Jerez íntimo
Marco Antonio Velo
Jerez, 1979: Choquet, Esteban Viaña, Manolo Benítez, Falconetti y Nadiuska
PONIENDO por delante que lo importante, es decir, las vidas de los marineros del barco, están a salvo, ante las preguntas que me hago: ¿cómo en este, mi país, España, se pueden hacer las cosas tan mal, tan a destiempo, tan improvisadas y de modo tan chapucero?, y las respuestas que han ido saliendo a la luz, no me queda otra que reafirmarme en mi opinión de que vivimos en una nación de mindundis aficionados presuntuosos de todo y especialistas en nada; en nada, que no sea caer, una y otra vez, en las profundidades del ridículo más grotesco.
Si comenzamos por el principio, nos encontramos con un barco que, siendo español y estando obligado por el Derecho Marítimo Internacional a enarbolar nuestro pabellón mientras navegue por aguas internacionales, haciendo gala de un nacionalismo -en este caso, vasco- excluyente y gilipollas, sustituye la insignia nacional -la española, por mucho que les pese a los soplapollas adictos a esta práctica- por la bandera de la Comunidad Autónoma del País Vasco.
La consecuencia de esto debiera ser la de dejar a su suerte a los navíos que se pasan por el forro de los cojones todo los que les da la gana, a la hora de cumplir, pero que exigen como nadie lo hace, a la hora de pedir.
Dado que las vidas de personas ajenas por completo a estúpidas y extemporáneas reivindicaciones como la mencionada, estaban en juego, veo bien que fuese el Gobierno de España quien se hiciese cargo de la situación. Pero, de momento, el primer rapapolvo, para el armador del barco y, de paso, par los xenófobos nazis del "Rh" vascuence.
Después, viene el alucinante despropósito, folletinesco, inaudito y esperpéntico; adjetivos con los que no me queda más remedio que calificar la actuación de la ministra de Defensa, Carmen Chacón.
Esta señora, muy mona ella, no ha hecho otra cosa que el más espantoso de los ridículos desde que se hizo cargo de una Cartera para la que no tiene, ni de lejos, la mínima preparación exigible. Su demagogia barata en los asuntos internacionales y su pueril empeño de pretender darnos "paz" por guerra -Afganistán-, o "piratas" por terroristas, como en el caso que nos ocupa, no puede producir más que sonrojo, al principio; cabreo, después y para finalizar: descojono sincero, muy sincero.
Ahora, ella dice que la Armada hizo lo que tuvo que hacer, pero no es cierto, fue ella, como ministra de Defensa, quien prohibió que la Armada Española hiciese lo que tenía que haber hecho, que no es "exactamente" lo mismo. Muchos militares que estuvieron a bordo de las fragatas se mostraron indignados y desolados con las "instrucciones" de nuestra "gran" estratega. Muchos de ellos están convencidos que se pudo abordar el Alakrana, con éxito, en los primeros días del secuestro, pero las órdenes fueron otras. Como lo siguieron siendo durante los cuarenta y tantos días que duró el incidente y continuaron en la misma línea tras el pago del rescate, en una traca final que deja en pañales a las de Valencia y que suscribirían los mismísimos Hernández y Fernández (de Tintín).
Probablemente, la próxima "hazaña" de la incompetente ministra será reconvertir a los legionarios para que se enfrenten, sin violencia y de modo tolerante, a los terroristas islámicos "hijos" de Bin Laden, porque en realidad no son los terroristas que creemos, sino criaturas, extraviadas ellas, de la madre "alianza de civilizaciones", ¡que los parió!
A la pobre Carmela, le siguió el bochorno que provocó la actuación del flácido incompetente ministro Moratinos, ¡vaya prenda está hecho! Poca información y a destiempo, confusión, desesperanza, falsas interpretaciones, excusas, dudas, pasos en falso, contradicciones… un rosario de incongruencias, merecedoras de un cese fulminante, pero claro… estamos en España, y aquí, ¡aquí nunca pasa nada!
Entre tanto, mientras casi toda España estaba preocupada, la indefinible y muy amada vicepresidenta de nuestro ínclito Gobierno nacional, la señora Fernández de la Vega, se retiraba, compungida y muy, muy preocupada; unos días a La Argentina, probablemente para aliviarse de la tensión a la que la pobre debió estar sometida ante las quejas, protestas y exigencias de los tercos e impacientes familiares de los secuestrados.¡Qué sabrán ellos de agobios y preocupaciones!, pensaría ella mientras cruzaba el Atlántico cómodamente instalada en su asiento de primera clase.
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