Aquellos que promovieron un arte sin ataduras

Diario de las Artes

Richard Channin Foundation. / Juan Carlos Vázquez
Bernardo Palomo

Jerez, 21 de julio 2019 - 05:00

THE RICHARD CHANNIN FOUNDATION

CAAC. Sevilla

La Sevilla artística de los años noventa, asimilados los planteamientos de la Modernidad, ya asumidos los esquemas abiertos de un arte que no ofrecía dudas para una mayoría y que se aceptaba todo cuanto se ofrecía con el mínimo marchamo de artístico, se planteaba la necesidad de un zarandeo que moviera ciertas instancias y creara mucha más motivación en los organismos artísticos oficiales, sobre todo, en la Facultad de Bellas Artes en que, todavía, se notaban muchos resabios y actuaciones del pasado. Muchos santones del arte sevillano permanecían en sus estamentos conformistas y se oponían a que se abrieran compuertas por donde pudieran entrar los aires frescos de un arte que se quería infinitamente más vivo.

Fue un tiempo en el que los más jóvenes, un sector mínimo de la Facultad de Bellas Artes, abanderó un movimiento si no de ruptura total con lo establecido, sí con una fuerte carga de dinamismo, descaro y transgresión. La ciudad de Sevilla ha sido, desde siempre, una cajita de nácar que atesoraba esencias que una inmensa mayoría se empeñaba en resguardar de alientos, supuestamente, perjudiciales para tan apreciada realidad. Tanto rigor y tantas edulcoradas manifestaciones desprendían tufillos rancios y casposas circunstancias que, en ciertos ambientes de jóvenes con luces más libertarias, les servían para ofrecer otras posiciones no tan encorsetadas. Esas inquietudes encontraron un terreno abonado en las aulas de la Facultad de Bellas Artes; allí en los últimos años de la anterior centuria, aparecieron estudiantes con un talento innato, infinitas ganas de hacer algo distinto y con mucha fuerza para levantar máximas expectativas. Además de todo esto, algunos mostraban una mayor osadía y hasta muy poca vergüenza; vergüenza de la buena, esa que desinhibe y permite generar infinitas buenas situaciones renovadoras; también vergüenza de la otra, de la que conseguía abrir puertas, desentrañar lenguajes jocosos, valientes, transgresores y tremendamente divertidos. Y todos estaban en posesión de una aplastante y descarada juventud.

En aquel ambiente surgió The Richard Channin Foundation. Desde un principio, sus componentes, los jerezanosJuan del Junco y Fernando Clemente y el sevillano Miki Leal, tenían claro que su actividad debía ser, ante todo, motivadora, de crear realidades distintas, de provocar acciones que se enfrentaran a un arte adocenado, con muy poca vida y casi moribundo. Los tres crearon situaciones festivas, quitaron peso y seriedad a un arte pesado y demasiado serio. Abrieron espacios creativos intervencionistas, dejando que el público fuera parte activa en la realidad que se ofrecía. Sus estudios se convirtieron en escenarios vivos hasta donde poder llegar, dejaron de ser solitarios y sacrosantos espacios individualistas y abrieron puertas y ventanas para que la frescura tuviera su sitio y su entidad.

La primera situación jocosa y festiva que provocaron fue el propio nombre del grupo. Buscaron una serie mítica de televisión: Falcon Crest y pusieron el nombre y apellido de su malvado protagonista, Richard Channing, papel que interpretaba el actor americano David Selby. Desde ahí todo tipo de actuaciones, con performances, encuentros en los estudios, felicísimas situaciones que contravenían los normales desarrollos artísticos. Porque los Channin buscaban sacudir los cimientos de un arte que, en la mayoría de los casos, sólo manifestaba desenlaces lineales con muy pocas alternativas novedosas.

La exposición que organiza el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo nos presenta algunas de aquellos proyectos ejecutados por aquel trío que revolucionó la escena artística sevillana y que abrió muchas rutas para circular de una manera muy distinta a como habitualmente se hacía. Obras físicas, documentos sonoros y gráficos de los episodios que ellos promovían, así como algunas intervenciones de algunos de los artistas de aquella generación con la que ellos se sentían especialmente identificados y que, hoy, son autores de reconocida solvencia creativa, Rubén Guerrero, Norberto Gil, Maria José Gallardo, Ramón David Morales, Cristóbal Quintero o José Miguel Pereñíguez, entre otros.

