París recuerda con una exposición al complejo y solitario Steve McQueen

La Galería L'Instant muestra una serie de imágenes inéditas del actor, obra de Barry Feinstein

Javier Albisu (Efe) París

25 de junio 2015 - 05:00

Las imágenes inéditas de Steve McQueen, un solitario impredecible y adicto a la velocidad que enamoró a Hollywood con sus ojos tristes y azules, llegan a París con material nunca antes expuesto de su difunto amigo y fotógrafo Barry Feinstein.

La galería L'Instant expone hasta el próximo 16 de septiembre en el barrio parisino de Le Marais Unseen McQueen, que reúne instantáneas de "dos apasionados del motor, fueran motos o coches, que se conocían desde inicios de los años 60, salían a conducir juntos por el desierto californiano".

Steve McQueen quitándose unos guantes de piloto, fumando un cigarrillo a lomos de una motocicleta, derrapando durante un rodaje, empuñando un revólver o conduciendo un bólido. Muchas fotografías en blanco y negro y dos amigos, un fotógrafo perfeccionista y un artista salvaje al que llamaban El rey cool.

Feinstein, fallecido en 2011 a los 80 años, trabajó por primera vez para McQueen en 1968 durante el rodaje de Bullitt, una cinta de Peter Yates en la que un teniente de la policía de San Francisco intenta desentrañar un crimen con conexiones entre la mafia y la política. "Capturó la intensidad del artista durante el rodaje, pistola en mano, a los mandos de su coche o en brazos de Jacqueline Bisset. Como siempre, Steve está sublime, con esa fotogenia única que creó su leyenda", apuntan los responsables de la galería. Bullitt, recordada por las persecuciones automovilísticas, consolidó en el estrellato a McQueen, que ya había rodado títulos memorables como Los siete magníficos o La gran evasión, ambas de John Sturges.

Hijo de una madre alcohólica y de un padre que lo abandonó recién nacido, Steve McQueen llegó al mundo en Estados Unidos durante la Gran Depresión (Beech Grove, 1930) y se crió entre el vandalismo, los reformatorios y los golpes de su padrastro hasta que a los 17 años, disléxico y sordo de un oído, ingresó en el cuerpo de marines. El insubordinado McQueen salió del ejército a los 20 años y se fue a Nueva York, donde trabajó como camarero o estibador, hasta que con 22 años se matriculó en una escuela de teatro y con 25 debutó en Broadway.

Dio el salto definitivo al cine en 1956, con un papel en Marcado por el odio, que protagonizaba Paul Newman y dirigió Robert Wise. Esa película marcó el inicio de una brillante carrera cinematográfica, que eclipsaba la complicada vida personal de un actor marcado por su áspera infancia.

Colérico, envidioso, arrogante, egoísta... Su hijo Chad lo describió en el documental I am Steve McQueen, en el que retrata con honestidad a un magnífico padre, pero también a un hombre intransigente y casi imposible en su relación con el resto del mundo.

El actor de películas imprescindibles como La huida, de Sam Peckinpah (1972) o El coloso en llamas, de John Guillermin (1974), murió prematuramente y abrazado a una Biblia en 1980 en Ciudad Juárez (México), donde había llegado para buscar una cura milagrosa para su cáncer de pulmón. Ahora tendría 85 años.

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