En febrero del 2015 se estrenaba en Berlín 'Jerez y el misterio del palo cortado', un documental cargado de belleza y melancolía pero con un final inquietante; una vieja bota lanzaba desde una bodega vacía y en ruina un grito desgarrador sobre el futuro del Jerez.

Han pasado tres años y en plena celebración de Vinoble 2018, el horizonte ha cambiado radicalmente. Surgen nuevas bodegas, se recuperan otras que marcaron una época y forman parte de nuestra historia, los enólogos jóvenes no paran en esa búsqueda incesante de la calidad basada en el respeto por la viña y el cuidado de ese segundo terruño que en Jerez representa la bodega. Bodegueros y enólogos de gran prestigio recalan en nuestra zona y la gran cocina española representada por sus chefs y sumilleres se vuelcan con nuestros vinos, convirtiéndose en nuestros mejores embajadores.

El otro día cuando preparaba una de nuestras catas en Vinoble abrí una botella que me hizo temblar de emoción. 'Viña Amorosa añada 1911' rezaba en la etiqueta. Nada mas tomar contacto con el aire empezó a respirar, no paraba de crecer y comenzó a contarme su historia. En 1911 solamente habían pasado 17 años desde que la filoxera asoló nuestro viñedo, y allí estaba 'ella' para demostrarnos que la recuperación es posible, que ese tesoro líquido que lloraba en mi copa y saciaba mi sed era un alimento para mi alma, que la luz que emanaba y me seducía, alumbraba el camino del resurgimiento. Esa botella que celosamente la familia González guardó durante generaciones era el testigo más fiel de nuestra historia más trágica. Una cápsula del tiempo que llevaba en su interior un mensaje lleno de trabajo, constancia y esperanza. Esa añada es la mejor herencia que podemos recibir de nuestros mayores y un reto para nosotros; el legado que debemos construir y entregar a las próximas generaciones.

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