Elaño en el que británicos, alemanes, franceses e italianos nos han abandonado, los madrileños han inundado la costa andaluza. Desde el Cabo de Gata a Ayamonte el aluvión de vecinos de la Comunidad de Madrid y alrededores ha sido de tal magnitud que nos ha hecho olvidar a los guiris que solían frecuentar nuestras ciudades. Hemos tenido aplausos a la puesta de sol, búsqueda irrefrenable del pescaíto frito y del atún rojo como si fuera el Santo Grial, coches que inundaban las carreteras, terrazas llenas y hoteles completos. Durante unas semanas dejaron la capital ayusiana de la libertad para compartir su tiempo y su dinero con estos atrasados andaluces (pitas, pitas, pitas) gracias a kellys y camareros mal pagados, a hosteleros que aunque se hayan llenado los bolsillos siguen llorando.

Conciertos en cada esquina, saxofones a la puesta de sol, chiringuitos posmodernos, playas con todo tipo de servicios (por cierto, en las de la ciudad de Cádiz no se ha notado la ausencia de la Policía Local, en huelga, con lo que nos hemos ahorrado 700 mil eurazos). Eso sí, el aparcamiento ha sido un pequeño lío. Los guiris vienen en avión pero desde Madriz lo hacen en coche, motivo por el cual el acceso a las playas y por la noche a los lugares de tapeo se colapsaba a las primeras de cambio. No había cerebro humano que pudiera llegar a prever una avalancha de esta naturaleza.

Como aconsejaba Di Stéfano (que Dios me perdone), bajemos el balón al pasto: colas interminables en torno al Manteca y a El Faro, completamente inexplicables porque hasta nuevo aviso se vendía la tapa de ensaladilla a precio de caviar y el chicharrón de Paterna sobre papel de estraza como si fuera bitcoin. A pesar de ello, los madrileños y afines soportaban largas colas que daban la vuelta a la manzana. En la calle Plocia, en Mina y en la plaza de San Francisco había que ir a las 7 de la tarde si se quería coger mesa. Los aparcamientos del centro desde las 8 de la tarde estaban llenos, a pesar de lo cual largas filas de vehículos esperaban turno en el Campo del Sur, San Antonio, Santa Bárbara o La Punta. Los precios, como no puede ser de otra manera, subieron cerca de un 20% según los casos.

Ni que decir tiene que no se ha oído al presidente de LLORECA unas declaraciones de alegría por el éxito veraniego ni una muestra de agradecimiento al alud de madrileños. Como se habrán ido todos, nos devolverán nuestras calles, nuestras terrazas, nuestras plazas de aparcamientos, apenas se oirán las ruedas de las maletas, los apartamentos turísticos, tan denostados, volverán a quedar vacíos y muchos camareros volverán al paro. Les agradecemos el verano a los madrileños, saludad al Wanda de mi parte.

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