A Álvaro Domecq Romero por el cielo de Jerez

30 de noviembre 2025 - 03:09

Finalmente he podido recuperar algunos trozos de recuerdos que durante más de cincuenta años tenía –y continuaré teniendo mientras viva- almacenados en mi interior, de vivencias, próximos a Álvaro Domecq Romero –por el cielo de Jerez- y a su hoy viuda, Maribel Domecq Ybarra. Superado el medio siglo –sería en 1972-, cuando Pepe Quevedo, -mi cariñoso recuerdo a su memoria-, hombre imprescindible de Alvarito y de la casa en aquellos años -con el paso del tiempo Juan Panedas ocupó su lugar hasta su jubilación-, llamó a mi puerta para decirme que Álvaro Domecq hijo quería contar conmigo para que pusiese voz a unos textos –escritos en primera instancia por su padre, Álvaro Domecq y Díez- a fin de que sirvieran de vehículo conductor para un espectáculo ecuestre que estaba creando y que, a partir de 1973 habría de ser estrenado –como así mismo ocurrió-, en los jardines de El Bosque, en acto multitudinario presidido por los entonces príncipes de España, Juan Carlos y Sofía. La elección de las músicas primigenias –después han sido ampliadas y renovadas en número y ritmo en parte con Paco Cepero entre otros autores- tuvo por escenario el domicilio del matrimonio hasta el que nos desplazábamos cada tarde-noche unos cuantos amigos a fin se seleccionarlas. La primera grabación se llevó a cabo en Radio Popular de Jerez. Con posterioridad y ya con el paso de los años, el uso de las cintas casetes –que Maribel Domecq utilizaba con maestría-, fue deteriorándose hasta una nueva grabación realizada en los estudios Izquierdo de Chiclana. Fueron los comienzos de lo que hoy podemos denominar como una de las creaciones artísticas más bellas, emocionantes y valiosas en torno al mundo del caballo que se hayan podido crear gracias a la sensibilidad, enamoramiento y entrega de un jinete excepcional: Álvaro Domecq Romero, ‘Cómo bailan los caballos andaluces’. Así, muy a grandes trazos dio comienzo una historia que hoy pervive y que es el manantial del que se nutre La Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre para orgullo de Jerez y gloria para el hombre que puso sus cimientos.

No trato de extenderme en una redacción centrada en el bailar de los caballos andaluces. Quiero recordar a su creador como rejoneador, jinete, bodeguero, amigo de sus amigos y una ‘jartá’ de buena gente. Cuando el espectáculo estrella con su baile empezó a cabalgar, una de sus primeras intervenciones –creo recordar-, fue en Sevilla a beneficio de Cruz Roja. A partir de ese momento los espectáculos fueron solicitados en Andalucía, Extremadura, Madrid y otras comunidades y países. Otra temprana intervención de ‘Como bailan los caballos andaluces’ fue en Puerto Banús, de la que recuerdo un acto convivencial en torno a un almuerzo al que asistieron los padres de Alvarito. En la capital de España, en su Casa de Campo y Plaza Mayor, las intervenciones han sido frecuentes. Como anécdota refiero una de hace algo más –poco más- de 40 años por ser aquella la primera huelga de controladores aéreos que yo recuerdo y sólo la intervención de Álvaro y de su mano derecha, Pepe Quevedo, hicieron posible cambiar avión por tren Talgo para volver a Jerez donde yo tenía que estar un día concreto.

El picadero montado en el Parque González Hontoria jugó un papel determinante en el discurrir del espectáculo ya que, a éste acudían grupos de espectadores antes o después de visitar las instalaciones bodegueras. La dirección de la Real Escuela la ostentó Alvarito durante un tiempo, hasta que hubo de tomarse un descanso, que Juan Panedas aprovechó para entre los jinetes amigos y compañeros –que fueron y son legión- y quienes sólo estábamos próximos por cariño hacia el protagonista, montar un espectáculo inmenso en terrenos de Williams en calle Santo Domingo en honor de Álvaro Domecq Romero que, como en otras muchas ocasiones, tuve el placer de presentar.

Es hora de ir cerrando este modesto trabajo dedicado a honrar la memoria del caballero jerezano Álvaro Domecq Romero, enviando asimismo mi sentimiento de pesar y un abrazo entrañable a Maribel Domecq Ybarra, esposa que fue del jinete, rejoneador, bodeguero… Finalmente y aun cuando la referencia está centrada en el espectáculo estrella, quiero destacar el hecho de que Álvaro y Maribel nos cedieran el palco presidencial del picadero de la Real Escuela Andaluza de para presidir, con mi mujer y mis hijos junto al director, Jorge Ramos, el acto de homenaje que me fue ofrecido con el espectáculo que hace historia y sus jinetes, firmantes todos ellos de un ejemplar editado por la Consejería de Turismo, Regeneración, Justicia y Administración de la Junta de Andalucía para la Fundación Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre. En aquella ocasión fueron muchos los amigos de dentro y fuera de la institución que estuvieron presentes a quienes quiero agradecer su presencia: Mari Carmen Gómez Cañas que tanto quiso como amigo y superior a Álvaro; Paco Rosado, siempre presto al volante, pertenecientes ambos a la Real Escuela, así como la nómina de jinetes en activo, como algún “joven” jubilado ya como Rafael Soto, unido por el caballo con Ignacio Rambla, ambos medallistas olímpicos.

El título de este comentario no es absolutamente mío. Me lo inspira el gran poeta arcense Antonio Murciano con su ¡A Fernando Terremoto por el Cielo de Jerez”. Gracias, maestro.

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