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Andaluces en la corte de los zares

La exposición 'El Hermitage en el Prado' incluye entre sus piezas más destacadas un lienzo de la etapa sevillana de Velázquez y cuatro obras pintadas por Pablo Picasso a principios del siglo XX

1. Diego Velázquez (Sevilla, 1599-Madrid, 1660) pintó El almuerzo hacia 1617-18, al inicio de su carrera. 2. La bebedora de absenta de Pablo Picasso (Málaga, 1881-Mougins, 1973), pintado en 1901 y adquirido en 1911 por Sergéi Schukin. 3. Mujer sentada (1908) de Picasso. 4. Mesita en un café (1912) de Picasso. 5. Niño con un perro (1905), aguada sobre cartón de Picasso.
Charo Ramos / Madrid

24 de noviembre 2011 - 05:00

Miguel Zugaza, el director del Museo del Prado, considera que "hacer una exposición sobre el Hermitage en España y no pedir un cuadro de Velázquez sería un pecado". Por ello, en la antológica El Hermitage en el Prado, organizada por ambas pinacotecas y Acción Cultural Española con el patrocinio de BBVA, El almuerzo del pintor sevillano es una referencia obligada. "Afortunadamente, a pesar de queeste cuadro ha viajado en más de una ocasión a España, la dirección del museo ruso entendió que debía incluirse en el grupo de obras españolas", declara Zugaza a Diario de Sevilla. "Y aquí en el Prado", continúa, "se le ve de un modo más bello incluso que en el Hermitage, dialogando directamente con El tañedor de laúd de Caravaggio, teniendo en cuenta que la primera etapa de Velázquez está muy imbricada en esa novedad del gran naturalismo que incorpora la experiencia de Caravaggio a la pintura europea".

Zugaza avanza que este rincón de la exposición, donde también hay obras maestras de El Greco o José de Ribera, "es de los que va a atraer más público. Y es justo además porque, como es bien sabido, esta es la parte de la que cojea el Prado, que tiene una extraordinaria representación de obras de Velázquez de otras etapas pero no así de la sevillana. Por lo tanto, siempre sentimos que Velázquez vuelve a su casa, que es el Prado".

Granadas y mejillones son algunos de los alimentos que engrosan este modesto bodegón donde un hidalgo pobre comparte la mesa con un joven y con ese niño que aparece en otros trabajos tempranos de Velázquez, como La vieja friendo huevos. La tela llegó al Hermitage como obra de un pintor flamenco desconocido y se guardó en sus almacenes hasta finales del siglo XIX: sólo en 1895 se atribuyó a Velázquez. Para el director adjunto de conservación del Prado, Gabriele Finaldi, comisario junto a su colega ruso Sviatoslav Savvateev de esta histórica exposición que puede verse hasta el 25 de marzo en Madrid, "entre la selección española no podía faltar Velázquez, de un tipo del que no tenemos aquí, pintado en Sevilla antes de mudarse a Madrid y convertirse en pintor de la Corte. El almuerzo es un lienzo bello e importante, muy bien conservado, que viene a completar las colecciones del Prado".

El otro andaluz en esta selección del Hermitage es nada menos que Pablo Picasso (1881-1973), de quien esta cita permite admirar cuatro lienzos pintados en la primera década del siglo XX. Según Gabriele Finaldi, "Picasso es uno de los platos fuertes de la colección del siglo XX del Hermitage gracias a dos empresarios moscovitas, Serguéi Schukin e Iván Morózov, que tenían muchos conocimientos del arte de vanguardia que se hacía en París a comienzos del siglo XX". De hecho, explica Finaldi, "la colección más representativa de la pintura de Pablo Picasso en torno a 1910 está en Rusia, repartida entre el Hermitage y el Pushkin".

A ese conjunto pertenece Niño con un perro (1905), "una deliciosa aguada con ese tono melancólico de principios de siglo. Esta obra, curiosamente, tiene en su reverso el esbozo de un dibujo que está relacionado con una gran obra de su período rosa, La acróbata de la bola, que hasta finales de año se exhibe en el Prado como obra invitada del museo Pushkin", aclara Finaldi de este lienzo que llegó al Hermitage en 1934 desde el Museo Estatal del Arte Occidental de Moscú, procedente de la colección de Schukin.

Junto al desnudo Mujer sentada (1908) y Mesita en un café (Botella de Pernod, 1912), la cuota picassiana la completa La bebedora de absenta, que el malagueño pintó en 1901 y también perteneció a Schukin. Este lienzo, que representa a una mujer solitaria con el pelo recogido en un moño, posiblemente una prostituta que apoya su barbilla en la mano izquierda, guarda otro secreto tras sus definidos contornos. Debido a los apuros económicos que sufría en ese momento, Picasso solía utilizar ambas caras de los lienzos y los cartones. Aquí, al darle la vuelta para pintar La bebedora de absenta, el malagueño no imprimó la tela y se limitó a encolarla, por lo que tiene esa textura mate y ese grano tan marcado que acentúan la desolación de la modelo. "La bebedora de absenta lleva bastante tiempo sin verse en este país y es otra de las maravillas de la valiosa colección del siglo XX del Hermitage", concluye Finaldi.

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