Yo te digo mi verdad

Andalucía, al día siguiente

El sistema permite que cualquiera (y no es ironía) pueda ser gobierno y no vale descalificar a nadie de antemano

Cada votación en paz es una fiesta para los demócratas. Cada resultado de este proceso pacífico es un refuerzo del sistema más soportable que hemos inventado los humanos en este mundo imperfecto, al menos de momento. Se ha producido un cambio histórico en Andalucía y la simple posibilidad de que eso ocurra de manera democrática la hemos de celebrar. Las únicas lamentaciones que nos podemos permitir son las que atañen a nuestra particular forma de entender las soluciones para la comunidad. Si la mayoría ha sido tan clara, poca cosa se puede o se debe añadir a un análisis por otra parte innecesario.

En realidad, cada jornada electoral es la entrega de la confianza mayoritaria del pueblo a una determinada fuerza política, y esta será a partir de ahora la que debe soportar la tarea de hacer honor a esa esperanza. Si la defrauda, o si aparece otra esperanza mayor en el horizonte, la democracia ofrece la posibilidad de cambiar de depositario.

A los votantes atañe la responsabilidad de estar bien informado ante tan grave papel, pero en este proceso de elección se admite también la prevención, la precaución e incluso el cabreo y la indignación, que también son rasgos humanos que administrar.

Entonces, habría que esperar de los que serán cómodos gobernantes que cuiden su inmenso poder, y que se despreocupen del lado más derechoso y atrabiliario de su partido y de sus votantes, que ahora sí se han salido de la formación.

Por primera vez el PP tendrá en sus solas manos la misma capacidad de administrar sin oposición los recursos a su disposición de la mayor región de España. Por lo tanto, tendrá que exigirse a sí mismo contención y respeto al patrimonio que se pone en sus manos. De entrada, todos estamos obligados a concederle el beneficio de la confianza. Sin olvidarnos de la obligación de estar atentos a que no la decepcionen. Si hace falta, otorgar mucho más de cien días es obligado.

El sistema permite que cualquiera (y no es ironía) pueda ser gobierno y no vale descalificar a nadie de antemano. Esto vale también para los que se empeñaron en deslegitimar al de Pedro Sánchez incluso antes de que ejerciera. La derecha está de fiesta y la izquierda se lame las heridas, la mayoría autoinfligidas por su torpe manejo de las armas o por blandirlas al modo civil de unos contra unos. Para ella empiezan ahora las verdaderas y largas jornadas de reflexión.

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