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Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

La A-92 del AVE

La comunicación directa por alta velocidad entre las capitales andaluzas serviría para alejar recelos provincianos

Buceemos un poco en los primeros años de la autonomía. A mediados de los ochenta, la Junta empezaba a construir su entramado administrativo y a recibir de Madrid competencias que le costaba trabajo asimilar. Nadie tenía demasiado claro para qué servía el invento de la Junta de Andalucía. Por aquellos años el Buró Internacional de Exposiciones, que así se llama el organismo, le concedió a Sevilla la celebración de una muestra universal para conmemorar los quinientos años de la llegada a América. Con ambas carpetas debajo del brazo, la de qué hacer desde la Junta y la de la Expo, el consejero de Obras Públicas, Jaime Montaner entró un día el despacho del presidente Rodríguez de la Borbolla y le dijo algo parecido a lo de los que idearon la catedral de Sevilla: hagamos una obra tal que los que la vieren nos tomen por locos. El resultado fue la autovía A-92, hoy vieja y achacosa pero que cuándo se diseñó era algo parecido a un imposible: unir Huelva y Almería por carretera de cuatro carriles y acortar los tiempos de unos viajes que entonces tenían mucho de aventura tercermundista. La autovía no estuvo ni mucho menos terminada para 1992 y su construcción estuvo salpicada por todo tipo de incidencia, casos de corrupción incluidos, pero contribuyó como ninguna otra cosa a articular la región y justificó, de alguna forma, la existencia misma de la autonomía.

Ahora, el presidente Juanma Moreno ha resucitado un proyecto aún más ambicioso: hacer lo mismo, pero con ferrocarril de alta velocidad. Para empezar, conectar Sevilla con Málaga por el camino más corto, sin dar el absurdo rodeo actual hasta Córdoba, y a partir de ahí seguir sumando hasta conseguir unir las ocho capitales. Por ahora no deja de ser un sueño, dicho, además, en un contexto de elecciones municipales en el que las promesas de gatillo fácil están a la orden del día. Comunicar Sevilla con Málaga, a través de Antequera, costaría por encima de los 1.200 millones de euros y necesitaría tiempo y mucha coordinación entre la administración autonómica y la estatal.

Pero no cabe ninguna duda de que cambiaría la cara de Andalucía. Poner a menos de una hora la capital de la región de su principal centro económico y empezar a tejer una red de comunicaciones a la altura del siglo XXI impulsaría el desarrollo de la región y serviría para alejar los recelos provincianos que tanto daño han hecho y que tantas cosas importantes han frenado.

La A-92 ferroviaria es uno de esos proyectos capaces de cambiar una realidad. Que se convierta en algo concreto requiere grandes dosis de capacidad de gestión, coordinación de muchas voluntades y, no se olvide, millones y millones de euros. La duda es si vamos a ser capaces de cuadrar la ecuación.

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