Yo te digo mi verdad

Aguafiestas

Los llamados agentes sociales han mostrado una voluntad de diálogo a prueba de pandemias

Creo firmemente que el acuerdo por la reforma laboral es una de las mejores noticias que ha vivido este país en los últimos años, no ya por el contenido en sí, sino por el simple pero inédito y grandioso hecho de que todas las partes, enfrentadas durante tanto tiempo, hayan firmado el mismo texto. Por eso también algunos, empeñados en no apuntar nada que parezca un éxito a este gobierno, quieren rebajarlo al nivel de 'pactito' o 'reformita' restando importancia al acontecimiento, y asegurando contra toda evidencia que no se cambia nada fundamental. Tratan así de imbéciles o mentirosos a los sindicatos, al gobierno y a la misma patronal, que se han felicitado por el éxito, si bien con diferente entusiasmo.

El principal aguafiestas, además de algunos comentaristas abonados al negacionismo de toda virtud al ejecutivo "socialcomunista, el peor que ha tenido España", ha sido como siempre Pablo Casado, al que no le ha importado enfrentarse incluso a la organización empresarial siempre tan afín, para atacar lo acordado. Al 'líder' del PP no parece tocarle la fibra que la reforma que va a ser aprobada haya logrado un consenso y apoyo inusitados, y dice que si llega al poder reimplantará la de Rajoy, esa que precisamente concitó el disenso de la oposición y, por supuesto, de los sindicatos, es decir el enfrentamiento con al menos la mitad del país, y que le valió la convocatoria de una huelga general. Tampoco le importará, esta vez, votar en el Congreso junto con Bildu y ERC, esos compañeros tan denostados.

Los llamados agentes sociales han mostrado una voluntad de diálogo a prueba de pandemias, con un realismo que siempre es mejor que la defensa a ultranza de los principios irrenunciables, aceptando al final que nadie tiene por qué llevar la razón siempre y lanzando además al mundo el mensaje de que en España somos capaces de darnos un apretón de manos para sellar nuestras diferencias. ¡Albricias! deberíamos gritar. Sin embargo, el desnortado y probablemente descolocado Pablo del PP sigue a lo suyo, embarcado en una indignación desubicada que le lleva a lanzar en el Congreso palabras malsonantes que, precisamente en ese mismo salón, traen recuerdos funestos para la democracia.

Yo, amparado en la ingenuidad de los hechos evidentes, brindo porque el nuevo año traiga a España muchas noticias como esta, de abrazos que transforman a los contrarios en compañeros.

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