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Estoy escribiendo muchos artículos de rabiosa actualidad y me he puesto a leer Antígona, de Sófocles, para seguir con la racha. Ni los más palpitantes ensayos sobre la nueva derecha son tan actuales.

Antígona es el antídoto contra el positivismo: "No creía yo que tus decretos -dice a Creonte- tuvieran tanta fuerza como para permitir […] saltar por encima de las leyes no escritas, inmutables, de los dioses". Qué personaje tan hermoso. Una mujer empoderada a más no poder, hablando de actualidad. Hace frente a las leyes manifiestamente injustas asumiendo las consecuencias, más, desdeñándolas: "No sufriré nada tan grave que no me permita morir noblemente".

Sin embargo, en esta lectura advierto que Antígona se come Antígona; porque los otros personajes, si no tan conmovedores, también encierran enseñanzas imprescindibles.

Creonte es un tipo (en el sentido de arquetipo del tirano) característico. Quiere imponer a golpe de ley sus opiniones ideológicas, y no enterrar o desenterrar a sus enemigos (que él no venció. Antígona dice expresamente que Eteocles, que sí mató a Polinices, lo hubiese enterrado con todos los honores). Cuando Antígona hace constar a Creonte que los demás no se atreven a cantarle las cuarenta, pero que piensan como ella, el lector percibe físicamente el temblor del tirano. Se recompone gracias a un chute de decretos-leyes y todavía se marca, marxista prefigurado, un pomposo discurso contra el dinero. Cada vez que un poderoso habla mal del dinero, échense las manos a la cartera. Planifica, con toda seguridad, una subida de impuestos.

De haber tenido alguna tentación escapista con mi lectura, Ismene, la tímida y timorata hermana de Antígona, me la hubiera quitado. Mientras que la heroína está al tanto de las últimas noticias, Ismene no se ha enterado de nada: "A mí, Antígona, no me ha llegado noticia alguna de los nuestros", dice, como de paso, pero estar pendiente es la primera piedra de la conciencia política. Se descubre más tarde cuando se ve que a Ismene la desinformación le convenía, pues ella no se atreve a actuar con la rectitud de su querida hermana, a la que intenta moderar, oh, con enorme compasión. "Por mi no tiembles: endereza tu destino", zanja Antígona. Disclaimer: No sólo para positivistas jurídicos, sino para quienes presumen de exquisitos a base de desentenderse de la actualidad política, Antígona es una lectura demasiado peligrosa.

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