Alfonso Ussía en Antena 3
Pachangas de verano
Losequipos grandes podían permitirse el lujo de irse diez o quince días de pretemporada a Escocia, Holanda o Bélgica, porque allí encontraban la climatología, los medios y la tranquilidad adecuada para ir cogiendo la forma, luego solían llegar algunos partidillos con equipos, casi siempre amateurs, de la zona y cuando se acercaba la temporada oficial, se volvían a España y disputaban los tradicionales trofeos de verano.
La geografía patria estaba jalonada de trofeos veraniegos, los había de diferentes niveles, cuanto más top era el torneo, más grande solía ser el trofeo. El Carranza, el Teresa Herrera, el Colombino eran de los más prestigiosos. Si querías ver fútbol internacional del bueno, tenías que pasarte por Cádiz, La Coruña o Huelva. El Flamengo, el Santos, el Botafogo... los conocíamos por esos trofeos, de otra manera sería imposible, más allá de algún reportaje en el Marca o algún otro medio de comunicación. Luego estaba el torneo del franquismo por excelencia, al menos yo recuerdo como empezaban y finalizaban los primeros trofeos de la Línea, por aquel entonces, en blanco y negro. Cuando la cámara hacía zoom hacia el Peñón de Gibraltar, mi padre solía decirme “ese torneo lo paga Franco, para que se vea que el Peñón está en España”. Eran otros tiempos.
Pero frente a las grandes citas del verano futbolístico, estaban los torneos de andar por casa. La mayoría de equipos de la zona, hacían su pretemporada alternando la playas gaditanas, las canteras de Puerto Real, Los pinares de Rota o el Parque González Hontoria, eso sí en horas muy de mañana o muy de tarde, para evitar golpes de calor. Y luego estaban nuestros pedazos de trofeos, La Vendimia o La Venencia en Jerez, el del Puerto y por supuesto no podía faltar el de la Urta en Rota. En aquella época la mayoría de la publicidad era narrada por los propios comentaristas deportivos: “Fino Tío Mateo, el alegre compañero del copeo, Fino Tío Mateo de Palomino y Vergara” me tocó decir alguna que otra vez.
Luego llegó la televisión privada, la necesidad de contenidos, la innovación y de ahí salieron nuevos torneos, los tres por tres. El pastel se lo repartían las televisiones y los nuevos presidentes tipo Jesús Gil y Gil, entraban en juego nuevas ciudades, tipo Marbella y en el mes de agosto no había día en el que no retransmitieran un partido por algún canal de televisión. De hecho se llegó a alcanzar el hastío generalizado del aficionado. Ahí empezó la decadencia de dicho formato.
Pero la pasta es la pasta y con el cambio de milenio llegaron nuevos formatos. Los equipos grandes se lanzaron a conquistar nuevos mercados y empezaron a planificar sus pretemporadas en base a los partidos que iban a disputar por el mundo. Giras asiáticas o giras americanas principalmente, cuyo principal objetivo era la de hacer caja para el club en cuestión. Ahí los que ganaban eran los grandes, porque para las televisiones solo les interesaba el Real Madrid, el Barça y, en última instancia, el Atlético de Madrid.
Ahora, sin fechas en el calendario, sin pies ni cabeza, al menos para la salud de los jugadores, la FIFA se ha inventado una pachanga, muy lustrosa dicho sea de paso, llamada Mundial de Clubes, que va a repartir mucho dinero, pero que no deja de ser una pachanga de verano, porque entre otras cosas, no están los mejores clubes del mundo. Pero en cualquier caso aquí manda el dinero y, sobre todo, el dueño de la pelota, que no se quiere quedar sin comer su buen pedazo de pastel. ¡Vivan las pachangas!
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