Hoy Miki Leal, Fernando Clemente y Juan del Junco son artistas integrantes de un arte con mucho interés. Hace unos años, cuando eran unos jovencitos realizaron una ingente labor motivadora, posibilitando estrategias para que la práctica artística no tuviera tanta carga de serio elitismo y buscara nuevos derroteros por donde discurrir con soltura, fluidez y espíritu libre.

Paco Mármol. Chatarra.

La gran fiesta de la mejor pintura

PACO MÁRMOL

Centro de Interpretación La Chanca. CONIL

Vuelve Paco Mármol a ser protagonista de esta página de arte, después de que lo fuera por su muestra en la Sala Municipal de Exposiciones de Ubrique, acompañado en aquella ocasión de la, también, espectacular pintura de José Antonio Chanivet. Ahora, el artista gaditano presenta su obra en solitario en el Centro Cultural La Chanca de Conil; un bello espacio donde reluce espléndidamente cualquier situación artística.

De Paco Mármol todo buen aficionado conoce sus portentosas maneras para con el dibujo; faceta artística que domina absolutamente y a la que dota de una entidad plástica difícilmente superable. Lo llevamos sabiendo desde hace mucho tiempo, desde que abandonó aquella abstracción pseudogeométrica de limpios campos cromáticos sobre superficies redondeadas. Sistema expresivo que abandonó para comenzar una línea nueva donde la realidad manifiesta su aplastante disposición ilustrativa. Si de impactante clarividencia plástica y estética fue la serie sobre los animales en peligro de extinción por los desafueros de una sociedad más que inconsciente, ahora nos envuelve, de nuevo, en otro proyecto representativo donde las calidades del dibujo recrean una realidad que deja en suspenso la mirada, después de que está se haya acomodado a la perfección de una representación que esconde infinitamente más. En esta ocasión Paco Mármol nos sitúa en los ambientes inquietantes de un cementerio de coches; allí donde la chatarra es la reina de una total decadencia que, a fuerza, de ser real, patrocina nuevas circunstancias.

El pintor para esta exposición ha dejado atrás su habitual instrumento creativo, el bolígrafo bic, y se vale de un lápiz de color azul para que desde esta posición cromática se acceda a un universo de realidades bellamente interpretadas. Técnicamente, Paco Mármol nos da una nueva lección dibujística; la perfección formal es tan grande que el espectador se siente cohibido ante tanta realidad representada. El color azul, más que pintar, modela los objetos. Éstos nos descubren sus formas, su deterioro, el paso inexorable del tiempo, la belleza oculta de lo decadente. En las veinte piezas que conforman la exposición el pintor nos hace partícipes de esa vejez forzada que la sociedad inculca a los vehículos. De ellos Paco Mármol nos extrae una nueva dimensión; dimensión que no sólo tiene que ver con la extraordinaria configuración plástica sino también que abre una perspectiva que roza con lo sentimental, con la nostalgia, con la desolación que produce ver descomponerse lo que estuvo bien vivo y fue totalmente útil. De todo ello, como ramilletes de objetos retorcidos, como retratos de una vida pretérita, como episodios de un tiempo perdido y encontrado en otro estadio, con otras perspectivas existenciales y como género efímero de lo que fue realidad absoluta, Paco Mármol nos ofrece toda una bella lección de pintura; pero, al mismo tiempo, nos cuenta la historia de muchas realidad compartidas.

La exposición en los bellos espacios del Centro de Interpretación de la Chanca conileña es el feliz encuentro con un pintor grande, que tiene una muy clara conciencia artística y que es autor de una obra apasionante, convincente en todos sus extremos y que descubre a un artista total, con una clarividencia pictórica que deja atónitos a todos y que supone, sin lugar a dudas, una auténtica fiesta de la pintura eterna.

Otra vez, el artista gaditano nos introduce en los episodios de la gran pintura esa que se constituye desde unos parámetros dibujísticos perfectamente acondicionados en fondo y forma y que, con lo más mínimo, un simple lápiz de color azul, llega a manifestar un poderosísimo manifiesto artístico. Todo un lujo para los sentidos y mucho aire fresco lo artístico.

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