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A contraluz

Manuel Pareja

Aborto es Sagrado

EL aborto podrá ser cualquier cosa, menos sagrado. Con este lema, las activistas de Femen han lanzado una campaña que recogen con fruición muchos medios de comunicación, tratándolas algunos como heroínas del feminismo. Lo curioso no es que se despeloten en el Congreso cuando se debatía la ley y estaba interviniendo el ministro, sino cómo llegaron hasta allí y cómo las dejaron montar el número. El feminismo clásico fue un movimiento clave para el progreso de una sociedad que buscaba más igualdad en derechos y oportunidades; donde las mujeres reivindicaban un papel que les era vedado, y que las dejaba en unas condiciones de inferioridad intolerables. Empezaron por el sufragio y continuaron con la conquista de otros derechos básicos. Pero todo esto cambió con el dorado 68. La izquierda empezaba a estar desacreditada y el socialismo real era devorado por la economía de mercado. Así que la nueva religión progresista, igual de sectaria que cualquier otra fundamentalista pero escondida tras la corrección política, se apoderó del movimiento feminista, que fue a partir de entonces radical y anticlerical; cosas de la liberación pansexualista, que ha derivado en la ideología de género y que, perdonen la expresión, raya en la idiotez. Estas Femen son la versión grosera de la religión del género. Las valientes, hace una semana abordaron a Rouco en la calle tirándole bragas manchadas de rojo al grito de aborto es sagrado. Ser activistas en Occidente no tiene ningún mérito, se lo damos casi regalado. Y si es contra la Iglesia Católica, que es ya la única que defiende el derecho del no nacido sin medias tintas, no les digo más. Podrían ir a la Mezquita más cercana y acosar al Imán de guardia, a ver qué pasaba; o a Afganistán, por un poner, a convencer a los hermanos talibanes de los derechos de la mujer. Me da que no.

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