El parqué
Continúan los máximos
Hay días de nubes internas, de corajes pasados y tristezas irracionales, días en que el alma despierta perdida y en desidia. Hay amaneceres que son noches adelantadas, cansancios arrastrados o decepciones acumuladas. Días sin palabras… días así, como gasas por el aire, cuerpos vacíos y vaporosos, fantasmas atravesando los espacios sin rumbo, de aquí para allá, sin sentido; hasta que de pronto alguien se acerca, te sumerge en su regazo y te acaricia.
Un abrazo se entiende sin palabras, te cura sin grageas y te insufla el oxígeno necesario. Lo deberían pues recetar los médicos, porque lleva en sí toda la farmacopea de los ancestros. Ningún brebaje produce tanta satisfacción ni restaña tanto. Si lloras, un abrazo; si odias, un abrazo; si desesperas, un abrazo. Un abrazo da paz al alma, encuentra salida a la cárcel interna y te acurruca en el hogar cuando hace mucho frío. Tengo a mi amigo Fabrice que abraza, abraza siempre, venga o no venga a cuento.
Hay que perder el pudor del abrazo y ofrecerlo por doquier, justo cuando nadie se lo espera, al amanecer del día, para que alumbre la geografía del interior. Después, que salga el sol por Antequera. Porque el abrazo cura los resentimientos y da paz al alma. No hay nada como un ‘te quiero’ sin malos entendidos, nada como un ‘me importas’ sin necesidad de discursos, un ‘te amo’ sin miedo a los celos de la competencia.
Un abrazo es todo eso, soltar amarras y dejar que el viento sople sobre la vida, ayude en la singladura hasta alcanzar el próximo horizonte. Porque necesitamos curar el cansancio, alegrar la tristeza e hinchar el corazón de alegres apretones. Las corazas que llevamos puestas en defensiva se desarman con un abrazo, el rencor se desintegra y el odio se diluye. Recibir a alguien con un abrazo, decirle: ‘qué bien que estés aquí’, es más locuaz que todo un discurso preparado. Es dejar que el otro entre en tu familia hasta abandonarte en el espacio sagrado de la intimidad. Cuando veo a dos abrazarse, pienso: es posible seguir creyendo en la humanidad. Bastaría eso para soñar en la reconciliación de todos, sin necesidad de declaraciones grandilocuentes, sin ententes políticas de altos vuelos que se pierden en los mamotretos de los tratados.
Simplemente con un abrazo de los líderes podría dulcificarse las relaciones entre todos. No es mucho pedir, un abrazo ¿No te fijas cómo cuando dos se envuelven en un abrazo el aire se perfuma, cambian la cara y todos miramos con la sonrisa hecha envidia y niña a la vez? Un abrazo y un beso equilibran la balanza de una vida ¿por qué nos resistimos a practicarlo? Hay que tomar aliento de la boca del otro, fortaleza de los brazos del otro, amor de la mirada compartida; de no ser así ¿qué nos queda?
Hoy es uno de esos días en que me he levantado queriendo abrazar por doquier, digan lo que digan, hablen lo que hablen, abrazar al de lejos, al de cerca, abrazar hasta cansar mis brazos y no decir palabras. En los días fríos se precisa incendiar el corazón, soplar sobre el rescoldo de la inocencia y construir una antorcha que rompa la noche, se exige algo más que deseos imposibles, un abrazo que haga posible despertar los sueños. Les diría a todos que rompan el pudor de los bien pensantes y adornen las calles de abrazos y besos húmedos y atrevidos, que electrocuten la noche con la energía de las mitocondrias y el latido del corazón.
Convendrán conmigo en que hay demasiada gente funesta y apagada, demasiados seres tóxicos a quienes es preciso desactivar. Es urgente un abrazo antes de que llenen de luto nuestra convivencia, antes de que extiendan la noche sobre el mundo y anulen el amanecer de las personas ¡Un abrazo, por caridad! Un abrazo que consuele, unos brazos a los que pertenecer, una mirada para sonreír. No se necesita más, sólo conexión para activar la ‘hormona del amor’. Ten ánimo y confía, que la vida es muy triste sin tener a quién abrazar.
Disfruto, por ejemplo, con otro amigo que incluso abraza a los árboles. Me parece bien, si en ellos encuentra energía. Abraza siempre, aunque sea a una farola y te llamen beodo; más vale así que rodearte de espinas y abrojos, más vale así. Después de todo, el humor también mejora el ánimo, reduce la ansiedad y combate la depresión. Si tuvieras que beber una copa para abrazar, tómala, aunque luego te salga el tiro por la culata. Siempre tendrás algo de qué reírte. Es curioso que, en esta sociedad de la hiperconexión, hayamos perdido la conexión carnal: el abrazo, el beso y la cercanía.
Todo se nos va en emoticones afectivos que nos dejan más frío que témpanos. No me resisto a dejar de tocar, a sentir el latido del otro junto al mío, a abrazar porque sí, con el asombroso poder que tiene, más allá de las palabras, en la explicación de dos cuerpos que se encuentran traspasando los terrenos, confiando sin más, hasta sentir el aliento del otro que hace posible el mío ¿Acaso no necesitan los niños el contacto físico y emocional para su desarrollo afectivo? ¿Qué pasa con los adultos? Daos un abrazo prolongado, dejaos llevar por la corriente del sentimiento, silentes, sin decir nada, dejaos llevar y sentid la sanación, el tic-tac de ese reloj interno que en el chaleco bombea en ti las mismas veces que el del otro. ¡Ah si pudiera troquelarse y quedar detenido para siempre…! ¡¡No es tan difícil ‘y por eso hoy, te dejo aquí…Mi Abrazo’!!
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