres y el 20% mujeres. Otro de los cambios que ha detectado Cruz Roja es que sus 'usuarios' no son sólo personas con problemas de drogas o con enfermedades mentales, sino que se encuentra con ciudadanos que antes tenían recursos y un hogar, y se han visto abocados a vivir en la calle.

En estas unidades, los voluntarios entregan kits -600 en lo que va de año- de alimentos, ropa (ponchos, sudaderas, ropa interior y camisetas) y mantas. Además, presta un servicio de lavandería y duchas tres veces por semana, en su sede de Jerez, en la que se atiende a unas 12 personas cada día. Pero sobre todo, Cruz Roja pone sus 'oídos' a los que necesitan ser escuchados y asesora sobre los diversos recursos con los que cuenta la ciudad. Se coordina con otras organizaciones y cuenta con el apoyo económico del Ayuntamiento, que cofinancia el proyecto, junto a fondos propios y fondos del Gobierno, procedentes de la casilla de fines sociales de la Renta (IRPF).

Estos voluntarios ven cada noche otro Jerez. Un Jerez de pobreza extrema, necesidad y marginación. Hoy son ellos, mañana...

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