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Es bonito el poder comprobar que alguien escribe sobre ti recordando anécdotas, vivencias –buenas o malas que de todo hay en la viña- y te brinda la oportunidad de contar lo más y lo menos sobresaliente de los años –en el caso que nos ocupa 86- de tu vida. Esto se ha visto materializado en el libro Rufino de Paterna, al que ha dado forma la nieta del protagonista, Rufina Pérez García con dos prólogos firmados respectivamente por Andrés Clavijo –con admiración y cariño- y Enrique Montiel desde su querido -también por mí-, San Fernando.
La autora se expresa en la introducción de su libro en los siguientes términos: mi abuelo es un hombre que además de llevar el flamenco a cada lugar en el que ha estado, posee un noble corazón, una humildad y una sencillez que atrae a aquellas personas con las que se codea. Desde que era niña me he maravillado oyendo las historias de mi abuelo con el que, mientras dábamos forma a este libro he compartido momentos muy bonitos: hemos reído, nos hemos abrazado, hemos llorado recordando los difíciles años de su infancia y hemos recordado a mi querida abuela María. Con todo ello he llegado a conocer con una mayor profundidad la vida de mi abuelo a quien doy las gracias por su gran lección de humanidad, de cariño, de entusiasmo, de lo que es una vida dedicada al trabajo y a la entrega en cuerpo y alma a su familia toda: esposa, hijos, nietos y también a sus incontables amigos y a su gran afición al cante flamenco. (sic)
En su libro Rufino de Paterna, que éste me ha hecho llegar mediante un gran amigo común, el profesor jerezano –muy vinculado a Paterna especialmente en su aspecto cultural-, Juan Sánchez, el cantaor es activo narrador y trae en su intervención directa la figura del gran poeta que fue, el arcense Julio Mariscal Montes, quien ejerciera como profesor lo mismo en Arcos que en Paterna, enamorado del arte flamenco, de los aires del pueblo, de sus calles y de su virgen de la Soledad de cuya hermandad llegó a ser hermano mayor y a la que dedicó una saeta para que la cantara Rufino, saetero vocacional actuante en muchas localidades de la provincia gaditana: Tan sola vas mare mía,/tan sola y con tanta pena./Deja que seque ese llanto/de tu mejilla morena/la saeta que te canto.
En su libro, Rufino recuerda con emoción a aquellos que fueron sus compañeros de cante, de vecindad y escenarios: Antonio Pérez Jiménez “El Perro de Paterna”, “El Niño de la Cava” y “El Ruiseñor de Paterna” –los dos primeros por los cielos de Andalucía-.
Desde que iniciara su aventura cantaora con atención a los concursos, recuerda Rufino de Paterna que en 1952 se alzó con el primer premio en la feria que se organizaba en su pueblo. A partir de ahí, primeros, segundos y terceros premios acreditan su palmarés. Cádiz, Jerez, Puerto Real, Arcos, La Línea, Conil, Cártama, etc. El año 2007, el Ayuntamiento de Paterna le nombró Hijo Predilecto, y en su honor, se descubrió un busto que perpetúa su presencia, en 2022 se le hace entrega de la Llave de Oro de la
Villa, y entre una y otra cosa recibe homenajes de peñas flamencas de Chiclana, de Arcos, de Paterna, etc.
A manera de resumen, destacar el capítulo que Rufino dedica al anual Concurso Nacional de Cante por Peteneras que, en organización del Ayuntamiento local se celebra anualmente y, en el que él ha participado en varias ediciones alcanzando el primer premio en la de 1973. Destacar por último la afición del cantaor paternero al romance y a la copla, dedicándole horas, días y años a su personal visión y versión de los y las mismos/as.
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