En tránsito

eduardo / jordá

Alimentando a los pájaros

LE he preguntado por mail a un amigo egipcio que vive en El Cairo cómo está viviendo la situación actual -el golpe de Estado, los enfrentamientos entre islamistas y militares-, y me ha dicho que de momento está muy tranquilo. Se limita a echarles granos de uva a los pájaros que vuelan frente a su ventana, aunque hasta ahora sólo ha conseguido atraer a los cuervos (por alguna razón, los pájaros desconfían de los granos de uva).

No conozco El Cairo, pero imagino una ciudad caótica y polvorienta en la que suenan a toda hora las bocinas de los coches y las sirenas de las mezquitas llamando a la oración. Mi amigo es poeta, vive en un lugar desde el que se ve el Nilo y no tiene ninguna confianza ni en los militares ni en los islamistas. De hecho, participó en las protestas que echaron al anterior dictador, Mubarak, y si ahora no ha participado en las protestas contra el islamista Mohamed Mursi que ganó las últimas elecciones -y de forma cien por cien democrática-, es porque ya ha perdido todas las esperanzas de un cambio real en su país. "De una forma u otra -me escribe-, la situación está en manos de canallas. O fanáticos o ladrones, pero canallas de todos modos. Y poco importa si unos han sido elegidos de forma democrática y los otros no. Al final no hay escapatoria: igual que me pasa con las uvas que echo a los pájaros, siempre acaban comiéndoselas los cuervos".

A mi amigo no le gusta que le llamen escritor "árabe" -aunque escribe sus poemas en árabe-, sino que prefiere considerarse mediterráneo. Para él, la cultura árabe tiene unas connotaciones demasiado limitadas y él no se considera a gusto dentro de esas limitaciones (que son a la vez religiosas y políticas). Mi amigo estuvo casado con una cantante de ópera y echa de menos los tiempos en que Egipto era un país en el que convivían armenios, griegos, italianos y franceses. Su madre nació en Alejandría cuando allí los rótulos de las calles estaban escritos en francés y en inglés. Desde los tiempos de la revolución panarabista de Nasser, en 1952 la obsesión nacional ha sido echar a los "extranjeros", pero mi amigo cree que Egipto es inconcebible sin esos extranjeros. "Egipto es un país muy extraño: no nos gusta luchar y siempre nos hemos dejado conquistar por todos los pueblos que han querido ocuparnos. Por eso me gusta tanto mi país", dice en su mail. Le pregunto si tiene previsto marcharse: "No me iré. No quiero dejarles esto a los cuervos". Y sigue echando uvas a los pájaros.

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