Gumersindo Ruiz

Terremotos, inundaciones, mal gobierno

Tribuna Económica

19 de septiembre 2023 - 00:00

Las grandes catástrofes naturales ponen a prueba a los estados, como con el terremoto en Marruecos y la lluvia en Libia. La primera vez que visité Libia fue a principios de los años setenta, y hacía poco que se había convertido en una república árabe; entonces era la primera nación del continente en renta y esperanza de vida, y la prosperidad por el petróleo se notaba en la vida fácil de sus habitantes, más que en infraestructuras y actividades productivas. Para el país no había plan alguno, más que el dulce no hacer nada y vivir de la energía. Pudimos visitar solos ciudades romanas como Lepsis Magna y disfrutar de una calma casi infinita. Tras las guerras civiles entre 2011 y 2020, el país tiene dos gobiernos enfrentados, y aparte de convertirse en un núcleo de delincuencia de emigración ilegal, la producción cae a la mitad desde los conflictos, el paro es el 20% y el 85% de la población laboral trabaja informalmente o en el sector público. La inflación es baja, pero la cesta básica de la compra sube un 38%, lo que se compensa subiendo los salarios públicos un 42%. Para los amantes de los presupuestos equilibrados diremos que al gobierno le sobra dinero, y tiene un excedente del 3%, pero hay un declive en el sistema de protección social, necesita una política fiscal redistributiva de la riqueza, y un sector público eficaz y eficiente. Aunque supera a cualquiera un diluvio que deja en un día lo que llueve en dos o tres años, un país con un conflicto militar interno, y sin visión de adonde quiere ir económica y socialmente, no está en condiciones de responder a una catástrofe de esta magnitud.

Marruecos es un país estable, que crece en el entorno del 3,5%, con un paro del 12,8%, pero con una economía informal grande, y una inflación del 7,8%; sus exportaciones van muy bien, la deuda pública es baja, como el déficit público, el dirham se deprecia, aunque aguanta, y tiene fácil acceso a financiación internacional. Llama la atención la falta de una pronta respuesta ante la catástrofe, que se quiere justificar por la ausencia –algo habitual pero extraño– del rey; pero el país tiene partidos políticos y un gobierno que con un mínimo de intrepidez podría haber tomado la iniciativa dadas las circunstancias. En España los principales compradores de viviendas extranjeros residentes son marroquíes, en número, pues compran a un precio muy inferior a los no residentes; aunque los dos países están muy vinculados, ha parecido raro que sólo haya aceptado ayuda de cuatro, entre ellos España, quizás por las relaciones entre las familias reales y el acercamiento que ha propiciado el gobierno. Las catástrofes muestran lo peor de las sociedades, en este caso el enclave turístico de Marrakech, donde se pagan fortunas por viviendas de lujo, y el entorno miserable del Atlas, con la población sepultada en las casuchas de las aldeas. Y en Derna, la ciudad portuaria de Libia, en un valle inundable, mal protegido por dos presas, más del 15% de la población se ha ahogado. Pero también aparece en estos momentos lo mejor de las personas, como la reacción de la población civil; se ven sobre todo mujeres que, con sus pobres medios, se organizan y trabajan, para ayudar a los vecinos más necesitados.

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